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MIKEL MADINABEITIA
Domingo, 31 de mayo 2009, 12:57
DV. Será duro, muy duro, escribir esta crónica porque va a ser difícil contener la emoción. Nos gusta el fútbol porque es imprevisible, porque juega con los sentimientos de la gente, pero este deporte tiene también la otra cara, la cara B, y la pudimos ver ayer en un Garmendipe entregado, lleno hasta la bandera. El Lagun Onak, con nueve azpeitiarras, un azkoitiarra y un usurbildarra en el once, ganaba 4-1 a diez minutos para el final (había perdido 1-0 en la ida), pero la Gimnástica marcó dos tantos y hundió a los locales.
La llegada al campo, que recibió a 2.500 personas pasionales, delataba una jornada emocionante. Y no pudo empezar mejor para el Lagun Onak, que marcó en las tres primeras llegadas que tuvo. Altolagirre abrió la lata con un disparo cruzado inapelable. A los tres minutos Arrue enganchó un disparó certero desde fuera del área y colocó el 2-0. El Lagun ya estaba clasificado.
Era el guión soñado. Y a la media hora Unai cabeceó de manera contundente un córner sacado por Arrue. Entonces, saludamos a la euforia. Aunque en el banquillo local pedían calma. No podía ser tan fácil. 3-0, minuto treinta.
Nando, el jugador más desequilibrante de la Gimnástica, acortó distancias con un chut desde dentro del área. Volvía a haber partido y así llegamos al descanso. La afición, donde pudimos ver a los realistas Mikel Aranburu y Mikel Labaka; al presidente de la Federación Guipuzcoana de Fútbol, Juan Luis Larrea; y al alcalde de Azpeitia, Julian Eizmendi, vivió el partido de manera loca. Era un partido histórico en Garmendipe.
Cambio de tercio
En la reanudación hubo muchos minutos de pura lucha, de balones divididos y poco juego. Los cántabros movieron el banquillo y sacaron a dos tipos jugones, tan habilidosos como marrulleros. Uno de ellos cometió un penalti claro sobre Arrue al derribarle en el área con un empujón. Altolagirre no perdonó y la gente comenzó a celebrarlo. El ascenso se podía tocar con las manos...
Pero entonces llegó la tragedia. Javi marcó primero mediante un golazo de falta directa, previa falta que cabreó muchísimo a Aitor Zulaika. Quedaba el descuento. Había que aguantar. El árbitro, que tuvo un partido de mucho trabajo, tuvo muchas ganas para pitar un penalti en un forcejeo. Nadie se lo podía creer. Siro marcó, pero el colegiado ordenó repetir. Hubo, además, invasión por parte de los visitantes. Había que tirar otra vez. Y Siro no falló. Adiós. Este equipo se tiene que levantar. Tiene otra oportunidad.
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