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ANJEL LERTXUNDI | ESCRITOR

«Una gran tragedia comienza por un pequeño detalle»

En su última novela, editada ahora en castellano, cuenta una historia de malos tratos «sin filosofar ni teorizar»

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Viernes, 5 de junio 2009, 11:04

nerea azurmendi

Si en su anterior obra traducida al castellano, Línea de fuga (Ihes betea), se acercó al terror nazi desde la perspectiva de la identidad, en Vete al infierno, cariño (Zoaz infernura, laztana) Anjel Lertxundi (Orio, 1948) abre la puerta al horror cotidiano de los malos tratos y de las relaciones de pareja entendidas como meras relaciones de poder. Basándose en hechos reales, «que dan lugar a una historia que no tiene nada que ver con aquella que la generó», sigue transitando por la línea delgada y voluble que separa a las víctimas de los verdugos, «un tema que me interesa mucho. Incluso ante las personas más vomitivas, hago el ejercicio de ponerme yo mismo ante el espejo, porque creo que todos llevamos dentro un monstruo que, en determinadas circunstancias, puede aflorar».

Comienza el libro con una cita de El cartero siempre llama dos veces y en su historia hay una gasolinera, un trío, un crimen... ¿Qué pistas ha querido dar al lector?

Sabía que muchos lectores iban a relacionar el libro con ese referente clásico de la novela negra, muy conocido por medio de la literatura y el cine. Algunos de los elementos de Vete al infierno, cariño enlazan con ese género, y quería hacer un pequeño guiño de complicidad al lector. Se sabe desde el principio que hay un triangulo amoroso y un asesinato. Y, a partir de ahí, comenzamos a caminar por libre...

¿Cómo se afronta el reto de mantener la atención de un lector que lo sabe todo desde las primeras páginas?

Quería partir de algo que, desgraciadamente, vemos casi todos los días: cómo surge la tragedia en la cotidianidad y, sobre todo, cómo se formula psicológicamente; cómo alguien en un momento determinado llega a maltratar a otra persona; cómo se va abonando constantemente un proceso que comienza con una violencia fundamentalmente verbal, que luego es psicológica y puede terminar convirtiéndose en física... Con respecto al asesinato que da lugar al relato, me planteaba que, como escritor, tenía que explicar el proceso psicológico por el que en un momento determinado y creo que es algo en lo que todos hemos pensado alguna vez , a alguien se le pasa por la mente la posibilidad de matar a otro ser humano. Me interesaba también ver cómo una persona que decide que el asesinato es la única salida se lo comunica a otra. Creo que si la novela funciona es básicamente porque desarrolla esos mecanismos de comunicación entre los personajes, entre Rosa y el primer varón, su marido Tomás y, en un segundo momento, entre Rosa y el segundo varón, Ignacio.

El eje central del relato es Rosa, y su historia se cuenta a través de tres voces que no ofrecen tres versiones de lo sucedido, pero sí tres visiones.

Todos, cuando narramos una historia, la contamos de distinta manera según quien sea nuestro interlocutor. La perspectiva de la historia que se ofrece es siempre la de Rosa pero, para ello, además de la del narrador utilizo otras dos voces: la de la propia Rosa, a través del relato de los hechos que realiza al juez en primera persona, sin ninguna mediación, y la de la asistenta social que conoce en la cárcel, una voz vicaria que cuenta las cosas tal como se las contó Rosa.

Se pone en el lugar de Rosa, la mujer maltratada. ¿Podría ponerse también en el lugar de Tomás, el marido maltratador?

Creo que sí. En algún momento me plantee incluso dar voz a Tomás y a Ignacio, porque sé que tienen más dobleces que las que se les atribuyen en el libro. Desde la perspectiva de Rosa, Tomás rápidamente se convierte en algo deleznable, y el personaje de Ignacio es de una candidez impresionante, pero opté por hacerlo como lo he hecho porque quería centrarme en Rosa, sin que otros se comieran la historia.

Rosa es una mujer maltratada por la vida en general, no sólo por su marido. ¿No es una visión un poco estereotipada de la víctima?

Yo creo que más que una visión estereotipada es una visión real. He querido que la historia fuera absolutamente convencional, que coincidiera con la mayoría de los casos de malos tratos que vemos casi todos los días en los periódicos. No quería crear un personaje extraño sino, precisamente, abundar en aquellas características que se dan en la mayoría de los casos de maltrato. Creo que la fuerza de la historia está precisamente en contar eso que es tan habitual y, hasta cierto punto, tan convencional.

Y lo cuenta sin grandes aspavientos, fijándose en detalles aparentemente pequeños. ¿Es así como se van gestando las grandes tragedias?

Sí, creo que las grandes tragedias comienzan siempre con pequeños detalles. Cuando veo a una pareja riñendo, y escucho que uno dice al otro cállate, siempre digo que si ha empezado el deterioro verbal esa relación ya está tocada. Me es igual si al momento siguiente se reconcilian y parece que no ha ocurrido nada, porque cuando te atreves a tratar a la persona que en teoría más quieres como nunca te atreverías a tratar a un colega de trabajo, al jefe o a un amigo de la cuadrilla, es que ya se está deteriorando la relación. Eso no quiere decir que vayan a llegar los malos tratos físicos, pero el maltrato verbal ya está ahí. En ese mismo sentido, también me suele preocupar ver la ligereza y la facilidad con la que se insultan los políticos.

Se ha dicho de su libro que es una novela moral, pero no contiene ni moralina ni moraleja expresa.

No quería teorizar, ni filosofar, ni hacer grandes planteamientos. Quería que el elemento filosófico o programático prácticamente no existiera. Quería contar lisa y llanamente qué sucede en ese tipo de situaciones. Creo que es la mejor forma de acercarse a la cuestión. Las conclusiones ya las sacará el lector.

¿Cómo y por qué se hace literatura con un material tan cotidianamente trágico?

Aplicando escrupulosamente todos los códigos literarios a la historia que quieres contar. Yo, que también practico el periodismo, tengo claro que como escritor no puedo escribir un reportaje, que lo que estoy escribiendo es una novela, ficción. Del mismo modo, cuando he escrito alguna historia de este tipo nunca he hecho trabajo de campo, porque creo que ya tengo suficientes elementos de juicio como para adentrarme en una historia así. Otra cosa es que me atreva o no me atreva, que lo considere conveniente o no... En cuanto al por qué hacerlo, si vemos al escritor como un referente social, como alguien que piensa y repiensa sobre lo que está sucediendo a su alrededor, y si uno de los fenómenos más trágicos que le rodean es éste, ¿por qué no hablar de ello con las armas y las posibilidades de las que dispone?

Teniendo en cuenta que su arma es la palabra, ¿qué expresión prefiere: violencia de género, violencia machista, violencia doméstica...?

Violencia de género es quizá la expresión que más se acerca a lo que está sucediendo. A fin de cuentas, la violencia siempre surge de un conflicto de poderes y, según el rol histórico que han asumido el macho y la hembra, se ha establecido un juego de poder por el que el hombre sabe que tiene los resortes suficientes para dominar a la mujer, de una forma u otra. Desde esa consideración, violencia de género tal vez sea la expresión más acertada, aunque como expresión literaria no me gusta nada. Violencia machista es mucho más contundente y se entiende a la primera.

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