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ANA VOZMEDIANO
Domingo, 27 de septiembre 2009, 05:39
DV. Será a finales de primavera. El nuevo San Telmo estará acabado, sus edificios históricos del viejo convento de los dominicos rehabilitados y la ampliación lista para aportar una nueva visión del museo e incluso vistas inéditas de los edificios antiguos. O de la Parte Vieja. Incluso de un Urgull cuya ladera lateral ha sido cosida, horadada con técnicas de túnel de carretera para conseguir que San Telmo se actualice.
Ha habido retrasos, un año, la concejala de Obras y Proyectos, Duñike Agirrezabalaga lo reconocía ayer mismo mientras avanzaba bajo los andamios, pero lo cierto es que, hasta que no se comenzó a avanzar en la rehabilitación, los técnicos no podían saber qué se iban a encontrar. Las zonas que habían quedado cubiertas, (la rehabilitación y construcciones nuevas del siglo pasado no fueron demasiado exitosas), presentaban una mampostería que se caía a pedazos y donde se suponía que habría piedra de sillería, ésta había desaparecido tras algunos ladrillos. El torreón, junto a su espectacular escalera, es un ejemplo.
«La rehabilitación ha sido compleja, porque ha sido necesario arreglar toda piedra, desmontar piezas y volverlas a colocar y reparar. En algunos lugares habían desaparecido piezas enteras, no se ha podido valorar el estado de distintos muros hasta que los encontrábamos, hasta que los técnicos se topaban con ellos». La histórica arenisca de Igeldo ya no existe y se ha utilizado piedra de casas que se demolieron hace muchos años y que se encontraban en almacenes. Sobre todo, de una que se derribó en Gros en el año 1.700.
Nueva entrada
Para quien se pregunte por qué se abordó esta obra, rehabilitación y ampliación unidas de tanta envergadura y coste económico, 24 millones de euros, Agirrezabalaga resume qué ocurría con San Telmo. «Faltaban metros para exposiciones, no se cumplía ninguna normativa respecto a instalaciones como la electricidad y el esquema de circulaciones, algo fundamental en un museo, era muy malo. Tampoco podemos olvidar que el parking situado bajo el acceso principal impedía colocar peso, con lo que todos los materiales se trasladaban en carretillas. La modernización era imprescindible y hacía falta ampliar. Se escogió el proyecto de Nieto y Sobejano que, en palabras de los propios arquitectos, remató la conexión del monte Urgull con la ciudad en esta ladera».
En la ampliación estará la entrada, desde la que se accederá a las dos salas para exposiciones temporales, «la de la planta de calle es espectacular», al salón de actos con capacidad para 120 personas, una cafetería con entrada independiente aunque con el mismo horario que el museo y una tienda en el lateral más cercano a la zona histórica, la que llevará a una salida que permite contemplar de forma directa los muros de San Vicente. La actual entrada quedará cerrada. Las salas temporales, las recién construidas, estarán separadas del muro de piedra de las capillas por un cristal que permitirá su contemplación hasta ahora inédita.
«Era fundamental mejorar las circulaciones». Porque desde la entrada se llega también al claustro, que recuperará sus estelas funerarias en cuanto concluyan las obras, y a la zona histórica. Entre esta zona nueva y el torreón se ha generado un espacio, un patio abierto, pensado para muestras de arte al aire libre y cuyo objetivo es también ese «diálogo» entre lo nuevo y lo antiguo, entre ese espacio excavado en el monte y lo que fue el convento. Y se llega a la iglesia, cuya rehabilitación también ha dado más de un sobresalto. Los lienzos de Sert, su obra más característica, no podían retirarse, aunque sí protegerse de forma especial bajo el tutelaje de los técnicos del museo. Pero en la bóveda sobre el altar mayor quedaba la sorpresa de descubrir unas pinturas de la época en la que se construyó el templo de los dominicos, unos angelotes del siglo XVI que están siendo recuperados para que puedan ser contemplados.
Otros hallazgos fueron menos celebrados, como paredes de ladrillo que hubo que picar con esmero para descubrir la piedra, que resultaba ser después mampostería de mala calidad. En una de las tres capillas aparecieron restos humanos que resultaron ser de soldados franceses. ¿Franceses? Al parecer, la historia cuenta que los dominicos pidieron tener el privilegio de enterramientos, sólo permitidos en Santa María. «Es que suponía una fuente de ingresos para estas instituciones religiosas», comenta Agirrezabalaga. Y hubo más, la cripta que se encontró bajo el altar mayor de la iglesiay que va a recuperarse como espacio expositivo.
«Todo esto ha ido complicando la obra, se ha necesitado que Aranzadi analizara diferentes hallazgos y que también hubiera que recurrir a la Diputación para que nos permitiera algunas actuaciones. Pero había que poner en valor los edificios principales».
Los gruesos contrafuertes de la iglesia, por ejemplo, sólo podían ser contemplados desde las oficinas del museo, no por los visitantes y el añadido del siglo pasado, el llamado pabellón Aranzadi, ocultaba otras vistas y panoramas de la ciudad. Por ejemplo, la vista sobre la plaza de la Trinidad, Santa María o la torre del vecino convento de Santa Teresa. Incluso la muralla de Urgull, aunque en esta zona no tenga el valor histórico de otros puntos. «La más antigua, la del Muelle, es del tiempo de los Reyes Católicos».
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