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GAIZKA LASA
Domingo, 28 de diciembre 2008, 04:21
Las primeras arrugas delatan los 52 años de un rostro curtido en las colinas irlandesas de Carrick-on-Suir. Casero, campechano, apegado a sus orígenes y tradiciones. A pesar de haber construido un reinado legendario en el mundo ciclista, ni rastro de despotismo. La humildad de trato contrasta con la soberbia de su palmarés. Evoca autenticidad. La que transmitía sobre dos ruedas y ha servido tantas veces de postal para reflejar la épica del ciclismo. La misma que le arrastra hoy a su granja.
- Se les ve feliz, a usted y también a los burros.
- (Sonrisa de oreja a oreja) Trabajar en la granja es mi principal afición. Es lo que más echo de menos después de mi familia cuando estoy fuera de casa. Antes tenía más animales, pero ahora me he quedado con los burros. Me encantan y hay mucha demanda aquí en Irlanda. Los suelo alquilar a los caseros del valle.
- Estas colinas fueron su primer campo de entrenamiento.
- Aquí aprendí a andar en bici. Primero para jugar, luego para ir al colegio, y más tarde para competir. Al principio, todo con la misma bici. Me acuerdo que gané la primera carrera que corría en Carrick-On-Suir con la de paseo. Tenía 16 años. Había un handicap para los nuevos. Me dejaron una ventaja de dos minutos y no me pillaron. Luego se me acabó el handicap y con él, las victorias.
- Acabar, acabar...
- Aquel año. Luego vino la bici de competición con cuatro piñones, las salidas internacionales con la selección junior y el año que pasé en Metz como amateur. Allí empecé a aprender el oficio de ciclista.
- ¿Quién le enseñó?
- Mi maestro fue Jean de Gribaldy. Me ofreció mi primer contrato profesional, pero sobre todo me enseñó a entrenar y cuidarme. Siempre lo tenía encima. Pendiente. Estaba 20 años adelantado a su época. Hasta entonces yo jugaba con la bici. Con él aprendí a trabajar.
- ¿También le enseñó a superar el frío y la lluvia?
- Es lo que tuve desde que nací. Si querías ser ciclista en Irlanda no podías mirar al tiempo. No es un mérito. De igual modo, no podía rendir con mucho calor. Es una pena que el Tour fuera en julio.
- ¿Sus corredores también se acoplan, o se quejan más?
- Es diferente. Ahora conocen lo que es el buen tiempo. Pueden entrenar en Alicante por 50 euros. Y hacen bien. Merece la pena. El ciclismo ha avanzado mucho en el plano de la preparación, los medios, la ropa o el material.
- ¿Todos los cambios han sido para mejor?
- No. Soy partidario de aprovechar los adelantos de la técnica, pero la mentalidad ha cambiado tanto o más que lo anterior.
- Explíquese.
- Hoy el corredor se plantea objetivos muy concretos. Acuerda con el equipo dónde tiene que estar bien. Y son momentos muy puntuales. No comparto que un ciclista llegue al Tour con menos de 20 días de competición. Y sin embargo, se entrena más. Pero tal vez en México o en lugares alejados. El público no los ve. No es bueno ni para la afición ni para el esponsor ni para los organizadores.
- Quizás no todos tengan su capacidad de rendir a un gran nivel toda la temporada.
- Creo que es más mentalidad que capacidad. Fignon, Hinault y Zoetemelk disputaban la Estrella de Besseges más París Niza, y acudían al Tour a por todas. Greg Lemong comenzó a utilizar la estructura de hoy. No me gusta.
- ¿Cómo se organizaba para disputar clásicas y vueltas grandes?
- Las vueltas de una semana me valían para preparar las clásicas. Antes o después de las etapas alargaba mi jornada de trabajo para ganar fondo. Para las grandes, me concentraba en Los Alpes una temporada.
- ¿Algún triunfo con significado especial?
- La primera gran clásica, el Giro de Lombardía en 1983, me hizo especial ilusión. También mi última Milán San Remo, en 1992, en el final de mi carrera. Y la Vuelta a España de 1988, por ser una grande y porque el año anterior tuve que abandonar siendo líder cuando quedaban tres días por problemas con un furúnculo.
- ¿Qué rivales le dieron más quebraderos de cabeza?
- Los clasificaba en función de mis objetivos. Walter Planckaert, Eric Vanderaerden y Criquelion eran fijos para las clásicas. En las vueltas aparecían Delgado, Fignon, Pino, Cubino o Dietzen.
- Y ahora, ¿qué le preocupa de sus pupilos?
- Intento que tengan una buena educación, tanto a nivel personal como en el ciclismo. Trato de ayudarles a dar los pasos correctos, sin cometer errores. Por eso fundamos la Academia de ciclismo que lleva mi nombre. La federación irlandesa quería apoyar a los jóvenes talentos que mostraban ilusión en crecer como ciclistas y consideré que Bélgica era el mejor país para situar la sede. Allí contamos con instalaciones en las que albergamos todas las categorías. Acceden a un buen número de competiciones de nivel en un radio de kilómetros bastante corto.
- ¿A qué errores se refería?
- El primero de todos, el de dejar los estudios con 17 o 18 años. Es una locura. Considero que hasta esa edad lo pueden compaginar. Les ofrecemos carreras de nivel en Bélgica durante las vacaciones, y mientras dura el curso pueden competir en Irlanda. Y a partir de esa edad contamos con un equipo continental que también pertenece a la academia. Mediante un calendario muy correcto pretendemos que crezcan, con el objetivo de que puedan dar el salto a equipos más grandes cuando adquieren un nivel.
- Los corredores que dirige han crecido viéndole ganar. ¿Ayuda eso a la hora de influir en ellos?
- Es verdad que me respetan, pero eso no es una garantía para que me hagan caso. Se pueden relacionar en otros círculos y hay mucha gente que parece que sabe de todo.
- ¿Qué pretende inculcarles?
- Lo que aprendí como corredor. Mi experiencia. También procuramos hablar con ellos y llevar una polítican muy estricta en el asunto del doping. Los chavales han crecido con escándalos de dopaje y son tiempos difíciles.
- ¿Es optimista para el futuro?
- No voy a negar que me preocupe, porque siempre puede haber alguien que quiera tomar riesgos. Y siempre existirá ese alguien. Pero creo que vamos por el buen camino y que ahora el ciclismo está mucho mejor que hace unos años. En uno o dos años llegaremos a una situación muy saludable, aunque no creo que alcancemos la limpieza cien por cien.
- ¿Lo seguirá contando en Eurosport?
- Iré mientras me llamen. Me gusta el ciclismo y no me resulta difícil comentar las carreras. Creo que cualquiera que haya sido profesional lo puede hacer. Las tácticas se saben antes de la salida muchas veces. No hay secretos.
- ¿Le dicen que lo hace bien?
- No me dicen lo contrario. No soy la alegría de la huerta, ni un showman como vuestro compatriota Pello Cabestani, pero intento explicar lo que ocurre.
- ¿Es mejor en la granja?
- Seguro que sí. Mira qué contentos están los burros. Lástima que también ahora mi calendario es largo. Comentarista, manager, viajes, charlas... ¿Y mis burros?
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