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ROBERTO HERRERO
Sábado, 15 de septiembre 2007, 02:40
Seis meses despúes de que el teatro Victoria Eugenia reabriera sus puertas tras casi siete años cerrado por obras, el alcalde de San Sebastián encara con optimismo, no exento de preocupación por el tema económico, el futuro del teatro. También apuesta por una ciudad que sea reconocida internacionalmente por su potencia cultural, yendo más allá de la viejo eslogan de capital cultural vasca.
- En la presentación del programa de otoño dijo que el Victoria Eugenia pronto tendrá una velocidad de crucero. ¿A cuántos km/h marcha?
- Vamos muy suaves. Lo que dije es que el rodaje va a necesitar todo el 2008 para alcanzar una velocidad de crucero y conseguir una programación estable con los objetivos que nos hemos marcado. Acabamos de empezar, tenemos ya cerrado un programa intenso y complementario al del Kursaal para este otoño. El año que viene lo utilizaremos para experimentar, ir captando públicos o conocer la adecuación entre la oferta y la demanda. Crearemos también la asociación de amigos del teatro y el Victoria Eugenia va a vivir la prueba del algodón ya que vamos a utilizar todo el edificio con el festival de cine. Del ¿cómo pudo vivir esta ciudad sin el Kursaal!, pasaremos pronto al ¿cómo pudimos funcionar con el Kursaal, pero sin el Victoria Eugenia!
- Usted ha escrito que el Victoria Eugenia es una gran oportunidad para hacer de Donostia un referente como ciudad culta de Europa.
- Todavía hay personas que no pueden acceder a una obra de teatro o a un concierto. Pero en la medida que vayamos avanzando en la red de casas de cultura, acercando y dando nuevos contenidos en el Victoria Eugenia y el Kursaal o en lo que va a ir llegando con la remodelación de San Telmo y Tabacalera, iremos elevando el nivel cultural de la ciudadanía. Buscamos que Donostia no sea identificada en lo cultural, como hoy en día ocurre, en función de sus festivales internacionales, sino también por unas programaciones cada vez más ambiciosas.
- ¿No sorprende que siendo ésta una ciudad con gran actividad cultural, haya estado el Victoria Eugenia cerrado tres años más de lo previsto sin que casi nadie diga nada?
- Todas las obras de rehabilitación de teatros que conozco han llevado mucho más tiempo del previsto. Las dificultades de financiación aparecen y los problemas se multiplican. No hay que asustarse, aunque tampoco gusta constatar que haya estado cerrado casi siete años, de los cuales más de año y medio con las obras paradas por problemas entre la constructora y el Ministerio de Fomento. En estos siete años la ciudad ha dejado de ofertar actividades, pero se debería valorar también que se han invertido más de 23 millones de euros, que es mucho dinero. Y en esa inversión no ha contribuido con un solo euro ni el Gobierno Vasco ni la Diputación, aunque sí lo han hecho los ministerios de Vivienda y Cultura.
- ¿Cómo se explica esto?
- Se explica desde el sectarismo de quienes no han considerado por razones políticas que el gobierno de esta ciudad, y su alcalde, no merecían apoyo. Es el sectarismo de la política lo que lleva a estas situaciones. Pero estoy convencido de que la Diputación actual y su Diputado sabran estar a la altura.
- ¿Va a durar mucho el divorcio?
- Espero que no, aquí estoy lanzando flores a la Diputación del señor Markel Olano. También espero que el Gobierno Vasco cambie su actitud, por ejemplo, con la financiación de San Telmo. De aquí en adelante voy a hacer todo lo posible para que los jardines de Alderdi-Eder y la Plaza Gipuzkoa (sedes de ayuntamiento y diputación) estén realmente unidos.
- ¿Lo más difícil empieza ahora?
