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José Luis Aramburu, prejubilado; Begoña Vila, esposa de fallecido; y Patxi Gortázar, en Errenteria. /ÍÑIGO ARIZMENDI
Con amianto en los pulmones
SALUD, LOS EFECTOS DEL AMIANTO

Con amianto en los pulmones

El amianto fue utilizado durante años en muchas empresas vascas sin que se conociesen sus efectos en la salud. Tres afectados por desprendimiento de pleura originado por trabajar en contacto con el producto cuentan sus casos

MIKEL SORO

Sábado, 8 de noviembre 2008, 10:28

DV. Miedo a la muerte. Enfado porque nadie les avisó del peligro de manipular el mortal amianto. Dolor en el cuerpo. Y rabia por que no se considere enfermedad laboral la destrucción de la pleura por inhalación de polvo de amianto.

Tres testimonios sobrecogedores pudo recoger ayer este periódico antes de la asamblea de afectados que la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (Asviamie) celebró en Errenteria. Una veintena de personas, la mayoría con esta dolencia, y sus familiares escucharon a Araceli Larios, especialista en medicina del trabajo, y a Jesús Uzkudun, responsable de salud laboral de CC OO. Estaba previsto que acudiese Olvido Herreras, psicóloga y secretaria de la asociación, pero el jueves tuvo que enterrar a su padre, un afectado por el amianto.

No saber qué le pasa

Patxi Gortázar Gorostegui es durangués. Su historia es dura. «Comienza en 2003. Mutualia me llama a casa para avisarme de que en un reconocimiento de empresa las placas de tórax se veían dudosas y me pasaba a Osakidetza. Yo no sospechaba nada. Voy al hospital y me detectan placas pleurales. El informe y las placas pasan a Mutualia. En ese tiempo me sentía fatal. Notaba que me moría pero no sabía qué me pasaba: problemas de sueño, depresión, dolores musculares... Mal. Así hasta noviembre de 2005. Han pasado dos años y medio. Por un catarro voy al médico de cabecera. Como no me curo, me manda hacer nuevas placas del tórax y me detectan una neumonía atípica y un desprendimiento de pleura. Me pasan al neumólogo, quien me dice que ve algo más. Me hacen un TAC (...) y aparecen las placas pleurales. Caigo en una depresión y necesito ayuda. Recurro a mi sindicato y, después de treinta años afiliado, me dice que no sabe dónde paso las horas fuera del trabajo. Mi trabajo era en una fundición. Yo manejaba las mangueras para refrigerar un horno. Estaban recubiertas de amianto para que no se quemaran. Nadie me había avisado. En esa empresa han retirado el amianto en enero de 2008. Aunque ya estaba peleado con ellos por mi enfermedad desde 2006. En 2007 aparece otro nuevo caso».

Para hacer más profundo su sufrimiento, tiene que reclamar a su mutua, a la que ha ganado dos juicios. «Pido que se reconozca como enfermedad profesional. Me lo negaban la empresa y la mutua. No me quieren indemnizar. Osalan encuentra amianto en la empresa, avisa a Inspección de Trabajo y sanciona a la empresa con el 30% de mi nómina».

Está aparentemente bien de ánimo. «Con ayudas. De salud, estoy perdiendo capacidad pulmonar. Ando con mucha fatiga. Siempre estoy cansado. No hay tratamiento. Tomo cortisona, pero cuando se declare un epitelioma será fulminante».

El calvario de una viuda

Begoña Vila es viuda de un empleado como asistente de viajeros en ferrocarril en Wagon Lits. Es de Santurtzi. «Murió a los 46 años. Se le diagnostica la enfermedad en 2005 y fallece once meses después. Sufría tos y su médico de cabecera le auscultó. Algo vio que le envió a hacerse radiografías del tórax. Estaba aterrorizado porque le remite inmediatamente al Hospital de Cruces. Vimos expresiones muy serias. Le hicieron pruebas, le sacaron líquidos del pulmón por la espalda y quedó pendiente. Nadie nos dijo nada de lo que padecía. Sólo me dijeron que podía ser más grave que una tuberculosis. Eso sí que lo recuerdo. Me quedé aterrada. Volvemos a casa y a los pocos días nos dicen que debe ingresar urgentemente. Sin esperas. No lo relacionábamos con el amianto. El inmunólogo nos dice que tiene un cáncer de pleura, grave. Que empezara inmediatamente con quimioterapia. La oncóloga le pregunta insistentemente si había tenido contacto con el amianto. Mi marido dice que no. Indagamos y comprobamos que se usaba amianto para aislar vagones y las conducciones. Le hicieron una biopsia y cuando falleció envié una muestra a un hospital de Barcelona para tener una segunda opinión de su enfermedad. Me señalan que era un mesotelioma epiteloide. Por el amianto. Él no lo supo nunca porque ya había fallecido. Lo hice después porque mi prioridad era cuidar de mi marido. Ahora estoy en la asociación de víctimas del amianto de Euskadi para que no vuelva a pasar y que los familiares no pasen la angustia, el miedo que he pasado yo. Que la gente consiga los diagnósticos en sus centros hospitalarios porque se puede conseguir. Se trata de una simple biopsia».

Pulmones encharcados

Viene José Luis Aramburu Artola de una sesión de quimioterapia de cuatro horas. Tiene buen aspecto a sus 64 años. Está prejubilado. Cuenta con rabia que nadie le advirtiera del peligro de trabajar con amianto. «He estado durante cuarenta y cinco años en una fundición en Lasarte Oria. A los 63 me detectaron cáncer de pleura debido al contacto con el amianto. Manejábamos placas de un metro por uno diez. Lo partíamos con la mano para proteger y aislar los moldes de las soldaduras, que eran de madera. Nadie nos dijo, ni cuando trabajábamos con el amianto, ni después de jubilarnos, que era mortal. Es curioso, porque hasta 1983 nos hacían todos los años radiografías del tórax. Luego dejaron de hacerlas. Los primeros síntomas los noté el año pasado. Andaba y me cansaba. No podía respirar. Fui al médico y me dio pastillas para el catarro. Le dije que no estaba acatarrado. Me preguntó: '¿qué quieres que te haga?' Unas placas, le contesté. Me las hicieron y vieron que tenía los pulmones encharcados. Me sacaron dos litros y medio de líquido. Analizaron todo y dedujeron que era por el amianto. Me sugerían que lo denunciara, pero les dije que lo que iba a hacer era intentar curarme. Avisé al responsable de Seguridad e Higiene de la empresa de lo que me pasaba tras mandarle la baja».

Aramburu continúa: «Osalan fue a la fábrica, investigaron a ver si era de enfermedad o accidente, comprobar si había amianto. Yo he visto mil kilos de amianto almacenados». Saber su enfermedad le supuso «un disgusto enorme. Ahora estoy muy dolorido. La pleura está sellada pero no permite flexibilidad a las costillas. No puedo estar ni sentado en un sofá especial que compré. He rezado meses enteros para que me muriese. De pie estoy bien. Viene un médico de atención domiciliaria pero todo el dolor no me quitan. Estoy tomando quimio. Hice seis sesiones de ocho horas. Ahora estoy en la tercera, de tres horas».

Los hijos, la mujer y su médico «me ayudan a llevarlo mejor. Mientras, colaboro con la asociación».

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