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IÑIGO P. ARTOLA
Miércoles, 7 de octubre 2009, 04:10
DV. Una mañana plácida. Viento sur y la mar en calma. El clima ideal para navegar por la costa guipuzcoana. En torno a las diez de la mañana de ayer, el , un velero de nueve metros de eslora, partía desde el puerto deportivo de Getaria rumbo a Donostia, en una travesía de puro recreo que casi se tornó en tragedia.
Con viento a favor, y tras cerca de una hora de navegación, el único tripulante del gobernaba la nave sin problemas, hasta que un sonoro golpe interrumpió la etapa que preveía cubrir con rapidez. Instantes después del estruendo, el agua comenzó a inundar con mucha celeridad el casco del barco, y la radio de emergencia quedó inutilizada. El hundimiento de la nave era inminente, sin tiempo siquiera para que el patrón pudiera acceder a los camarotes en busca de su teléfono móvil, por lo que se concentró en pertrecharse del equipo de salvamento que tenía a mano antes de saltar al agua.
Ataviado con un buzo de supervivencia, un flotador y unas bengalas, saltó al agua mientras observaba como el iba irremisiblemente a pique. Sin haber podido enviar ningún tipo de SOS, el patrón del velero quedó a la deriva, a unas dos millas de la costa donostiarra, pero tuvo la suerte de poder avistar la baliza de una red de pesca hasta la que llegó a nado, y se aferró a ella a la espera de que algún barco se acercara hasta su posición.
La primera bengala que lanzó no logró captar la atención de ninguna embarcación cercana, pero minutos después, volvió a intentarlo. Un segundo fogonazo seguido de una estela de humo rojizo alertó a la tripulación del pesquero donostiarra , que acudió a la señal de socorro a toda máquina.
Susto y mucha sed
«Cuando lo encontramos estaba agarrado a la baliza de nuestra red, y bien equipado para aguantar en la mar», señaló el patrón del . Una vez que subieron a bordo al hombre, de entre 35 y 40 años de edad aproximadamente, «tenía el susto en el cuerpo pero se encontraba en perfecto estado. Sólo pidió beber agua. Tenía mucha sed».
En el naufragio, que duró una hora aproximadamente, en palabras del patrón del , le ayudó su «buen estado físico, y la experiencia, porque tomó decisiones correctas» en esos momentos de tensión. «Tuvo calma para pensar. Si no hubiera llegado a agarrarse a la baliza, el viento sur le podría haber alejado mucho más de la costa y hubiera sido más difícil encontrarle».
Una vez dejado el punto de rescate, a unas dos millas al norte del monte Igeldo, el le trasladó inmediatamente hasta las instalaciones de la Cruz Roja Marítima de San Sebastián, donde pasó un breve reconocimiento. Según los responsables sanitarios, «estaba ileso, en perfecto estado de salud. Después de avisar por teléfono a un familiar abandonó las instalaciones por su propio pie».
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