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MIGUEL MARTIN, DIRECTOR DEL JAZZALDIA Y PROGRAMADOR MUSICAL

«La música en directo puede pinchar igual que la burbuja inmobiliaria»

El responsable de la programación musical del Kursaal y el Victoria Eugenia cree que el futuro pasa por reducir el número de espectáculos para elevar la calidad de la oferta

ALBERTO MOYANO

Domingo, 2 de diciembre 2007, 09:37

Tras aumentar en casi un 75% -gracias a la reapertura del Victoria Eugenia- el número de espectáculos musicales organizados por los organismos municipales, su responsable, Miguel Martin, apuesta por redimensionar la oferta ante el peligro de que el público termine saturado.

- Desde el punto de vista del público, ¿qué ha aportado el Victoria Eugenia a la oferta musical guipuzcoana?

- El formato es fundamental. Su principal aportación es que el teatro por dimensión, morfología, historia o ambiente propicia otra relación entre público y músicos. Para la próxima temporada, Luz Casal viene a San Sebastián. En nuestras manos estaba optar entre una función en el Kursaal para 1.800 personas o hacerla en el Teatro, en dos funciones, con el mismo número de espectadores y hemos optado por esta segunda posibilidad. Nos ha parecido que por la calidad y calidez del personaje era la mejor opción. Hay otros grupos que, por presupuesto o por otros motivos, no se pierde tanto al llevarlos al Auditorio.

- ¿Ha posibilitado el teatro traer a músicos que nunca hubieran actuado aquí?

- Es de perogrullo: ahora hay más presupuesto. Desde el momento en el que se abre un nuevo recinto, las administraciones dedican una partida a dotarlo de programación. Estadísticamente hay más posibilidades de que vengan más músicos.

- Hay un criterio fijo a la hora de adjudicar a cada artista uno de los tres escenarios -Kursaal, Victoria Eugenia y Gazteszena- o se deja llevar por la intuición?

- Teniendo en cuenta que la programación musical en ambos recintos y en Gazteszena está centralizada, lo ideal es buscar cuál es el recinto adecuado para cada actuación. El criterio es la calidad y la idoneidad, pensando en dónde va a disfrutar más el espectador, pero desgraciadamente no es el único porque hay unos plazos que cumplir. Las programaciones de la Fundación Kursaal y de teatro se presentan con una periodicidad determinada, tienen unos plazos previos para la venta de entradas y para aprobar los presupuestos que influyen. A veces te encuentras con que no has llegado a tiempo para meter a determinado músico en determinado recinto y tienes que llevarlo a otro. Piensas: éste al Auditorio, pero ya han cerrado la programación, mientras que en el Teatro hay fechas disponibles y presupuesto.

- ¿Cuáles serían esos plazos mínimos?

- Tanto Fundación Kursaal como el Teatro son muy ambiciosos. Presentan programaciones semestrales, con la música clásica como eje y piedra angular. Ambas programan con cierta tranquilidad y desahogo, pero el pop y rock funcionan con otros plazos y la verdad es que andamos apurados para cumplirlos. Muy apurados. Es un tema que he planteado tanto en el Teatro como en Fundación Kursaal, haciéndoles ver que el pop no funciona así. Hay muchas sensibilidades que armonizar y alguien sale perdiendo, aunque hay que reconocer que los que programamos pop nunca nos habíamos visto con un presupuesto semejante en esta ciudad. Vaya lo uno por lo otro. ¿Plazo mínimo? Muy corto. Digamos que dos o tres meses y hay oportunidades que se pierden por esa falta de margen. La Administración tiene cosas buenas y cosas malas: nos da dinero pero también nos impone una periodicidad amplia que nos quita flexibilidad.

- ¿Han surgido celos entre Victoria Eugenia y Kursaal, por ejemplo?

- No, porque la voluntad es ir hacia una unidad de criterios y de programadores. En el espíritu de todos está que -en seis, siete u ocho meses- haya un programador único de música clásica para el Victoria Eugenia y para el Kursaal; otro para teatro y danza; y otro para el resto de músicas. En estos momentos, estoy haciendo el mismo trabajo para dos instituciones distintas, que son buenos amigos pero que no son lo mismo. Hay determinados problemas: los plazos no son exactamente los mismos, no conozco con la misma exactitud un calendario que otro... Con el tiempo, iremos hacia una mayor coherencia.

- Sea como fuere, la reapertura del Victoria Eugenia ha disparado las cifras de espectáculos que se ofertan en Donostia.

- Durante los últimos ocho años hemos programado Kursaal y una de las secciones de Gazteszena. En 2004, 2005 y 2006, se han programado un total de 110 espectáculos, a razón de diez espectáculos en la Sala de Cámara, otros diez en Gazteszena, y entre quince y dieciocho en el Auditorio, cada año. Ese ritmo se ha mantenido en 2007, pero sumándo los programados tanto en el teatro como en la sala club del Victoria Eugenia. En total, unos treinta. El aumento en el número de espectáculos programados este año ha rondado el 75% respecto a los anteriores y yo creo que se nota. Hemos tocado un techo y ahora hay que ir moderando esa cifra. De hecho, para el próximo semestre, los programas se recogen en cuanto a número, que no en cuanto a calidad.

- ¿En todos los aforos?

