Tres siglos después

Resulta sintomático constatar cómo cuando nuestra globalizada sociedad del siglo XXI busca -ansiosa- el advenimiento de nuevos líderes, poderosos, atractivos, honrados y capacitados, que la conduzca por tránsitos de esperanza, paz y cultura, hoy en día se tiene que acudir a música de hace tres siglos para que tales tránsitos se hagan patentes, ya que los creadores del pentagrama contemporáneo no motivan al ser humano para el gozo como lo hicieron los de épocas pretéritas.

Hay que volver a Haendel para gozar, para sumergirnos en remansos de laxitud espiritual, como ayer ocurrió en el Auditorio Kursaal escuchando, de la mano de los veintidós estupendos músicos que integran el conjunto instrumental francés , dos elegantes y simbólicas construcciones líricas de don Georg Friedrich.

, es una pieza escrita para soprano, que tiene el exclusivo binomio doble de aria-recitativo-aria-recitativo, a modo de cantata ilustrada, en el que la voz de Magali Léger no solo mostró su calidad en la concepción interpretativa del estilo barroco, sino que el brillo bruñido de su voz puso momentos de especial emoción como fue el aria , adornada por el preciosismo previo de la flauta de pico. El mismo estilo compositivo, pero ya con más enjundia operística es la obra , contando con la voz de bajo barítono canadiense Nathan Berg, dotado de un instrumento de timbre sugerente y bien compensado para esa coloratura, estando como mejor encarnadura en el registro grave que en el limitado agudo, pese a las pocas exigencias impuestas por Haendel. Magali Léger volvió a repetir su elegante técnica. Bondad en .

Pobreza en el programa de mano, sin información alguna para el respetable sobre las obras interpretadas, y en la puesta en escena, sin una mala planta que llevarse a las pupilas. ¡Ay!.