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Lunes, 7 de enero 2008, 09:17
Ninguno de los responsables guipuzcoanos de la multinacional noruega UECC podía imaginar que las gaviotas iban a convertirse en su verdadero quebradero de cabeza. Las aves encontraron en la explanada de la empresa, donde se descargan los coches que llegan por ferrocarril, el lugar más cálido para anidar y pasar las noches. El paisaje del día siguiente no podía ser peor para la compañía: centenares de coches marcados por los excrementos de los pájaros.
La solución para espantar a las aves no fue fácil. Primero utilizaron aparatos con sonidos que reproducen el grito de alarma de las especies y el de sus depredadores naturales. Pero no fue suficiente, ya que, al caer la noche, cuando la tecnología dejaba de funcionar, las gaviotas volvían al lugar. El segundo intento fue con halcones, un sistema para ahuyentar aves que se utiliza en los aeropuertos, aunque tampoco cuajó. Al final, lo más eficaz fue la colocación de un cable de nylon, imperceptible a primera vista, que hace las veces de espantapájaros. Las gaviotas, cuando se acercan y quieren emprender el vuelo, chocan contra el hilo y salen espantadas. «Funciona», aseguran desde la compañía.
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