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BENITO URRABURU
Jueves, 8 de mayo 2008, 10:30
Hendaia. DV. Ion Pardo, el primer ganador, el primer líder de la Vuelta al Bidasoa es un ciclista grande y fuerte. Un rodador que cuando era juvenil se hinchó a ganar carreras en Navarra a base se soltar latigazos que nadie podía seguir.
Con 1, 80 de estatura y 80 kilos de peso, el corredor nacido en Lukin (Navarra) de 20 años de edad, que cumple su segunda temporada de aficionados venció, según su director, Xabier Artetxe, gracias «al arranque que tiene. Ataca, se va, se queda solo o se mete en una escapada y es capaz de rodar muchos kilómetros sólo».
Su físico, por buscarle un parecido, se asemeja bastante al de Txente García Acosta. El triunfo de Pardo llegó en una etapa en la que los corredores no pudieron utilizar el pinganillo, y por lo tanto, que los directores no pudieron utilizar la radio.
A Pardo le habían dicho en la salida que si llegaba delante, atacase. Y eso hizo. Tiene fuerza para regalar. Sin pinganillo, los corredores tuvieron que pensar, los directores se dedicaron a dar gritos por la ventanilla para intentar transmitir alguna orden y el silencio se adueñó de los coches.
Se notó que los ciclistas tenían que pensar por sí mismos, o por las indicaciones que les transmitían algunos de sus compañeros y también, como no, por la forma en que se corrió.
La primera etapa de la Vuelta al Bidasoa, que mantiene invariable su recorrido, cambió mucho sin el pinganillo. Hubo una escapada que se quedó muy cerca de llegar a la meta, Rubén García (Saunier Duval), al que cogieron a falta de dos kilómetros, fue el último mohicano, cuando normalmente otros años, las fugas superaban escasamente el minuto.
La de ayer llegó a tener 3:20 de diferencia y la impresión es que llegaba a Hendaia. Los corredores tienen que decidir, pensar, organizarse para trabajar, atacar, esperar el momento para moverse. Ya nadie les va leyendo la carrera. Eso que ganan en tranquilidad.
La etapa estuvo desordenada en algunos momentos. La fuga del día llegaría muy pronto, en el kilómetro 20. Se meterían en ella Javier Sarda (Bruesa), Imanol Mendikute (Azpiru), Rinaldi (La Pomme Marseille), José Lara (El Soplao), Rubén García (Saunier Duval), Pascual Martin (C. Valenciana), a los que se unirían Mattio (Unidelta), David Santiago (SuperFroiz), Vejmelka (Foronex), Arturo Mora (El Soplao), que pincharía, y el americano Howes (La Pomme Marseille). Los segundos aumentaban y el pelotón no se movía. Llegaron los minutos y la preocupación en muchos coches era importante.
Los directores sólo podían esperar, confiar en que a alguno de sus corredores se le ocurriese trabajar. Trabajaría el Lokosphinx ruso y el Seguros Bilbao. Esa escapada, el último superviviente, Rubén García, se quedó a dos kilómetros de la meta.
Sin pinganillo, hay mucha carrera por delante, y también mucho descontrol. Ion Pardo aprovechó la mejor ocasión que se le podía presentar durante la carrera para poder vencer.
El año pasado ganó una carrera en Gorliz y este lleva muchos triunfos en las metas volantes de un buen número de carreras: «Las gana todas, porque siempre está escapado» nos decía Xabier Artetxe.
«Me cuesta pasar la alta montaña. En la media me defiendo bien», nos decía. Le daba el cuarto triunfo al Seguros Bilbao. En el llano voló. Un ciclista para un ciclismo que por estos lares no se estila. Cuando afine un poco se hará más corredor. La Vuelta al Bidasoa está más abierta que nunca.
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