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GONTZAL LARGO
Domingo, 30 de diciembre 2007, 01:55
En agosto de 1893, una carta sellada en Madrid llegó al Ayuntamiento de San Sebastián. La remitía un tal Emilio Rotondo Nicolau, constaba de tres páginas preciosamente manuscritas y, en ella, hacía una proposición que despertaría no pocas suspicacias. El señor Rotondo ofertaba los restos de una ermita románica, una levantada en el siglo XII en la ciudad castellana de Ávila. Por supuesto, el empresario madrileño no regalaba el templito, sino que lo vendía a un precio en absoluto asequible: 50.000 pesetas de la época.
Por todos es sabido que las negociaciones no llegaron a buen puerto pues San Sebastián, a día de hoy, no cuenta con ningún edificio más vetusto que la iglesia de San Vicente, fechada en el siglo XVI. Así, tras el intento, Emilio Rotondo recogió los bártulos y desistió. En la actualidad, la ermita, dedicada a San Isidoro y San Pelayo, descansa en Madrid, ignota y oculta en una esquina -junto al cruce de O' Donnell con Menéndez Pelayo- del parque del Retiro. Esta es, entonces, la historia de una compra que pudo ser y, al final, no fue.
Es obvio que Emilio Rotondo era un empresario adinerado. Adquirió el templito tras una de las desamortizaciones del siglo XIX en las que gran cantidad de bienes eclesiásticos fueron subastados, la desmontó y llevó a Madrid, donde el edificio permaneció a la espera de ser levantado de nuevo. En 1893, escribió una carta de su puño y letra al Consitorio de esta ciudad. Lo sabemos porque la misiva se conserva en el Archivo Municipal del Ayuntamiento y su hallazgo generó en nosotros una mezcla de entusiasmo e incredulidad.
Casa en la calle Marina
En ésta, Rotondo se presentaba como un madrileño de la calle Preciados -con vivienda en la donostiarra calle Marina-, y avisaba que la ermita estaba a la espera de reconstruirse en la «provincia de España que mejor acogiera la elevada idea de perpetuar tan importante templo en bien de la religión y el arte antiguo». En líneas sucesivas, don Emilio no cejaba en su empeño de dignificar los restos, alabar sus piezas -«sus ricos capiteles tallados en piedra»-, destacar su longevidad -insinuando una posible datación en el siglo VI- e insistir en la necesidad que tenía San Sebastián y las antiquísimas «provincias vascongadas» de contar con un edificio tan anciano a la altura de su leyenda. De hecho, proponía que éste podría utilizarse como «suntuoso panteón de ilustres euskaros». Ahora bien, ¿Por qué Rotondo lo vendía, precisamente, a San Sebastián? ¿Por qué no fue adquirida por el Ayuntamiento de nuestra ciudad?
Aprovechando una visita a la capital del Reino, nos acercamos hasta el parque del Retiro para echar un vistazo a las citadas ruinas y, en sueños, imaginar cómo habrían podido quedar éstas en el monte Ulía, la ubicación que el propio Rotondo Nicolau proponía en su misiva. A pesar de su austeridad y la mella que ha hecho el tiempo en ella, la ermita goza de esa belleza, primitiva y mágica, propia de los monumentos románicos. Apenas se mantiene en pie el citado ábside y un pórtico cuyas esculturas parecen desgastarse con la mirada, pero el conjunto arquitectónico casa estupendamente con el entorno y dos espigados cipreses que lo flanquean.
Para saber un poco más de la historia de la construcción y sus circunstancias, contactamos con Amigos del Románico -asociación que trabaja para divulgar el arte románico y proteger el patrimonio existente-, donde nos llevamos una gratísima sorpresa. Dimos con Javier de la Fuente, un miembro que, no sólo se había encariñado con el maltrecho y olvidado templo, solicitando a las instituciones su traslado a un entorno más acorde con su valor, sino que se encontraba finiquitando un exhaustivo trabajo monográfico sobre la ermita. Aún así, la sorpresa de Javier de la Fuente cuando le comentamos el hipotético aterrizaje donostiarra de San Isidoro fue mayúscula.
La odisea de la 'iglesita'
El amante del románico desconocía la historia así como la posibilidad de que Emilio Rotondo hubiera tratado de vender el edificio en otras ciudades, aparte de Madrid. De la Fuente no tardó en suministrarnos la información que solicitamos, referente al período en el que se quiso vender la iglesia a San Sebastián: «La Real Academia de la Historia realizó una serie de informes entre 1893 y 1895 sobre el valor histórico y arquitectónico de las ruinas por orden del Estado (...) Se proyectó reconstruir la ermita en los jardines del Museo Arqueológico Nacional, pero por diversas causas se suspendió el proyecto (...) Pasado un tiempo el Estado cedió las ruinas al Ayuntamiento de Madrid y éste reconstruyó el templo en El Retiro, su actual emplazamiento. Hubo intención de trasladarla, de nuevo, en la década de los cincuenta a la Ciudad Universitaria, pero, una vez más, todo quedó en una mera intención», nos escribía Javier de la Fuente.
En Madrid, también visitamos la biblioteca central de la calle Conde Duque en busca de algún libro en el que se informara de la cantidad que pagó el Estado por San Isidoro, ofertada inicialmente a San Sebastián por 50.000 pesetas, equivalentes a unos 24 millones de pesetas al cambio actual. La respuesta la encontramos en la obra Jardines del Buen Retiro de Consuelo Durán Cermeño: nada más y nada menos que 18.000 pesetas. Ahora bien, ¿Por qué no la adquirió el Ayuntamiento donostiarra? Según leemos en un documento del Archivo Municipal: por «tener atenciones de mucha más preferencia que le imposibilitan a distraer sus fondos en la adquisición del referido monumento». Una pena.
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