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LARA OCHOA
Domingo, 7 de septiembre 2008, 04:05
DV. -¿Es usted el párroco?
-Sí, ¿qué quiere?
-Estoy haciendo un reportaje sobre los datos documentales de desaparecidos durante la Guerra Civil y el franquismo que pueda haber en su iglesia.
-Yo de eso no sé nada. Lo mejor será que llame al Obispado.
La conversación se repite una y otra vez. Los responsables de parroquias de Errenteria, Andoain, Hernani y Arrasate -donde podrían encontrarse, según los investigadores de esta causa, los restos mortales de la mayoría de los desaparecidos en Gipuzkoa- insisten en que ni saben ni tienen información. En el Obispado tampoco hubo suerte.
Los libros de los difuntos de las feligresías de la Iglesia católica, junto con registros civiles y archivos militares, son una fuente de información básica para los historiadores de toda España en su búsqueda por esclarecer qué ocurrió con los desaparecidos durante la Guerra Civil y el franquismo. Sin embargo, el acceso a estos documentos y otros datos que son propiedad de la Iglesia es una tarea no exenta de obstáculos.
Para allanar un poco este camino, el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, en su iniciativa de recopilar toda la información posible sobre lo acaecido durante esa etapa histórica, ha dirigido su mirada también a la Iglesia. Por eso, ha solicitado a la Conferencia Episcopal que comunique a todas las parroquias españolas, casi 23.000, que deberán permitir el acceso de la Policía Judicial a sus archivos.
Investigadores vascos como Paco Etxeberria o Iñaki Egaña apuntan a que existe cierto hermetismo en la Iglesia sobre este tema. Etxeberria se muestra convencido de que la institución eclesiástica «tuvo que generar papeles sobre lo que estaba ocurriendo». «Tiene que haber información en las parroquias que dé fe de que fulanito murió en circunstancias irregulares o en términos parecidos», añade.
El director del Departamento de Antropología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi dirige desde hace años a un grupo de personas que, como él, buscan «desde un punto de vista técnico aportar información para conocer la verdad sobre lo ocurrido». Etxeberria afirma que «cuando se pregunta a la Iglesia si tiene información sobre esta causa dicen que no se conserva nada. Pero este argumento también lo hemos escuchado en algunos archivos militares y cuando se nos ha permitido el acceso la sorpresa ha sido enorme al comprobar que esos documentos existen». Sin embargo, el director del Archivo Histórico Diocesano de San Sebastián, José Ángel Garro, sostiene que «aquí no hay nada». «En mis años como archivero -responde- no he visto ni una sola lista de fusilados ni de nada».
Nuevos datos
El debate sobre el lugar donde se puede encontrar información sobre cuántos y quiénes eran los desaparecidos durante la Guerra Civil y el franquismo siempre ha suscitado cierta polémica en la Comunidad Autónoma Vasca. Por un lado, los investigadores admiten tener constancia de que en las parroquias tienen que existir datos sobre esta causa. Por otro, la Iglesia como institución ha negado disponer de dicha información.
Los años de estudio han permitido a los historiadores de la Comunidad Autónoma Vasca disponer de un gran volumen de información sobre el número de desaparecidos. Pero son conscientes de que en el futuro pueden aparecer informaciones nuevas que transformen la situación actual. Según datos de Oroituz, colectivo de Andoain que busca recuperar la memoria histórica, en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra se estima que son 5.433 los desaparecidos por la represión franquista -1.004 en Gipuzkoa, 351 en Álava, 916 en Vizcaya y 3.162 en Navarra- y 764 los desaparecidos por la represión republicana -280 en Gipuzkoa, 42 en Álava, 442 en Vizcaya y ninguno en Navarra-.
En esta búsqueda constante de información, el historiador donostiarra Iñaki Egaña ve en la iniciativa de Garzón una «gran oportunidad» para acceder a los documentos que están en posesión de la Iglesia ya que pueden arrojar pistas nuevas sobre el paradero de los desaparecidos. «Me consta que en parroquias guipuzcoanas tiene que haber información, lo que no sabemos es si será diferente a la que ya tenemos. Son muchos los curas que escribieron diarios y esa información es interesante para esta causa», explica Egaña. El sacerdote y antropólogo Jose Miguel de Barandiaran es un ejemplo en el que se apoya Etxeberria para mantener su tesis de que entre los muros de no pocas parroquias tienen que existir documentos: «Barandiaran escribió un libro sobre lo ocurrido con los datos que le facilitaron sacerdotes vascos cuando él estaba en el exilio. Ese intercambio de información existía y por lo tanto tiene que constar en algún documento».
Más de una visión
Sea como fuere, Garro insiste en que en el Archivo Diocesano donostiarra «no tenemos listas de ningún tipo, aunque puede ser que algún párroco a nivel particular, pero no como Iglesia, pueda tener información. Que la gente no se crea que se está omitiendo algo porque no es así». Respecto a la iniciativa del juez Garzón, Garro no duda de «su buena voluntad, pero en ese intento de buscar información va dando palos de ciego y mete a los párrocos y a la Conferencia Episcopal, que nada tienen que ver con este asunto».
Otras fuentes cercanas a la Iglesia dan otra visión sobre esta materia. Un ex sacerdote, que no quiere que se le identifique, indica que «la Iglesia como institución ha querido tapar lo ocurrido por miedo. Entre sacerdotes sí que se ha comentado este tema, pero los obispos nunca han querido hablar de ello». Afortunadamente, esta actitud cambia cuando se llama a la puerta de un templo. «Me consta que los párrocos no ponen trabas para acceder a esa documentación. Ha habido algunos que han hecho cosas y han descubierto alguna lista con nombres», indica.
Sólo el tiempo dará la razón a unos u otros, o quizá a ambos. De lo que no cabe duda es de que más de setenta años después de que estallara la Guerra Civil, aún hay decenas de familias guipuzcoanas que no saben qué fue de uno de los suyos. Y en esta tarea de devolver a los desaparecidos a sus lugares de origen la dedicación de investigadores como Egaña y Etxeberria -con más o menos ayudas por parte de todo tipo de instituciones- se torna fundamental.
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