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Era el flanco más débil de la Muralla. /MICHELENA
En el día de hoy
PASADO Y PRESENTE

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El día 31 de agosto comenzó el asalto que destruyó por completo la ciudad de San Sebastián. Los donostiarras siguen conmemorando la efeméride entre el dolor de la muerte y el optimismo de la reconstrucción

JAVIER SADA

Domingo, 30 de agosto 2009, 03:40

Aquel 26 de junio de 1813 discurría plácidamente por las calles de San Sebastián la procesión de Corpus Chisti, presidida por el general francés Enmanuel Rey (su nombre figura en el Arco del Triunfo de París), que cuatro días antes había tomado posesión del mando de la Plaza, cuando fue informado de la derrota sufrida por los franceses en Vitoria.

Fue el comienzo del final de la llamada Guerra de la Independencia. Las tropas inglesas al mando del general Graham habían entrado en Guipúzcoa y se combatía en Tolosa y Hernani mientras que el mariscal Soult cumplía las órdenes de conservar las plazas de San Sebastián y Pamplona. En realidad, a Wellington sólo le preocupaba ocupar la capital navarra, sin que figurara entre sus planes atacar San Sebastián, pero la necesidad de defender el litoral hizo que desviara su atención hacia la costa encargando a Dickson, comandante de las fuerzas navales del Cantábrico, que desembarcara en Pasajes y dedicando a la campaña donostiarra algo más de diez mil soldados.

En San Sebastián, el general Rey contaba con tres mil hombres, además de unos cien artilleros y medio centenar de infantes dedicados al transporte de material aunque, como bien temía Wellington, a primeros de julio llegaron por mar varios centenares de soldados que se hallaban en Guetaria. Apenas iniciado el mes de julio se dieron órdenes para que abandonaran la ciudad los no naturales, protegidos por soldados franceses, encargando al Ayuntamiento que invitara a los vecinos para que en 48 horas salieran de San Sebastián.

En estos últimos días de junio se defendió San Bartolomé, Santa Clara y San Francisco (Atocha). Los asaltantes españoles aparecieron por Ayete y el 28 los franceses quemaron el puente de Santa Catalina para retrasar la llegada de los ingleses. El 3 de julio se había consumado el bloqueo y se dieron órdenes para realizar el asalto. Con la experiencia habida en 1719, cuando el duque de Berwick se enfrentó a parecida situación, asaltados y asaltantes sabían que la parte más débil de la muralla era la zona de la Zurriola (la Brecha, donde dicho 1719 ya se produjo una brecha en la muralla) dedicando a ella los trabajos de ataque y defensa.

El 12 de julio Wellington se acercó a San Sebastián, y ordenó ocupar San Bartolomé y atacar la Brecha. El 14 se incendió la iglesia, y los bombardeos del 15 y el 16 acabaron con San Bartolomé.

El día 17 las tropas ya habían tomado Aldapeta, San Bartolomé y San Martín.

1813...

La batalla se gestaba desde Ulia, donde los ingleses tenían ubicados sus mandos, y los cañones desplegados en terrenos de Chofre se esforzaban por abrir brechas en la muralla teniendo como principal riesgo los obuses que se disparaban desde el Mirador del monte Urgull. La noche del 24 de julio se lanzó un ataque que se creía definitivo pero que fue rechazado causando 600 muertos entre los ingleses y 67 entre las filas francesas.

Los vecinos que quedaban en San Sebastián, «que ya veían entre ellos a los ingleses y portugueses a quienes llamaban libertadores y amigos... los vieron entrar en la ciudad, pero no como salvadores sino como prisioneros. Se les socorrió con vino, chocolate, camisas, camas y otros auxilios. Los heridos fueron llevados al interior de San Vicente, y los demás a la cárcel que era el que fue colegio de los jesuitas (plaza de la Trinidad)». Al enterarse Wellington de la derrota sufrida por sus hombres, volvió a San Sebastián para desde el Chofre dirigir la operación, pero había problemas: Debía desviar tropas y artillería al frente de Pamplona y esperar que llegaran refuerzos a Pasajes, aunque no por ello cesaron los bombardeos en San Sebastián. Pasó el mes de agosto en una constante incertidumbre, casi sin posibilidades para que algunos vecinos pudieran abandonar la ciudad, y sin llegar a abrir una brecha; la artillería aliada produjo grandes daños en la muralla y la destrucción de edificios en la calles San Juan, Atocha (plaza de Sarriegui), San Lorenzo, Narrica «y las que existen adosadas a San Vicente».

Llegaron los refuerzos. El 26 de agosto comenzaron los disparos y al día siguiente se ocupó Santa Clara y se bloqueó la Bahía desde donde los franceses habían seguido recibiendo ayuda, y todo parecía estar dispuesto para el ataque. Los franceses habían limpiado de escombros el interior de la muralla por la parte de la Zurriola situando su artillería para ametrallar a los aliados. Hoy, 30 de agosto, los aliados consideraron suficientemente abiertas las brechas. Wellington revistó a las tropas y el general Graham se puso al mando destacando una columna de 750 voluntarios para la vanguardia. Mañana, 31 de agosto, a las dos de la madrugada, comenzó el asalto.

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