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BEGOÑA DEL TESO
Viernes, 4 de septiembre 2009, 04:46
Nacer en Argel, cuándo y en 1955, un año después de que comenzase la cruel Guerra de Liberación de Argelia, de padres franceses hijos de exiliados españoles, tiene que marcarle a uno el destino. Tanto que en 1977 Christian Poveda ya era foto reportero. Lo fue en Vietnam, Líbano, Irak, Irán. En el Chile de Pinochet y en la Argentina de Videla.
Marca el nacimiento, marca el origen, marcan las guerras que has vivido, las dictaduras que has fotografiado. Te enamoras y descansas tus huesos cansados en El Salvador, el país más pequeño de Latinoamérica. Un volcán en perpetua actividad. Un volcán que escupe sangre, balas, fuego. Conoces a las pandillas, las . Y tu cuerpo de fotógrafo reacciona tras la guerra civil. Conoces sus códigos, sus señales, sus tatuajes. Vuelves a sacar las cámaras. Entras en una cárcel. No son cárceles normales las que guardan a y a la . Están ellos en Quezaltepeque, Chalatenango, Ilopango y Tonacatepeque. En uno de sus patios montas un estudio fotográfico. Allá les retratas a todos. A los más grandes pandilleros. A los más atroces. A los mejor tatuados. A toda una generación perdida. Esas fotos se ven por primera vez en 2005 en la Guangzhou Photo Biennial. China. Y en el Museo de Bellas Artes de México. Esas fotos fueron pretendidas por el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián. Decías que las no son un y que detrás de cada asesino, hasta de los tuyos, se esconde una persona, a veces un niño. O una muchacha.
Trabajaste aquellas fotos con dedicación rayana en la locura. Y luego, durante meses, filmaste una película,la titulaste. Se estrenó el año pasado. En septiembre. En la sección Horizontes latinos del Zinemaldia. Aquellos a los que habías filmado ayer eran asesinados hoy y enterrados mañana ante las mismas cámaras, las tuyas. Era, es, una obra muy sobria pero abigarrada y bizarra en su montaje, su banda sonora, su zozobra de movimientos. Dijeron los de la piel tatuada que te dejarían filmar si no te metías en sus asuntos. Aceptaste. Ni juzgaste ni adoctrinaste. Sabías lo que te jugabas. Podría ser entonces o después. Ha sido ahora.
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