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JUAN AGUIRRE
Miércoles, 17 de septiembre 2008, 05:38
No poseía superpoderes como el capitán América, ni sabía manejar la espada como el capitán Alatriste; le gustaba el mar bastante menos que al capitán Nemo pero engatusando marinos tenía mejor mano que el capitán Garfio. Posiblemente fuera vasco y se apellidase Arana aunque, por corrupción fonética, ha pasado a la historia como El capitán Araña.
El tal capitán al parecer se dedicaba al reclutamiento de marinería y tropa para sofocar las rebeliones en las colonias españolas de América a finales del XVIII. Con su pico de oro causaba sensación en las tabernas portuarias y en las plazas cuando peroraba sobre la gloria y riquezas que aguardaban a quienes se enrolasen, y así consiguió fletar decenas de barcos. Pero nunca se subió a ninguno porque, llegada la hora de la leva, se desvanecía como un fantasma.
«Es como el capitán Araña, que embarcaba a todo el mundo y él se quedaba en tierra», dícese del que anima a otros a emprender una tarea ardua de la que él se escamotea. Capitanes Araña haberlos, haylos en abundancia. Por oficios, los sanadores de cuerpos y de espíritus son los más propensos. Quienes velan por nuestra salud se pasan el día diciéndonos lo que hemos de hacer o no hacer, de tomar o de abstenernos para una vida sana, pero a menudo ellas/ellos son los que peor se aplican el cuento y le pegan a todo indiscriminadamente, sabedores quizá de que no hay historial médico con final feliz.
Tocante a los curas de almas, entiendo que el arañismo está más arraigado que el arrianismo, herejía de la que últimamente vuelve a hablarse mucho. El otro día, mientras Benedicto XVI en París denunciaba el culto al dinero, «raíz de todos los males», en la emisora episcopal española los mensajes papales se entreveraban con cuñas publicitarias de la Visa Cope Card. «Es la nuestra... es diferente»: como dando a entender que los obispos han inventado la primera tarjeta de crédito puramente espiritual. Les canta mucho carisma.
Tampoco faltan émulos del célebre capitán en su posible terruño natal. Son, por ejemplo, esos que animan a los jóvenes a sacrificar sus vidas por la liberación de la patria oprimida, en tanto que ellos no se privan de ninguno de los beneficios de la vida burguesa: buen coche, piso y casita de descanso, sidrería y esquí en invierno, vacaciones y viajes en verano, etc. O los líderes de opinión que nos sermonean de continuo sobre las grandes ventajas del futuro TAV, pero que no verás montados en un transporte público ni por arte de fotoshop, siguiendo así la pauta marcada por Al Gore, genuino captain Spider del ecologismo global.
¿Es un pajarua?, ¿es un avión? No, es el capitán Arana repartiendo consejos a troche y moche para un mundo mejor.
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