- No, lo más difícil fueron las obras. Si alguna obra me ha quitado el sueño y me ha obligado a viajar mucho a Madrid, ésa ha sido la del Victoria Eugenia. Me ha llevado mucho más tiempo, dedicación y pérdida de nervios que el estadio de Anoeta, el Kursaal o cualquier otra que me ha tocado impulsar. El reto ahora es conseguir los recursos económicos para que la programación esté a la altura que una buena parte de la ciudad reclama. Para ello necesitamos la concurrencia de la Fundación Kursaal, que con una aportación algo superior de las empresas que la componen, amplie esa programación también al Victoria Eugenia. Significa, básicamente, la complicidad de Kutxa y Diputación. Son las claves y lo que puede resultar más problemático.
- ¿La actividad de este teatro puede ser deficitaria, debe igualar gastos e ingresos o buscar beneficios?
- Sabemos que, como cualquier programación cultural, habrá unas pérdidas que serán más o menos importante según la ambición del programa. Asumimos un déficit que puede ser de dos o tres millones anuales, dependiendo de las implicaciones que consigamos de otras instituciones.
- Se ha hablado de producción propia, pero eso es muy caro.
- Sí, creo que habría que actuar en la línea de Echenique con las coproducciones de algunas óperas en la Quincena. Es un objetivo en el tiempo y está más cerca de nuestras posibilidades que la producción propia.
- También se comentó que el Victoria Eugenia podía albergar una escuela de teatro.
- Se ha hablado, pero no está apuntado entre los objetivos. Habría que hacer un estudio, pero tampoco tenemos un gran espacio sobrante y una escuela requiere unos escenarios y dependencias que hoy por hoy no tenemos. Quizás se podría si el día de mañana sacáramos una serie de oficinas que tenemos ahí dentro.
- Una vez reabierto el teatro, ¿el día que se hundió parte del patio de butacas al colocar una tarima fue el peor trago?
- Sí, fue un momento durillo y una situación inesperada. Hubo un error en los cálculos que pudo darse por una cierta precipitación. Sobre todo fue un momento de ridículo. Hice el ridículo como máximo representante del ayuntamiento. Tampoco vamos a generalizar el uso de la plataforma,será para cosas puntuales que no vayan en contra de los contenidos habituales del teatro.
- ¿Hay riesgo de que el Victoria Eugenia sea un recinto elitista?
- Ése sí que es un reto. Hay que acertar con la política de precios para que no ocurra. El aforo es pequeño, pero tenemos que hacer maravillas para que un buen número de espectáculos puedan ser accesibles para la mayor parte de la ciudadanía. Todos los años va habrá ofertas de gran nivel a precios para todo el mundo. No vamos a repetir los de la temporada inaugural, pero sí con determinadas actividades.
- San Sebastián tiene una fuerteactividad cultural para una ciudad de 200.000 habitantes. Y se van a ir sumando otros núcleos culturales. ¿Nos lo podemos permitir?
- Es una pregunta razonable. El esfuerzo será muy fuerte, pero es una apuesta por hacer de la nuestra una ciudadanía más culta, formada y creativa. Que sea o no posible económicamente dependerá del apoyo de otras instituciones.
- ¿Qué queda de aquella frase, idea o eslogan que decía que éramos la capital cultural de Euskadi?
- Queda todo. Lo que pasa es que cada una de las ciudades vascas tiene su propia ambición. Quieren despuntar en el campo de la cultura, es normal. Pero hoy por hoy la meta de San Sebastián debe ser la de alcanzar un reconocimiento a nivel internacional como ciudad cultural por todo lo que en ella se crea, se produce y se ofrece al espectador. Estamos en ese camino, ahí está Tabacalera o Musikene.
- Actividades como DFoto parece que no marcha bien.
- En este caso creo que es más la química entre las personas lo que ha podido influir. Reconozco la valía y la apuesta de Enrique Ordóñez con DFoto en el Kursaal y en Tabacalera. Todavía no se ha dicho la última palabra al respecto.
- ¿Finalizado el Victoria Eugenia llega la hora del vetusto Principal?
- Sí, mi compromiso es que para el verano de 2008 pueda tener un proyecto de renovación para el Principal. Tengo una cuantas ideas propias, pero basta que yo las dijera para que algunos grupos políticos ya de entrada vayan en dirección contraria. Así que prefiero callar.
