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Viernes, 7 de septiembre 2007, 14:57
SAN SEBASTIÁN. DV. ETA intentó cometer este fin de semana un atentado de gran envergadura en Castellón utilizando un coche cargado de explosivos que había sido robado en Francia tras secuestrar a sus propietarios, un matrimonio de Orio y su hijo de cuatro años. La denuncia de un vecino de la localidad castellonense de Les Coves de Vinromá y la presencia de una patrulla de la Guardia Civil que estuvo inspeccionando la furgoneta antes de su explosión evitaron, probablemente, la consumación del atentado, ya que los miembros del comando hicieron estallar los explosivos al sentirse vigilados.
Apenas días después del ataque a la casa cuartel de la Guardia Civil en Durango, la explosión de una furgoneta en un olivar de la localidad castellonense de Les Coves de Vinromà, en la comarca de la Plana Alta, a 45 kilómetros de la capital, había generado una confusión que se prolongó durante varias horas. Las fuerzas de Seguridad no sabían a ciencia cierta a quién atribuir la explosión, aunque las dudas se despejaron cuando los dueños del vehículo se presentaron en una comisaría de la Gendarmería francesa.
Los preparativos del atentado frustrado se iniciaron a las ocho de la mañana del viernes en la localidad francesa de Messanges, en Las Landas. Un matrimonio que reside en Orio y su hijo de cuatro años se encontraba disfrutando de sus últimos días de vacaciones en un camping en el que se habían instalado con una furgoneta Mercedes Vito adaptada como autocaravana. La familia tenía que regresar el domingo como muy tarde a su domicilio habitual pues ayer el marido tenía que volver al trabajo.
Encapuchados
A las ocho de la mañana se vieron sorprendidos por cinco encapuchados que se identificaron como miembros de ETA. Mientras dos de los etarras se marchaban con la furgoneta, los otros tres introdujeron a sus rehenes en un automóvil y se los llevaron. Comenzó entonces un secuestro de setenta y dos horas durante el cual la familia fue mantenida con capuchas en la cabeza dentro de un vehículo con el que se desplazaron por diversas zonas. Por la noche dormían en el campo con material de acampada, cada vez en un lugar diferente. Al parecer, también estuvieron en una casa, donde fueron encadenados.
A las seis de la mañana de ayer, los rehenes fueron liberados en un bosque de Ousse Suzan (Las Landas), a unos sesenta kilómetros del camping donde habían sido secuestrados. Tras su liberación, acudieron al puesto de la Gendarmería de la localidad.
Mientras la familia permanecía secuestrada, los otros miembros del comando cargaron en el vehículo un artefacto explosivo de gran potencia algunas fuentes hablan de entre 80 y 100 kilos, aunque otras insinúan que puede ser una cifra mucho mayor y lo trasladaron a España para cometer un atentado.
Al atardecer del sábado, un vecino de Les Coves de Vinromá vio la furgoneta estacionada en un paraje de monte, en el conocido como barranco de Pere, a unos quince metros de una torre de alta tensión, en medio de unas plantaciones de olivos. El vecino vio a dos hombres jóvenes en el vehículo y encontró sospechosa su presencia en un lugar apartado, fuera de cualquier ruta, en un paraje que no es frecuentado por turistas ni visitantes.
Desde el camping donde había sido robada, la furgoneta había recorrido poco más de seiscientos kilómetros. Se desconoce cuál podía ser el motivo del estacionamiento en aquel lugar apartado, si se trataba de un lugar elegido para descansar por los etarras o habían elegido aquel punto para realizar manipulaciones del explosivo sin que nadie les viera.
El vecino llamó a la Guardia Civil para exponer sus sospechas sobre la furgoneta y los dos jóvenes a los que había visto y a las once de la noche, una patrulla del Instituto Armado llegó hasta el lugar a comprobar la denuncia. Los agentes inspeccionaron el vehículo, que llevaba los cristales tintados y no presentaba signos de violencia, y comprobaron la matrícula . Al ver que todo estaba en orden, los agentes se alejaron. No obstante, la Guardia Civil no dio por cerrado el caso y trató de manera infructuosa durante el domingo de localizar a los dueños de la furgoneta.
En fuentes de la lucha antiterrorista se mantiene la sospecha de que los etarras se apercibieron de la inspección de los guardias civiles, bien porque estuvieran ocultos en el interior del vehículo, bien porque estuvieran en los alrededores. La hipótesis policial es que, al sentirse descubiertos, los etarras decidieron destruir el vehículo con toda su carga explosiva dentro y para ello procedieron a activar la bomba con un temporizador que les permitiera estar bastante lejos cuando se produjera la deflagración.
Minutos antes de las siete y media de la tarde del domingo, veinte horas después de que la patrulla hubiera inspeccionado la furgoneta, se producía una potente explosión que fue oída en un radio de entre cinco y siete kilómetros, que levantó una gran llamarada y una humareda y que esparció los restos del vehículo a unos doscientos metros de distancia. La deflagración, además, provocó un incendio que afectó a alguna de las plantaciones cercanas y que tuvo que ser sofocado por los bomberos.
Se desconoce cuál podía ser el objetivo contra el que los etarras pretendían atentar, pero se cree que la acción iba a cometerse o durante la madrugada del sábado al domingo o a lo largo del domingo. Los etarras tenían que colocar el coche bomba y ponerse a salvo antes de la explosión y que ésta tenía que producirse antes de que fueran liberados los tres rehenes que tenían en su poder.
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