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Lunes, 13 de julio 2009, 02:19
Familiares y víctimas del incendio del Hotel Corona de Aragón de Zaragoza, en el que perdieron la vida 78 personas y resultaron heridas otras 113, conmemoraron ayer el treinta aniversario de esta tragedia, que ha permanecido «en silencio y en el olvido» durante décadas, las mismas en las que se ha reivindicado su reconocimiento como atentado, y a sus víctimas, como víctimas del terrorismo.
Medio centenar de personas, entre ellas algunos supervivientes, acudió ayer al homenaje que la AVT organizó en el Parque de la Esperanza de la capital aragonesa, donde ETA perpetró el atentado de la Casa Cuartel. El acto comenzó con unos minutos de silencio que se rompieron con el aplauso de los asistentes. Después, se realizó una ofrenda floral, y el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, ofició una misa de recuerdo en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
Juan Domínguez Fernández, un valenciano de 85 años, fue una de las personas que salió con vida a aquel incendio y que ayer vivió «el final de una larga y muy triste historia», caracterizada por «30 años de lucha». «Yo soy una víctima del Hotel Corona de Aragón, aquí casi perdí la vida, llegué a estar muerto y me resucitaron», dice. Y se felicita por que «finalmente hemos sido reconocidos legalmente como víctimas del terrorismo gracias a una sentencia del Tribunal Supremo, que ha dicho que no hay ninguna duda de que eso fue un atentado terrorista». Para él, el fallo «es motivo de satisfacción, aunque un rosario de muerte y desgracia como aquel no puede ser celebrado nunca». Y asegura que «siempre» ha estado «convencido de que fue un atentado», por la técnica utilizada en el mismo para que el hotel se incendiara en dos minutos
«Me tiré por la ventana»
Domínguez, entonces director general de una empresa papelera de Valencia, recuerda aquel día: «Yo era un cliente fijo del hotel desde hacía dos años. Ese día me alojé en otra habitación y cuando desperté a las 8 de la mañana el hotel ya estaba ardiendo, no podía salir de la habitación porque el pasillo estaba totalmente invadido por el humo, y sólo tenía una salida, tirarme por la ventana a la lona que ponían los bomberos, y eso hice».
Reconoce que «estaba tan poco seguro de poder vivir, porque eran seis pisos de altura, que me puse en el bolsillo del pijama la cartera con la documentación por si me estrellaba, para que pudieran identificarme».
Su corazón se paró dos veces en la UVI. «Estuve aquí un mes en coma», en el actual Hospital Miguel Servet, donde «me devolvieron la vida», y otro mes en el Hospital Clínico de Valencia, recuerda, al tiempo que asegura que olvidar la tragedia «es imposible, porque quedó impresa en el alma de cada persona».
Además, dice que al no conocer «quién había causado nuestra desgracia, aunque luego lo supimos por una reivindicación que apareció en la prensa de ETA militar», las víctimas siguen lamentando «aquella salvajada, pero sin rencor».
Eva Martínez, madrileña de 35 años, perdió a su padre, Ángel Martínez Torres. «Era cliente del hotel, y cuando estaba a punto de salir» del edificio, «ocurrió todo», relata. «Se dio cuenta de lo que pasaba, entró de nuevo en el hotel y sacó a dos personas, pero él ya no pudo salir», lamentó. Treinta años después, «lo único que pido es que alguien salga, las instituciones públicas, y que digan realmente que lo que llevamos pensando treinta años es verdad», que aquel suceso fue un atentado, porque «llevamos 30 años sin dignidad, sin reconocimiento y sin memoria» y en este periodo «la AVT es la única que nos ha apoyado».
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