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IÑAKI ZARATA
Lunes, 11 de mayo 2009, 03:48
Si en visitas anteriores estuvo atado a las teclas, Calamaro regresó a Donostia como eficaz cantante, pero también afilado guitarrero y sembrado . Ha renovado enteramente su banda respecto a la de noviembre 2005, en su multitudinaria presentación de nueva etapa, en el velódromo. El ex Rodríguez y Abuelos de la Nada vive a periodos y nuevos disfraces, no es músico plano o acomodado.
El nuevo capítulo es , abultada entrega de CDs-DVDs. Lo presenta en ampuloso espectáculo, con maneras clásicamente rockeras, que no rockistas: la pose y el estilo del jefe de fila y de sus hacheros están al servicio de himnos que abrevan del tango, la rumba y otras amables fuentes melódicas. Rockean sin gritar, dando cuartelillo a la masa en estribillos y onomatopeyas a base de estirar vocales.
El caudal, de casi 30 títulos, ocupó dos vueltas de reloj y faltaron canciones oídas en Anoeta 2005. Abrió veda , con el público ya caliente y primeros del jefe, que se sirvió de un atril con folios. rozó lo AOR y las desventuras afectivas continuaron con , la bailonga , un con Calamaro definitvamente suelto y la explosion de júbilo en . Ironía de la casa en , torero en y festivo tono alto en , y .
Tiró magistral de tango (, ), con el público en éxtasis y agitar de pancarta en las primeras filas. recobró la normalidad y el cubo grande reventó con , y .
, , , , , la inmensa y la muy coreada fueron apoteósica cabalgada final, rubricada con , guiño al clásico y . Calamaro se quitó sus eternas gafas negras para alargar la mano a los más cercanos y al torrente rockero le sucedieron los truenos naturales del exterior. Sabroso y en su tinta.
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