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IRATXE DE ARANTZIBIA
Martes, 9 de octubre 2007, 10:43
SAN SEBASTIÁN. DV. Su página web personal anuncia a bombo y platillo su próxima retira dentro de setenta y cuatro días. Para quien ha sido una gran estrella mundial del ballet e ídolo de masas en su país natal, el 22 de diciembre se cierra toda una vida dedicada a la danza, con una multitudinaria actuación al aire libre en Buenos Aires. Precisamente, Julio Bocca ha dedicado este año a despedirse de todos los escenarios en los que triunfó. Mañana inaugura la octava temporada de la Fundación Kursaal con su última actuación en San Sebastián. Para la ocasión, el intérprete argentino presenta su espectáculo Último tour, una recopilación de sus mejores números junto al Ballet Argentino, aquella compañía que él mismo fundó en 1990. Dentro de la actuación, presentará breves extractos de diversas obras, entre ellas, del que probablemente sea el montaje más exitoso de la formación argentina: Bocca Tango (2001), con el que triunfó en el Auditorio del Kursaal, en su última visita donostiarra, en 2003. Como era de esperar, la despedida guipuzcoana de Bocca colgó el cartel de 'no hay entradas' hace tiempo ya.
La vinculación de Julio Bocca a la danza venía determinada por sus genes. Su madre, quien le impuso nombre de dos emperadores romanos -Julio Adrián-, le enseñó sus primeros pasos de danza con apenas cuatro años. A los pocos meses, subió por primera vez a un escenario en el Teatro El Globo (1971), en la función de fin de curso de la academia de Nancy Bocca. De hecho, el entorno familiar asegura que Julio aprendió a bailar, antes que a leer y escribir. Siendo casi un niño, demostró sus excepcionales cualidades para la danza, inscribiéndose en la Escuela Nacional de Danzas (1974) y en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires (1975), para completar su aprendizaje. Con trece años, Bocca formaba ya parte del Ballet de Cámara del Colón, debutando como solista el año siguiente. En 1982, inició su carrera profesional internacional en la Fundación Teresa Carreño de Venezuela. Pronto supo cuáles iban a ser sus dos grandes retos profesionales: vencer en el Concurso Internacional de Danza de Moscú y formar parte del American Ballet Theatre (ABT). Su perseverancia por el trabajo le ha llevado a conseguir ambos objetivos.
Triunfo en Moscú
El Concurso Internacional de Danza de Moscú se celebra cada cuatro años y en él, triunfó el célebre Mikhail Baryshnikov, con el que destino habría de unir parte de la carrera profesional de Bocca. Solventadas las dificultades de financiación del proyecto, Julio Bocca participó junto a Raquel Rossetti, en la quinta edición celebrada en 1985. Los pasos a dos de Don Quijote, Corsario y Cascanueces cambiaron la vida del intérprete argentino, quien se hizo con la Medalla de Oro, siendo recibido en su país como un verdadero héroe. Algo de razón no les faltaba a sus paisanos, pues triunfar en una de las cunas del ballet era todo un hito para un bailarín no ruso. Y Moscú le cambió la vida a un Julio Bocca recién alcanzada la mayoría de edad. El primer reto ya se había materializado, quedaba poco para obtener su segunda meta.
En lugar de acceder mediante la tradicional audición, Bocca fue convocado a tomar una clase en ABT, en la que participó Baryshnikov, el director artístico de la compañía por aquel entonces. Al término de la sesión, el bailarín letón le ofreció contrato como Bailarín Principal. Julio Bocca tenía, apenas 19 años, cuando debutó con el ABT, el 12 de diciembre de 1986. Así definió su estreno el diario Los Angeles Times: «Pequeño, con piernas espesas y cara de niño, el joven argentino quizá no tenga la línea de un príncipe de ballet ideal, pero su entrenamiento le dio una nobleza convincente. Bocca exhibió una asombrosa elevación, así como ligereza en sus saltos, notablemente altos, sus piruetas muy veloces y un trabajo de partenaire sin esfuerzo aparente».
Durante dos décadas (1986-2006), Julio Bocca fue Bailarín Principal del ABT, mientras compatibilizaba la temporada americana con otras giras y actuaciones a título individual en calidad de estrella del mundo del ballet. Dentro del repertorio clásico, el papel con el que más se ha identificado al argentino es el de barbero Basilio de Don Quijote, rol que aprendió del mismísimo Baryshnikov, en una de las pocas ocasiones en que trabajaron juntos.
En su etapa de ABT, la italiana Alessandra Ferri se convirtió en la partenaire ideal de Bocca, con quien protagonizó su apoteósica despedida en el Metropolitan neoyorquino. Para la ocasión, escogieron Manon de sir Kenneth MacMillan. Veinte minutos duró la ovación que obtuvieron de los cuatro mil asistentes al espectáculo celebrado el 22 de junio de 2006.
Otro proyecto de Bocca
Considerado un verdadero fenómeno de masas en su país, capaz de llenar estadios con gente ávida de disfrutar de su virtuosismo técnico, Julio Bocca creó el Ballet Argentino en 1990, una compañía para la que, según aseguraba el propio artista, «quiero que sea una agrupación amplia y profesional, reflejo de las exigencias del mundo del ballet tal y como se manejan los grandes centros como el ABT: si un bailarín no da lo mejor de sí, entonces se busca otro». Tras algunos altibajos y cambios en su elenco, el Ballet Argentino obtuvo un rotundo éxito con Bocca Tango (2001), obra que giró por escenarios de medio mundo durante varios años, cuya coreografía corresponde a Ana María Stekelman.
En el año 2000, Bocca ya se encontraba en un punto de estancamiento. Ya había llegado al máximo y los musicales fue una oportunidad de cambiar y divertirse bailando. «Ni me acuerdo del American ni de otras cosas; ahora soy un bailarín de musicales y mi corazón, cuerpo y cabeza están solamente en esto», aseguraba por aquellas fechas. Dos meses después, bailó su última función en Fosse, una experiencia de la que guarda grato recuerdo.
A lo largo de su dilatada carrera profesional, numerosos son los galardones que jalonan su currículum profesional pero probablemente, la distinción más especial para él sea el nombramiento de Ciudadano de Honor de Bosco Marengo (2001), localidad italiana de donde procedía el abuelo Nando Bocca, a quien estaba muy unido el artista y que dictaminó, en la tierna infancia de Julio, que «a este niño lo espera una gran carrera de bailarín». No se equivocó.
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