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Sábado, 29 de septiembre 2007, 03:00
Mañana, 30 de septiembre, será el día. La fecha en la que se cumplirá el centenario de la inauguración de un medio de transporte que hoy en día es toda una fantasmagoría, el transbordador-funicular de Ulía.
Alguna vez comentamos en esta calle de la Memoria que, a los donostiarras, la palabra funicular nos remite automáticamente al de Igeldo. Olvidamos, sin embargo, que antes hubo otro, más complejo y más significativo, en el extremo opuesto de la ciudad, en el monte Ulía. Aquel transbordador-funicular que comunicaba dos puntos altos de Ulía se inauguró el 30 de septiembre de 1907, entre chubascos y no poca expectación.
El aparato era espectacular. Cubría 280 metros de distancia y un desnivel de 28 metros en tres minutos y medio. Los 18 viajeros que cabían en su pequeña barquilla se sorprendían ante el complicado y muy seguro sistema de cables y ejes que lograba elevarse sobre el monte. El ingenio tuvo una corta vida debido a que Ulía pronto perdió fuerza como área recreativa frente al parque de atracciones de Igeldo, cuyo funicular empezó a funcionar en agosto de 1912.
Sin embargo, el de Ulía figura en las enciclopedias. No en vano fue, probablemente, el primer transbordador apto para el transporte de personas construido en el mundo. Y fue obra de una personalidad arrolladora, la del ingeniero Leonardo Torres Quevedo. Nacido en Molledo (Cantabria) y residente en Bilbao, Torres Quevedo fue un pionero que dirigió la construcción del primer dirigible español y creó un autómata que jugaba al ajedrez.
Construyó su primer teleférico en su propia casa de Molledo. Torres Quevedo presentó en 1890 su modelo de transbordador en Suiza, donde ya se utilizaban algunos funiculares para carga de bultos, pero no de personas, debido a problemas de seguridad. Su prototipo fue recibido con comentarios irónicos.
Sin embargo, la construcción del transbordador de UIía, materializada por la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería de Bilbao, tuvo tal eco que permitió al ingeniero diseñar otros en Chamonix, Río de Janeiro... y hasta en las cataratas del Niágara. De hecho, el Spanish Aerocard que ideó para las famosas cataratas canadienses tiene una estructura similar al desaparecido transbordador de Ulía. Desde su inauguración en 1916, el teleférico de nuestro Torres Quevedo en el Niágara sigue funcionando sin apenas modificaciones.
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