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Luis M. Jiménez de Aberásturi, ayer el KM con el libro. /ARIZMENDI
«Los anarquistas donostiarras luchaban por la libertad en una ciudad burguesa»
CULTURA

«Los anarquistas donostiarras luchaban por la libertad en una ciudad burguesa»

La editorial Txertoa reúne en un libro los testimonios de Manuel Chiapuso y Casilda Méndez sobre la Guerra Civil. «Es la historia de una pasión», señala el editor Luis María Jiménez de Aberásturi

ALBERTO MOYANO

Miércoles, 15 de abril 2009, 03:36

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DV. Hubo días en los que en las calles de San Sebastián se combatió a tiro limpio, las desaparecidas verjas del Hotel María Cristina lucían escudos humanos y la plaza Easo era un campo de batalla. (Ed. Txertoa) reúne dos textos de Manuel Chiapuso y un tercero de Luis María Jiménez Aberásturi que dan cuenta del aplastamiento de la sublevación militar y la experiencia de la comuna de San Sebastián, unos hechos cuyos vestigios aún se pueden encontrar en forma de balazos en las paredes de algunos insignes edificios donostiarras. El libro, según comenta su editor, «es la historia de una pasión, en este caso, por la libertad».

«El de San Sebastián es el único caso, junto a Madrid y Barcelona, en el que se sofoca la rebelión militar», señala Jiménez de Aberásturi, editor y coautor del volumen que reúne por primera vez estos tres textos, publicados con anterioridad de forma dispersa. «En San Sebastián, derrotan a los militares y quienes lo hacen son civiles mal armados. Y lo mismo sucede en el monte San Marcial de Irun, en donde gente sin formación militar frena a los requetés, hasta que éstos reciben ayuda extranjera, principalmente, de moros e italianos».

, el primero de los textos de Chiapuso, fallecido en 1997 tras sufrir un accidente de tráfico en Barakaldo, recoge la experiencia anarquista que en San Sebastián se prolonga desde el 18 de julio hasta septiembre de 1936, fecha de la caída de la ciudad, y que incluye la toma del arsenal del cuartel de Loyola. «Lo cierto es que todos los oficiales estaban alineados con el levantamiento y los anarquistas no consiguieron manejar las armas automáticas», apunta Jiménez de Aberasturi, quien cita incluso alguna escena de la película de Vicente Aranda . Y eso que, tal y como recalca el editor y coautor del libro, «es imposible hablar de cifras de militantes porque no hay registros», aunque la cuestión resulta menos relevante a la luz del hecho de que, en un primer momento, «la gente no se apuntaba a un batallón o a otro por motivos ideológicos, sino que se iba con quien tenía armas y en este caso, la CNT las tenía. Era gente que no pertenecía a ningún partido, que se reúne en la Diputación y que quería defender a la República y luchar por la libertad, encima, en una ciudad burguesa como San Sebastián, que no era Asturias, lo cual le da mucho más mérito».

Guerra en Bilbao

En este capítulo se recogen episodios como los combates en torno a la actual estación del Topo en la Plaza Easo, entre milicianos y los , «falangistas así llamados por el ruido que efectuaban los disparos de sus fusiles -paca, paca- y que, rompiendo los tabiques de la casa, iban recorriendo el edificio para que no les pudieran localizar».

El segundo escrito de Chiapuso -- relata la guerra en Bilbao, en donde el sindicato libertario llegó a contar con seis batallones, «un 10% o un 15% del total», según las estimaciones de Jiménez de Aberásturi. «Esta parte es más amarga porque aquí ya entra la política -afirma el autor-. Aquí cada batallón es ya de un partido y son como los perros, que orinan en el árbol para delimitar su territorio».

En este punto, Jiménez de Aberásturi recuerda la larga relación de desencuentros entre anarquistas y nacionalistas, unos episodios que incluyen el veto a las publicaciones de la CNT, situaciones de tensión al borde del enfrentamiento armado y que culminan con el Pacto de Santoña.

La tercera y última parte del libro, , viene firmada por el propio Jiménez de Aberásturi y pone el foco en la figura de una significada anarquista donostiarra: Casilda Méndez. «Es una miliciana del barrio de Egia, que se lleva todo por delante de tan revolucionaria, y que a la vez, es una mujer terriblemente humilde».

A lo largo de un centenar de páginas, Casilda Méndez relata «desde la revolución de 1934 hasta la II Guerra Mundial». Según Jiménez de Aberásturi, «Casilda intenta convencer a las monjas, a las prostitutas y a las mujeres normales de que tienen que ser ellas mismas, cultivarse, aprender y no deben estar machacadas por los machistas. Este personaje apasionante recordaría, en cuanto que mujer, aunque no tenga nada que ver, a la monja alférez», concluye.

amoyano@diariovasco.com

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