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JAVIER SADA
Domingo, 30 de septiembre 2007, 02:49
Tal día como el de hoy del año 1972, el mundo se preocupaba porque China y Japón habían decidido romper sus relaciones diplomáticas; Europa observaba que la batalla a tiros habida en Belfast agravaba una situación ya de por sí difícil y España anunciaba que su ministro de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo, en el marco de la ONU, había mantenido dos horas de conversación con su homologo de la URSS Andrei Gromyko.
Gipuzkoa celebraba el 450 aniversario del viaje de Elcano con una conferencia en la Diputación sobre El mar en el arte, pronunciada por José Camón Aznar, y San Sebastián homenajeaba a José María Usandizaga en el LVII aniversario de su muerte, descubriendo un busto en el vestíbulo del Instituto Nacional Femenino, sito en la plaza de Pío XII.
Localmente, la Peña La Ciruela, de Amara, celebraba en la Sociedad Ardatza un acto dedicado a sus socios Arruti y Paco Fernández, con la intervención de Los Pomposhos, y en Sirimiri, sección de DV no se explicaban que todavía hubiera personas que no sabían lo que era una carretera Variante y osaban cruzarla a pie. Pero el acontecimiento del día, el que se anunciaba con grandes titulares, era el cierre del Gran Kursaal y del cine Inessa de Gaxen.
El cine se clausuraba con la misma película que lo inauguró el 1 de enero de 1969: Hiroshima, mon amour, dirigida por Alain Resnais e interpretada por Emmanuele Riva y Eiji Okada. El Teatro lo hacía con un recital de canciones románticas vascas, a cargo de la soprano Victoria Canale, acompañada al piano por el maestro Javier Bello Portu, anunciado como un homenaje al P. Donostia del que se incluyeron nueve canciones.
Al término de la película del Gaxen entró en la sala una banda de txistularis que interpretó el Agur Jaunak, mientras todos los asistentes eran obsequiados con una copa de champán.
En el Kursaal «el público abandonó el edificio a paso lento y más bien en silencio, recorriendo con sus ojos las paredes, de arriba abajo, de un lado a otro, como queriendo guardar en lo más profundo de su memoria el recuerdo del teatro» que sería derribado pocos meses más tarde.
Contaba San Sebastián con quince salas de cine, y el cierre compitió con la actuación de Angelillo, en el Trueba", con el espectáculo ¿Qué mujeres¿, y, tras el correspondiente No-Do, con las proyecciones de las películas Las tres perfectas casadas (Principal), Ana Coulder (Astoria), Le llamaban Trinidad (Novelty), Perros salvajes (Rex) o La solterona (Victoria Eugenia).
Quienes acudieron a las últimas sesiones del Kursaal lo hicieron perdiéndose los programas que en aquel momento ofrecía Televisión Española: Planeta azul, Telediario, Divertido siglo y la serie Marcus Welby, doctor en medicina, por el primer canal, y Hora once y Los combates del siglo, por UHF. Cuando el 29 de julio de 1922 el Gran Kursaal abrió sus puertas fue presentado como «uno de los edificios más grandiosos que conocemos y el Casino más espléndido de Europa».
Estrella Inchausti dedicó la última página de DV a relatar curiosidades de la jornada de clausura y de uno de los congresos más importantes celebrados en la sala, poco antes de su derribo: el internacional de Brujología, y a evocar efemérides del acto inaugural cuando a las cuatro y media de la tarde llegó la reina María Cristina acompañada de los infantes Carlos, Luisa y Rainiero, y del Príncipe Pío de Saboya, dispuestos todos para escuchar a la Orquesta Filarmónica dirigida por Pérez Casas.
Se sucedieron los elogios habituales en estos casos, parece que justificados por lo que se consideraba grandiosidad del edificio, pero aquellos promotores, aquellos capitalistas que dejaron su fortuna en el Gran Kursaal, no debieron contar con el correspondiente equipo de asesores que, hoy en día, hubieran hecho un complejo estudio del mercado. Aquel estudio socio-político quizá les hubiera advertido que venían malos tiempos, que al año siguiente habría un golpe de Estado y que una de sus consecuencias sería la prohibición del Juego y el consiguiente cierre de los casinos.
La ruleta, el juego de azar, estuvo a favor de los supersticiosos jugadores y cuando la bola de la mesa en la que se jugaba con pesetas ya había rodado por última vez, y cuando solo faltaba que lo hiciera la francesa, la del dinero francés, el número trece, el de la mala suerte, marcó el fin de la historia. Ya nadie volvió a poner el ojo tras los falsos ojos de algunos dibujos de la pared, debidos a Néstor Fernández de la Torre, desde donde se controlaba la Sala de Juego; ya nadie pediría la llave, dicen las malas lenguas, de la puerta que conducía al pozo de los arruinados; las personas de la limpieza ya no recogerían bragas y calzoncillos de los reservados existentes tras los palcos y plateas del teatro...
El cine Inessa de Gaxen se presentó a los donostiarras como Sala de Arte y Ensayo, tratándose de la primera de estas características que tenía la ciudad. La denominación Arte y Ensayo servía para poder programas películas raras, singulares o discutidas, que la férrea censura no permitía proyectar en las salas normales.
La Sociedad Gaxen S.A., presidida por Luis Zulaica Arregui con Carlos Blasco de Imaz como Consejero Delegado, ofreció su primera proyección a beneficio de Cáritas Diocesana.
Instalada en el interior del Gran Kursaal su inauguración tuvo lugar, curiosamente, al día siguiente de cerrarse el cine Actualidades, teniendo capacidad para 500 espectadores.
Próximo domingo: Escuelas municipales
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