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NEREA AZURMENDI
Martes, 20 de enero 2009, 05:02
DV. Hace casi cien años, un José Miguel de Barandiaran recién ordenado sacerdote comenzó, casi por casualidad, las exploraciones arqueológicas que desarrolló en compañía de Telesforo de Aranzadi y Enrique Eguren primero y a la cabeza de diversos equipos en períodos posteriores de su larguísima y fecunda carrera. Aquellos «tres tristres trogloditas» que se se unieron inicialmente en 1917 para estudiar los dólmenes hallados por Barandiaran en la sierra de Aralar establecieron los cimientos de la investigación paleontológica y arqueológica vasca que, a lo largo del siglo XX, ha experimentado un extraordinario desarrollo en todo el país, y muy especialmente en Gipuzkoa.
Y el fruto de nueve décadas de trabajo de decenas de investigadores se plasma, tanto en el terreno de la paleontología como en el de la arqueología prehistórica e histórica, en miles de piezas de características muy diversas que cuentan ya en Gipuzkoa con un lugar especialmente acondicionado para su depósito, custodia e investigación.
Materiales muy diversos
El nuevo equipamiento -un espacio de 1.000 metros cuadrados útiles situados en los bajos de un edificio de viviendas de protección oficial construidas por el Gobierno Vasco en el barrio donostiarra de Intxaurrondo- responde al nombre de Centro de Depósito de Materiales Arqueológicos y Paleontológicos de Gipuzkoa- pero su responsable, Koro Mariezkurrena, prefirió referirse al centro dependiente del Departamento de Cultura en términos menos técnicos: «Es el santuario de nuestra memoria, en el que vemos cómo han ido avanzando nuestros antepasados». Su empresa, Arkaios Investigaciones, que concurrió en solitario al concurso convocado por Cultura para gestionar el centro, se responsabilizará durante dos años, mediante un contrato que roza los 300.000 euros, de custodiar y poner a disposición de los investigadores interesados las colecciones que constituyen la memoria paleontológica y arqueológica del territorio.
Materiales que destacan por su variedad y que proceden de decenas de yacimientos ubicados en la práctica totalidad de las comarcas de Gipuzkoa. La consejera de Cultura Miren Azkarate -que recorrió el centro en compañía del viceconsejero de Cultura Gurutz Larrañaga, la directora de Patrimonio Arantza Arzamendi, la propia Mariezkurrena y el director científico del centro, Jesús Altuna-, destacó entre otros aspectos la amplitud cronológica de las colecciones.
Entre los materiales prehistóricos más antiguos se encuentran los procedentes de las cuevas de Irikaitz (Zestoa) y Lezetxiki (Arrasate). De esa cueva procede, precisamente, la pieza más antigua, un húmero perteneciente a una mujer neandertal de en torno a 35 años, que vivió hace más de 300.000 y que fue hallado por Barandiaran en el yacimiento arrasatearra en 1964. Su longitud -en torno a los 32 centímetros- sorprendió a la consejera, y en el caso de otras piezas singulares, como el hueso de ave con grabados de animales que se encontró en la cueva de Torre de Oiartzun en 1970 o los colgantes magdalenienses hallados en fecha más reciente en Praileaitz, lo que sorprende es su belleza. Y toda la información que encierran sobre la vida sobre la tierra -y la esperada vida tras la muerte -de nuestros antepasados, especialmente sugerente en el caso de los objetos (puntas de flecha, pequeñas hachas votivas, recipientes con alimentos...) encontrados en los enterramientos.
No son menos sorprendentes los restos paleontológicos que conforman una valiosa colección de restos de la fauna del Pleistoceno a través de los cuales se puede imaginar una Gipuzkoa en cuyas cuevas se refugiaban manadas de enormes osos cavernarios, leones, mamuts, renos, rinocerontes, hienas, uros... Merecen una mención especial los restos más recientes, procedentes del yacimiento paleontológico de Kibutz IX, en Mutriku, donde se ha hallado una importante cantidad de restos de reno, una especie poco frecuente en la Península Ibérica.
Excelentes condiciones
Si los materiales paleontológicos y prehistóricos ocupan, cuidadosamente clasificados y guardados en más de 4.500 cajas de cartón, un volumen de 110 metros cúbicos, más de 3.000 cajas y 25 palets destinados a los objetos más voluminosos (capiteles, fustes de columnas, anclas, enormes tinas, cañones...) guardan los materiales históricos, que documentan la historia de Gipuzkoa en las épocas romana, medieval, moderna y contemporánea. Porque «si han sido investigadas con criterios arqueológicos», hasta piezas del siglo XIX pueden ser susceptibles de recibir un tratamiento similar al de los restos de épocas más remotas. La naturaleza de los materiales es también muy variada, con la particularidad de que cada uno de ellos necesita unas condiciones de conservación específicas. Huesos, metales diversos, dientes, cerámicas, tejidos, vidrio, madera, piedra..., todos los materiales han encontrado el acomodo idóneo en un lugar que dista mucho de haber sido concebido para albergarlos, ya que el amplio bajo que se ha convertido en sede del centro era, inicialmente, el garaje del edificio. Curiosamente, al ser un espacio ciego con poca exposición al exterior reúne excelentes condiciones de estabilidad ambiental para acondicionar las salas destinadas a las colecciones, ya que las variaciones de temperatura -está a 16 grados casi todo el año- y humedad son mínimas, y el trabajo de adecuación ha sido relativamente sencillo. nazurmendi@diariovasco.com
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