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Los dantzaris iban ataviados con vistosos trajes. [PEDRO ARRESTI]
Urbeltz triunfó con 'Axeri boda'
BILBAO

Urbeltz triunfó con 'Axeri boda'

Basada en una antigua creencia vasca sobre el casamiento de los zorros, la obra reunió a 41 dantzaris en el Arriaga

IRATXE DE ARANTZIBIA

Lunes, 25 de febrero 2008, 02:14

BILBAO.DV. Muy aplaudido el estreno absoluto de Axeri boda de Juan Antonio Urbeltz que tuvo lugar ayer en un concurrido Teatro Arriaga, que se saldó con casi diez minutos de ovación ante un público entusiasta. A partir de una vieja creencia vasca, también existente en Japón, según la cual cuando llueve o hace sol los zorros celebran sus bodas, el investigador navarro construye una obra, de hora y media de duración, revisando los Axeri-dantzak o las danzas guipuzcoanas de los zorros, extendidas en localidades como Andoain, Aduna o Hernani.

Las doce escenas de Axeri boda reunieron en total sobre el escenario bilbaíno a 41 dantzaris, en esta creación para el grupo Argia, que contó con la colaboración de los grupos Duguna, de Pamplona, Haritz, de Elgoibar, y Kezka, de Eibar.

Las creencias populares vascas y japonesas acuñaron la idea de que los zorros celebran sus nupcias, llenas de misterio y peligro, en una veleidosa meteorología de sol, lluvia y blancas nubes corredoras, rematados por arco iris. Euri eta iguzki, azeriaren ezteiak, aseveraban los antiguos vascos. Kitsuné no yome-iri, dicen los nipones. El riesgo de despertar la ira de los observados zorros en sus esponsales, hacía que los mayores apercibieran a los pequeños sobre el peligro que corrían si eran desobedientes. Sobre esa antigua metáfora, las culturas europeas han construido diferentes visiones del problema que planteaban esos zorros de fantasía. Como nexo de unión entre Euskadi y el país del sol naciente, Juan Antonio Urbeltz se apoya en la cinta Los sueños del realizador Akira Kurosawa, que alude también a esa metáfora del casamiento de los zorros.

Rojos y negros

Doce piezas integran Axeri boda, en las que se entremezclan bailes tradicionales como la sokadantza, el ingurutxo, danzas de escudos, palos y habaneras. Los dantzaris de la obra de Urbeltz se dividen en axeri gorriak (zorros rojos) y axeri beltzak (zorros negros) y van vestidos con trajes rituales en alusión al astuto animal protagonista. La multitud de participantes en escena dejó, en ocasiones, pequeño el escenario del Arriaga, en una explosión de colorido en este espectáculo, que, partiendo de elementos tradicionales del acervo cultural vasco, no se convierte en una reproducción literal de la tradición viva de los Axeri-dantza.

Los grandes damnificados de la noche fueron los palos de las danzas, ya que muchos de ellos se rompieron e incluso un fragmento fue a parar a manos de una espectadora de la primera fila.

A partir de 1987 Urbeltz ha puesto en escena diversos espectáculos en torno a la danza tradicional de corte más purista, lejos de la corriente balletizada propulsada por Gene Yurre en Kresala. Así surgieron obras como Irradaka, Zortziko, Muriska, Alakiketan, Kondharian y Pas de Basque. Su prolífico trabajo sobre la euskal dantza, afianzado también a través de una dilatada bibliografía y reconocido con el nombramiento como miembro del Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO, le ha valido recientemente el Premio Jimeno Jurio (Artajona, 2007), en su tercera edición.

Ciertamente, Juan Antonio Urbeltz hace gala de su proverbial conocimiento del folklore vasco en cada uno de los espectáculos que confecciona. Y desde esa sabiduría administrada en pequeñas dosis, el alma mater de Argia se empeña en preservar los bailes tradicionales vascos, mediante la creación de diversos montajes en los que rescata alguna danza y actualiza otras muchas, para revitalizar la salud del folklore autóctono. Con más de cuatro décadas de trabajo a sus espaldas, esta compañía de euskal dantza respeta y mima el acervo cultural vasco. Se trata, en suma, de un folklore de escenario, bien interpretado -en el apartado de danza y en el aspecto musical-, pese a las imperfecciones propias de los nervios del estreno, dispuesto de manera adecuada, aunque, en ocasiones, los bailes adolezcan de reiteración, confeccionando un espectáculo de altura, que deleitó a un público, predominantemente aficionado a esta modalidad artística, que aplaudió con la misma entrega puesta por el grupo de danza. En el final de fiesta, con la mitad del público puesta en pie, Juan Antonio Urbeltz, con evidentes muestras de alegría por su nuevo éxito, se atrevió a dibujar un par de pasos que recordaron a su etapa de dantzari.

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