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JUAN AGUIRRE
Miércoles, 25 de junio 2008, 03:35
E l donostiarra Vicente Manterola tenía un talento fetén para la frase política. De su magín salieron fórmulas como 'Glorioso Alzamiento Nacional' y 'Cruzada' aplicadas a la insurrección carlista de 1872, que más tarde el franquismo recuperó para el golpe de Estado del 18 de julio. Entre los curas trabucaires que aquella contrarrevolución sacó de las sacristías, el indómito Santa Cruz se llevó la fama pero Manterola cardaba mucha más lana: político, periodista, estratega, diplomático, conspirador, analista del espiritismo, visionario; pero, sobre todo, un gran orador.
El cura koxkero poseía un piquito de oro por el que daba salida a una retórica la mar de resultona: un Jiménez Losantos decimonónico, para entendernos, que, en vez de micrófonos episcopales, utilizaba los púlpitos de toda España como altavoz para su verbo fustigador y así se abrió hueco en la política nacional. Como diputado a Cortes por Gipuzkoa, en 1869, fue el único capaz de lidiar mano a mano con Castelar, el 'José Tomás' del parlamentarismo español, y se cuenta que al final de su vida, en la catedral de Toledo, predicaba hasta cuatro veces al día a petición de la feligresía.
es el título de un folleto publicado por Manterola en vísperas de la última carlistada y que alcanzó notable difusión. El vicario situaba a España en la disyuntiva entre el carlismo o los llamados petroleros, sinónimo de radicales de izquierda. «Si la religión desapareciera, los demagogos y petroleros nos declararían una guerra a muerte. Es cosa que espanta», dice un personaje manteroliano de Peréz Galdós.
Hoy, desde otro punto de vista, el petróleo emerge nuevamente como amenaza incendiaria para la estabilidad económica y social. Y eso sin que tengamos a un Don Carlos salvífico en quien confiar. Porque no suena igual de convincente el eslogan 'Doña Esther Larrañaga o el petróleo', por mucho que la consejera de Medio Ambiente sea ferviente partidaria de las energías renovables.
Nuestro gozo económico de los últimos años va camino de hundirse en un pozo negro del que ya veremos cómo salimos: vienen tiempos crudos. Metidos en el brete, hay gentío al que le gustaría ver a sus mandarines al timón fijando rumbo y con el catalejo desplegado sobre el panorama global, más que amodorrados en consultas con la almohada soberanista. Pero aquí pinchamos en un viejo hueso: los Manterola y compañía se echaron al monte con el estandarte absolutista de 'Altar y Trono' a la misma hora que en Europa se combatía por unas repúblicas democráticas y sociales.
Los vascos no seríamos lo que somos sin ese raro oportunismo por lo intempestivo. Ahora, que cuando menos lo pienses, encontramos petróleo. Y además del bueno.
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