- ¿Qué va a ser del festival de danza que anunció?
- Los técnicos dicen que más que un festival que comprima en una semana grandes espectáculos, es mejor hacerlo durante todo el año.
- Dentro de cinco años se cumple el centenario del Victoria Eugenia. ¿Cómo quiere celebrarlo?
- Me gustaría que estuviera muy vivo y que hubiera perdido esa antigua imagen de teatro un poco lúgubre y un poco fuera de la realidad. Y que fuera un espacio visitable casi mensualmente por todos los donostiarras. Eso en cinco años, e incluso antes, se va a conseguir.
- ¿Cree en las casualidades?
- A veces sí a veces no.
- Lo digo porque no sé si ha sido casualidad el que tras casi siete años de obras el teatro se reabriera en las puertas de una campaña electoral.
- Se tenía que haber inaugurado en diciembre, pero no llegamos. Había que poner una fecha y escogí marzo, que me parecía lo suficientemente alejado de las elecciones. De todas formas creo que el Victoria Eugenia no me ha aportado ningún voto de más. Lo mismo que pasó en su día con el Kursaal. De las grandes obras yo normalmente no saco ningún partido.
- ¿Seguro?
- Seguro. De lo único que he sacado partido, y relativo, ha sido de los bidegorris. ¿Y tampoco!, eso es mentira, pero es para que alguien me entienda.
«Aquí se discute hasta del color de las losetas»
- En estos meses de vida del nuevo Victoria Eugenia se han escuchado quejas y algunas alabanzas. ¿Por dónde prefiere empezar?
- Por las quejas.
- La marquesina es muy fea.
- A mí no me disgusta. Es el diseño y la obra del arquitecto Zubiria, que ha hecho la rehabilitación del teatro. Por tanto, no puedo ser yo un censor de la arquitectura que se hace en la ciudad. Me parece un debate absolutamente accesorio.
- Que tanto mármol en la entrada le da aspecto de mausoleo.
- Digo lo mismo...
- ¿Pero a usted le gusta?
- A mí no me disgusta porque luego ese exceso de mármol se ha contrastado muy bien con una serie de elementos en tono rojo, con las pinturas, que han quedado fantásticas, o con la combinación del frente de cristal. Hay una conjunción de elementos que me han hecho perder el miedo que tenía ante tanta presencia del mármol blanco.
- También hay lamentos porque en escalinatas del patio de butacas ya se han dado más de un trompazo.
- Esa es una cuestión que debiera solucionarse ya y están en ello. Creo que en parte se ha resuelto.
- Que hay pocos váteres.
- ¿Hay váteres! Lo que pasa es que igual no se sitúan. Mucha gente todavía no sabe dónde está el de señoras y el de señores.
- Que los grandes carteles que cuelgan de la fachada tapan parte del edificio y queda poco estético.
- Un precio que hay que pagar para difundir la programación y llamar la atención. Se utiliza en todos los teatros y óperas del mundo.
- Las losetas de la calle son feas e incómodas.
- Las losetas son preciosas y ¿son carísimas! En esta ciudad ya sabemos que se discute hasta el color de la loseta, pero me parece que algunos críticos llegan al ridículo.
- Capítulo de alabanzas. Que las localidades son muy cómodas y se ve mejor.
- De acuerdo.
- Que el mármol de la entrada ha quedado precioso.
- Es elegante y a un determinado sector de la ciudad le puede parecer verdaderamente esplendoroso. A mí me parece que lo que le da ahora valor es la combinación.
- Que los chicos y chicas que acomodan al público son jóvenes, guapos y muy amables.
- Estoy de acuerdo. Siempre es eso mejor que una acomodadora metida en años. La estética también es importante.
- Y la madre de todas las alabanzas: ¿qué bonito ha quedado todo!
- La clave es que ha quedado como era. Se han metido mejoras, pero el público se ha encontrado con lo que mantenía en su memoria. No se ha hecho ninguna barbaridad, como alguno en el Ayuntamiento ya se había adelantado a anunciar.
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