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BENITO URRABURU
Jueves, 22 de octubre 2009, 09:44
DV. El ex corredor Alberto Martínez, junto a Aitor Pérez Arrieta y Gorka Izagirre, ha estado quince días en la Vuelta a Chihuahua y el Criterium de Cancún, en México. Dos experiencias únicas, en dos estados diferentes de un país de 120 millones de habitantes y que es totalmente distinto a lo conocido por aquí, lo que le convierte en un mosaico de culturas, de gentes, de vivencias.
Han pasado del norte al sur, de Chihuahua a Cancún, dos mundos distintos, y han vivido una de esas experiencias que se recuerdan toda la vida. Alberto Martínez, que dejó la bicicleta en 2007- corrió su última temporada en el equipo Agritubel-, tuvo mucho que ver en la puesta en marcha de una carrera que poco a poco va aumentando de categoría a nivel UCI, la Vuelta a Chihuahua.
Es un enamorado de México, lo que le ha llevado residir allí. Vive a veinte kilómetros del Distrito Federal, la capital del país, una urbe de veinte millones de personas en la que ningún día se parece a otro. Todo cambia, hasta los colores, en cuestión de horas.
La historia del ex ciclista donostiarra no deja de resultar curiosa: «Cuando terminé mi carrera profesional intenté aprovechar lo poquito que se me podía conocer como deportista. Me dediqué durante un tiempo a entregar mi curriculum para buscar trabajo. Yo no solucioné mi vida con el ciclismo, aunque le estoy muy agradecido, y tuve que buscar trabajo. Me salieron dos. Uno en una empresa de transportes y otro en la CAF de Beasain. Había un proyecto para fabricar nueve metros de nueve vagones cada uno para el Distrito Federal, la capital mexicana, concretamente la línea A, y aquí me he venido», nos explicaba. Es el responsable de calidad del proyecto.
Una relación larga
Lleva desde abril residiendo en México, acompañado de su mujer, Verónica, y de sus hijos, Adrián y Luca. Es un trabajo muy distinto al que tuvo como ciclista: «Está muy lejos de ser un trabajo físico. Te exige mucho de cabeza. Mentalmente muchas veces acabas tan cansado como en algunas carreras, pero no tiene nada que ver con el ciclismo».
Tiene mucho contacto con los responsables mexicanos que han encargado el metro a la CAF. Su relación con este país viene de muy lejos: «Desde mi primera temporada como profesional ayudé a algunos corredores mexicanos que fueron a correr a Euskadi. Alberto Sánchez y Juan Pablo Magallanes fueron los primeros. Corrieron en el Ulma. Juan Pablo pasó por Italia y corre ahora en el Tecos, aquí en México».
Hizo buenas amistades y aprovechó para conocer México de arriba a abajo: «Durante cuatro años, cuando terminaba la temporada, me venía, como mochilero, e iba cubriendo diferentes estados. A mí me gusta. La vida es más desordenada que lo que conocemos en Europa, pero al final, todo funciona. Hay una mezcla muy grande de culturas con los Estados Unidos, sobre todo lo estados del norte. Es algo que enriquece».
Lo mejor, la gente
No echa en falta su vida de ciclista profesional: «Aquello se acabó. Lo disfruté, dejé muchos amigos. Tuve un período de transición y ahora tengo otra vida. Mantengo el contacto porque hago pruebas puntuales, como la Vuelta a Chihuahua, el Criterium de Cancún o la clásica de Alcobendas».
De hecho fue él quien le comentó a su mánager durante siete de sus diez años como profesional, Antonio Vaqueriza, «que en el estado de Chihuahua querían hacer una carrera profesional. Mi relación con él fue buena y a él recurrí». Sigue poco el ciclismo de Europa, «sólo por internet y cuando tengo tiempo. Llego a casa a las ocho de la tarde, como pronto, y no me voy a poner a ver cómo va el ciclismo. Con dos hijos ya me dirás».
Es joven, 34 años, y conoce bien el ciclismo que hay en ese país: «El ciclismo mexicano es como una montaña rusa. Depende mucho del gobierno. Hay carreras que pueden durar sólo una temporada y a la siguiente desaparecer. A nivel popular hay mucha afición. En México D.F., la capital, se ve mucha gente andando en bicicleta. Es un diamante en bruto que necesita tiempo y trabajo».
La bicicleta la tiene aparcada. Cuando tiene tiempo corre a pie. Quiere hacer cosas que no podía hacer cuando era profesional: «Me ha gustado siempre la montaña, subir, escalar. Estoy pensando en escalar dos volcanes de 5.000 metros, Orizaba e Iztaccíhuatl. El ciclismo me apartó de la montaña, pero volveré a ella. Quiero subir volcanes».
De México le gusta «la calidad de la gente. Es lo mejor. Son muy abiertos. El ambiente en Europa es más cerrado. Es un país que está lleno de maravillas naturales como Las Barrancas del Cobre, Chiapas, las playas. Tienes lo que quieras por todos los sitios».
La colonia de vascos en México es bastante amplia. Alberto Martínez ha cogido hasta el acento mexicano.
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