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ARTÍCULOS DE OPINIÓN

El PP vasco, «uno de los nuestros»

ROBERTO LERTXUNDI SENADOR POR EUSKADI

Sábado, 8 de agosto 2009, 03:04

Comprendo que este titular se puede hacer durísimo para la gente de izquierda, y de hecho, todos estos meses venimos leyendo y escuchando múltiples reproches al PSE-EE por su acuerdo con el PP. A mí, a estas alturas, no me importan los reproches interesados que provienen fundamentalmente de los ámbitos nacionalistas, sino los que provienen, con un deje de amargura y desilusión, de algunos sectores de la izquierda vasca, de la tradición socialista y comunista, del mundo de la intelectualidad progresista.

Y es que los cambios son difíciles de aceptar. Cuesta mucho admitir que el PP vasco sea un partido más, uno de tantos, «uno de los nuestros», como en frase tan gráfica se refirió el lehendakari Patxi López al policía Puelles asesinado por ETA.

Y cuesta porque la transición a la democracia se hizo contra el PP (en aquel tiempo Alianza Popular, AP), porque representaba la resistencia a los cambios y el intento de mantener planteamientos y privilegios del pasado. Su 'no' a la Constitución, su abstención en el Estatuto de Autonomía de 1979 le fueron dejando al margen de los avances democráticos. A nadie en los años 70-80 se nos ocurría contar con el PP-AP para actividades de carácter democrático o de impulso del autogobierno.

La ofensiva etarra, que fue indiscriminada hasta el Pacto de Lizarra (1998), cuando los nacionalistas sentaron a ETA a la mesa de la política, otorgándole el estatus siempre pretendido por la organización, se ensañó con PSE-EE y PP. Y en esa fase tan dura, tan insoportable no sólo para las víctimas directas y su entorno, sino para cualquiera con sensibilidad democrática, se produjo la gran diferencia en la actitud de socialistas y populares. Los primeros, con tradición, con arraigo, con una ideología labrada a base de muchos golpes y en circunstancias y avatares muy diferentes, fueron capaces siempre de diferenciar entre terrorismo y nacionalismo. Fueron capaces de hacer juicios políticos, no descalificaciones. El PP, por su parte, se lanzó a una cruzada antinacionalista que alcanzó su apogeo en el segundo Gobierno de José María Aznar (bien apoyado por Xabier Arzalluzs, por cierto, en 1996), en la que el nacionalismo era el enemigo y cualquiera que colaborara con él era su cómplice culpable.

Esto convirtió al PP en un partido agresivo, radicalizado y aislado. Una mala compañía en suma, que le bloqueó todo tipo de posibles expectativas para ser un partido con responsabilidades en Euskadi. La consecuencia inmediata, un descenso electoral importante tanto en votos como en escaños, que obligó al PP, razonablemente, a un cambio de políticas y de dirigentes, que han sido capaces de convertir un revés electoral en un éxito político, iniciando así un proceso hacia la normalización de su formación.

Podemos afirmar que será un proceso bienvenido por todos los demócratas: en Euskadi siempre ha habido un partido -desde los tiempos de Renovación Monárquica- que representa a la derecha españolista vasca. Lo seguirá siendo, y más nos interesa a todos que juegue abiertamente en el campo democrático y no en sus márgenes.

Normalizar al PP es un buen negocio para la política vasca. Que el último vestigio del franquismo sólo sea ETA (es lo único estructural que queda de la época de la dictadura) facilitará, sin duda, su liquidación. De ahí el título de este breve comentario.

Muchos de los amigos que nos comentan su desazón por el acuerdo PSE-EE con el PP se refieren a cómo es posible que, siendo partidos irreconciliables en el marco de la política española, alcancen aquí acuerdos tan importantes. Un pacto difícil de aceptar por algunos sectores de la izquierda vasca, también muy duro de digerir por parte del PNV, por todo lo que ha supuesto la transición democrática y la puesta en pie del autogobierno.

n mi opinión, fuera miedos. Es un pacto de futuro, el que abre las puertas a la alternancia, que va a obligar a todos los partidos a tenerse más respeto, a valorarse siempre como posibles aliados, no sólo como adversarios, y que, en todo caso, vuelve a plantear que nuestro principal problema como ciudadanos es la convivencia democrática, es terminar con ETA. Los nacionalistas, en casi 30 años de gobierno en Euskadi, lo han intentado con diversas fórmulas, pero sin conseguir abrir expectativas de solución y en algún caso (Lizarra) sus movimientos han comportado resultados desastrosos para la convivencia. Ahora toca, por decisión democrática, por el voto de los ciudadanos, al PSE-EE con el apoyo del PP un pacto que tendrá que abrirse paso socialmente, que tendrá cada vez mayor apoyo social, si hay firmeza, serenidad y mano tendida a todo el mundo.

Sea, pues, bienvenida la normalización del PP. Que les sirva a ellos y al conjunto del país para reforzar las filas de los demócratas, de la gente de respeto, de la gente de la que te puedes fiar, sabiendo que el cumplimiento de los compromisos es la garantía de la confianza recíproca.

Queda mucho camino, y el Gobierno de Patxi López tendrá que trabajar duro, con acierto y con sensibilidad, consciente de que representa a una parte del país, pero también con la seguridad de que la liquidación de ETA le puede reportar el apoyo de una gran mayoría social.

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