![Último adiós a la mascota](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/pre2017/multimedia/prensa/noticias/200910/03/fotos/4424588.jpg)
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AGURTZANE NUÑEZ
Sábado, 3 de octubre 2009, 04:28
DV. «Has sido parte de la familia», «Siempre estarás en nuestros corazones», «Fuiste la mejor». Estas dedicatorias, que se podrían encontrar en cualquier campo santo, son frases escritas para sus mascotas por sus dueños en un cementerio virtual de animales. Rox, Lur, Luka, Pizti, Beltx, Missi... han sido los mejores compañeros y amigos de la familia durante años, pero como a todos, les llega su final. Es entonces cuando sus propietarios se plantean qué hacer con el cadáver de quien tanto han querido.
«Lo normal es llevarlo a un veterinario, sobre todo para certificar que está muerto, y luego ellos lo remiten aquí», explica Javier Rivero, encargado del crematorio de mascotas Beti Zurekin de Astigarraga, que lleva en marcha año y medio. Según la legislación europea, es obligatorio incinerar a los animales muertos, «porque se consideran residuos». En España, cada comunidad autónoma tiene su propia adaptación a esta directiva. En cuanto a los municipios, la disparidad es lo común.
Debido al desconocimiento de la norma, o bien por tradición, son muchos los ciudadanos que buscan un lugar de reposo para el cuerpo de ese ser al que han cogido tanto cariño en un parque, en el monte o en su propio jardín o huerta. Esos enterramientos adquieren una relevancia mayor con la cremación, que muchos la consideran más digna para una criatura que nos ha dado tanto.
En la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Igeldo recuerdan a los propietarios de mascotas que «si no lo quieren incinerar, lo pueden llevar al vertedero de San Marcos. Está prohibido enterrarlos, sobre todo por cuestiones de filtración de aguas».
La obligatoriedad de incinerar a los animales es una cuestión de salud pública, pero en muchos casos se convierte en un ritual funerario igual que el de las personas. «La gente no lo hace por sanidad, sino por despedirse del ser que le ha acompañado durante los últimos años», admite Rivero. La misma empresa se encarga de recogerlo, en la veterinaria o en casa, con un coche preparado y lo llevan al crematorio. «Hay quien lo trae en su coche aunque esté prohibido. Pero no es más caro si vamos a buscarlo», dice.
Cámara frigorífica
En este último año han atendido demandas de toda Gipuzkoa, «sobre todo desde Irun a Tolosa, y nos empiezan a llamar de Bilbao». Si la incineración no se va a celebrar el mismo día, tienen una cámara frigorífica para mantener el cuerpo.
En la Protectora también ofrecen la posibilidad de incinerar. «Generalmente lo utilizamos para los animales que fallecen aquí. La demanda es escasa, igual porque tampoco se conoce», admiten. Y es que todavía hay muchos que desconocen este procedimiento que comienza a ser obligatorio ante la falta de cementerios para mascotas en Gipuzkoa. El precio de la cremación depende del tamaño del animal. Eso sí, aquí también la mayoría de los usuarios pide guardar las cenizas y, aunque la entidad no se dedica a ello, tiene unas urnas preparadas.
Si no se quiere incinerar, por el gasto que supone, cabe la posibilidad de llevarlo al vertedero de San Marcos, donde hay un contenedor instalado para depositar los animales. Luego los entierran junto con el resto de los residuos recogidos. «No es un cementerio, a todos los que nos llaman les avisamos de que no podrán venir a visitarlos», aclaran los responsables. Este servicio se presta por un acuerdo con el Colegio Oficial de Veterinarios de Gipuzkoa, por lo que sólo admiten animales domésticos.
Salón de despedida
En la empresa Beti Zurekin tienen preparado un pequeño salón donde los familiares se despiden. «Suelen querer despedirse de él, como con las personas. A veces, también meten sus juguetes favoritos con él», afirma Rivero. No es necesario estar presente durante la incineración, que dura de una a tres horas, pero las familias pueden ver a través de un cristal cómo se introduce a la mascota en la incineradora. «Normalmente se van y vuelven a recoger las cenizas, pero hubo una persona que estuvo dos horas delante del cristal, lo pasó muy mal».
Y es que las apariencias engañan a la hora de imaginar quién quiere más a su animal. «La gente te sorprende. Si le ves en la calle igual piensas que no le importa nada el animal y luego cuando se muere lo pasa fatal». Y pone como ejemplo a un cazador, «que normalmente están acostumbrados a tener muchos perros», que lo pasó muy mal «porque ése era especial».
Este servicio no está pensado sólo para perros y gatos, aunque son mayoría. «Son a los que más cariño se les coge porque puedes jugar con ellos, te responden», explica, y recuerda casos de loros, conejos, hámsters, etc. que han pasado por el crematorio. No hay un límite de peso para los animales: «La incineradora admite hasta 130 kilos. Lo normal es que pese entre 30 y 40 kilos. Lo máximo que hemos metido fue un mastín de 105 kilos».
Normalmente, las incineraciones suelen ser individuales, aunque cabe la posibilidad de que sean en grupo, que son más baratas. «Se aprovecha el calor para meter uno tras otro», pero no se pueden recuperar las cenizas. En todo caso, expiden un certificado que garantiza la cremación, también en las individuales.
Cenizas en colgantes
El servicio que ofrece el crematorio de Astigarraga también es parecido al de los humanos, y no sólo en el momento de despedirse de su mascota. Los dueños tienen una amplia oferta de urnas donde pueden guardar las cenizas. «Desde que comencé ha cambiado bastante, ahora hay con diseños diferentes, biodegradables para quien quiera enterrarlo, marcos donde meter las cenizas con la foto, uno en el que crece un árbol si lo metes con semillas...», relata. Pero al igual que en el caso de las personas, hay quien quiere tener otro tipo de recuerdo. Una opción es hacer joyas o bien meter las cenizas en colgantes. Rivero ofrecerá pronto esta última posibilidad porque «hay algunos clientes que me lo han pedido».
Para quien crea que las mascotas no son más que animales, y que el ritual funerario para ellos es excesivo, Rivero afirma que «se les quiere mucho, has convivido años con ellos». Él mismo tiene un perro incinerado desde hace quince años, aunque lo tuvo que hacer en otra comunidad. Ahora él ofrece este servicio.
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