- Para el primer semestre de 2008, nosotros programamos seis espectáculos en el Kursaal, diez en el Victoria Eugenia, y tres o cuatro en Gazteszena. Todo se redimensiona un poco. Son actuaciones un poco más ambiciosas porque el presupuesto es el mismo. El hecho de que haya más recintos debe mejorar la oferta pero no multiplicarla al infinito. Por otra parte, todos tenemos que ser conscientes de que a la música en directo le puede pasar lo mismo que a la burbuja inmobiliaria: puede pinchar. Hemos hinchado mucho la burbuja musical.

- Pero el público guipuzcoano lo absorbe todo.

- Hasta ahora, lo mismo que ha pasado con los pisos. Si el espectáculo es bueno la gente responde. Acabamos de ver que la gente se ha gastado medio millón de euros en nueve horas para asistir al Delirium del Circo del Sol. ¿Cuál es el problema? La saturación, no sólo económica, que también, sino también en cuanto a la capacidad de asombro. Han actuado los Rolling, acaba de actuar Bruce Springsteen, el Circo del Sol, en verano estuvo Red Hot Chilli Peppers en Bilbao, aquí hubo 150.000 espectadores en el Festival de Jazz. No puede ser que durante el verano hagamos una programación de imposibles. Los que estamos dentro del negocio sabemos que el precio asumido es increíble. Todo el mundo es capaz de pagar un poco más porque lo que ofrecemos es extraordinario.

- ¿Y tras el verano?

- Volvemos a la realidad normal, de un Auditorio con 1.800 personas y un teatro para 900. Aguanta todo esto cuando en la tarde de un martes de noviembre está lloviendo y la gente tiene que elegir entre gastarse cuarenta euros o quedarse en su casa viendo una película. Conozco a media docena de personas de entre treinta y treinta y cinco años que la víspera del concierto de Springsteen vendió su entrada porque les daba pereza. La gente está curada de espanto. ¿Qué les vas a vender? El principal problema está ahí.

- ¿Y no han saturado el mercado los propios artistas, que han multiplicado sus actuaciones en busca de ingresos en estos tiempos de penuria en la venta de discos?

- Claro. Y en lugar de estar cuarenta grupos girando hay cuatrocientos. El otro día me comentaba un promotor donostiarra que este verano, cualquiera que sepa tocar la guitarra y que cante va a estar en la carretera. Es que no va a haber, no ya público, sino autobuses para todos. Todo el mundo va a estar de gira: los que llenan estadios de 90.000 y los que actúan para 120. Para el músico, la actuación del verano es el maná. Los precios se multiplican y los públicos, también. Pero todo esto se va resintiendo. ¿Cuándo? En la fría tarde de noviembre. Hay que andar con cuidado e ir gastando el presupuesto institucional con cuidado porque no se puede pinchar, no al menos sin un motivo artístico que lo justifique. Yo programo pop para llenar y también otras propuestas claramente minoritarias. Al cabo del tiempo, hemos logrado presupuesto y credibilidad para mantener una línea de colaboración con un icono mundial en la programación de músicas del mundo: el Teatro de la Villa de París.

- ¿No hay temor a un tirón de orejas de las instituciones por programar actuaciones tan minoritarias?

- En absoluto. Son conscientes de que la programación está para eso. Claro, a ellos también les vienen de otras instituciones para preguntarles cómo hemos podido traer a tal o cual artista y les acarician la oreja con este tipo de cosas, que no son pelotazos, pero sí importantes, no en cuanto a las cifras de público, sino en su singularidad y peculiaridad.

Nick Cave, Al Kooper, The Lonely Boys...

- ¿Cuál ha sido el momento que más ha disfrutado como espectador en estos meses de programación en el Victoria Eugenia?

- Hay dos conciertos que dibujan el ideal del pop en este Teatro: Patti Smith y Paul Weller. Son ese tipo de figuras con personalidad y años de escenario que salen con todo el bagaje de su historia. Ahí, el Victoria Eugenia se porta.

- ¿Y el momento más duro?

- Lo pasamos mal con el problema de plataforma con Fangoria.

- ¿Se ha descartado volver a utilizarla?

- No, pero nos tentaremos la ropa mucho antes de volver a hacerlo. Una vez que se hizo mal -no con peligro, pero sí con sensación de peligro-, arrastró al concierto de Carlinhos Brown, que quedó fatal. Para qué engañarnos. Fueron los dos momentos malos, pero perdiendo se aprende. Para Patti Smith se hizo impecable. El teatro estuvo como debía estar. Esa plataforma se puede volver a montar, pero por cuestión de imagen, por la rechufla que provoca, hay que pensárselo un poquito. En estos momentos, no hay ningún concierto previsto en el que se vaya a instalar la plataforma, entre otras cosas, porque cuesta una pasta.

- ¿Puede adelantar un concierto en cada uno de los tres recintos?

- En el Auditorio del Kursaal actuará en abril Nick Cave & Bad Seeds, uno de los objetivos de cualquier programador. Para el Victoria Eugenia destacaría a Luz Casal y también Susie Ibarra, que actuará junto a su marido Roberto Rodríguez en la sala Club. Es una baterista filipina que ha actuado con algunos de los más grandes del jazz. Aquí vendrán con una propuesta curiosísima que no sé qué tal funcionará. En Gazteszena tendremos a Al Kooper, un músico que acompañó a Bob Dylan y los Rolling en sesiones de grabación legendarias. En ese escenario tendremos a The Lonely Boys, una propuesta puramente guitarrera. Les vi actuar en su Austin natal y me encantaron.

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