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Viernes, 31 de octubre 2008, 09:25
san sebastián. DV. Hace diecinueve años, la Diputación acondicionó el caserío Iriarte Erdikoa un edificio del siglo XVIII situado en el centro de Ormaiztegi en el que residió durante un tiempo la familia Zumalacárregui para que albergara un museo inicialmente dedicado al general carlista Tomás Zumalacárregui Imaz (Ormaiztegi, 1788 - Zegama, 1835). Por extensión, los contenidos del museo que nació con una pequeña colección de objetos personales de Zumalacárregui, se ampliaron a la Primera Guerra Carlista, que se desarrolló entre 1833 y 1840.
En casi dos décadas de existencia, el museo ha ido completando su exposición permanente con nuevas piezas, ha extendido su actividad más allá de las paredes de Iriarte Erdikoa a través de exposiciones temporales, publicaciones diversas y una página web modélica, y se ha ido adaptando a las nuevas necesidades de los usuarios y a las nuevas tendencias historiográficas. Siempre con la vocación de ser algo más que un centro consagrado a un militar célebre tanto por su habilidad como estratega como por su firmeza con enemigos y desafectos y convertirse, como recuerda su eslógan, en el «centro de referencia para el conocimiento y disfrute del siglo XIX en el País Vasco».
Desde el mes de mayo, el Museo Zumalacárregui-Zumalakarregi Museoa ha estado cerrado al público, y tras sus puertas se ha ido fraguando la transformación más profunda desde su inauguración. Ha habido cambios físicos el edificio se ha liberado de todos los problemas de accesibilidad, por ejemplo, y se han modificado algunos espacios para aprovechar mejor la superficie disponible y prestar en mejores condiciones algunos servicios, como los destinados a los investigadores, pero la principal transformación se refiere a los contenidos.
Unos contenidos que, como subrayó en la reinauguración la diputada foral de Cultura, María Jesús Aranburu, se han ampliado para que la visión que el museo ofrece sobre el siglo XIX tenga también un enfoque más amplio. Y el foco se amplía mirando, casi por primera vez, al Zumalacárregui más desconocido, al destacado político liberal Miguel Antonio, rival político y hermano mayor del general carlista, penúltimo en una familia de once hermanos. Así, la propia historia de la familia ilustra la división ideológica que llevó a amigos y familiares a enfrentarse con las armas, y es un excelente ejemplo de las tensiones sociales, políticas e incluso personales que marcaron la violenta transición del Antiguo Régimen al Liberalismo.
El período histórico al que mira el museo también se ha ampliado, extendiéndose hasta la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), en un intento de ir completando paulatinamente la visión integral del siglo XIX que, a través de exposiciones temporales que normalmente se organizan fuera del museo, se extiende también a aspectos no estrictamente militares.
La exposición permanente se exhibe en siete áreas temáticas a través de numerosos recursos expositivos, que incluyen un uso deliberadamente comedido de las nuevas tecnologías. Como indica el responsable de investigación del museo, Mikel Alberdi, no es una omisión sino una apuesta basada en la riqueza de los fondos de un museo que, renovado, sigue siendo un centro que hay que degustar despacio, acercándose a la Historia a través de piezas que proceden directamente de aquellos tiempos. Entre las que se encuentran, por cierto, dos nuevas e importantes incorporaciones, ambas donaciones: una bandera carlista y una casaca de la compañía, liberal, de Voluntarios de la Libertad de Tolosa. n
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