El palacio del mar

El mes de octubre ha sido importante en la historia de la centenaria Sociedad de Oceanografía de Gipuzkoa, por ser muchas las decisiones tomadas dicha época del año con gran repercusión en el desarrollo de la entidad.

La primera referencia encontramos cuando el 22 de dicho mes del año 1899, en plena euforia por el éxito obtenido con la Exposición Histórica y de Artes Retrospectivas, don Manuel Martínez Añibarro propuso en la Junta General de la Sociedad Económica Bascongada de los Amigos del País, celebrada bajo la presidencia de don Ramón Machimbarrena, la creación de un Museo Municipal Histórico, Arqueológico y Artístico, basando la idea en que «la vida y progreso de los pueblos no está únicamente en los intereses materiales, sino en el mantenimiento de una cultura que no debe olvidar la historia». El Museo quedaría instalado en el Instituto de la calle Peñaflorida, inaugurándose el día 5 de octubre de 1902.

El Museo fue idónea ocasión para recopilar algunos elementos relacionados con la historia naval guipuzcoana que servirían de acicate para quienes, basándose en su propia existencia, proyectaran lo que sería la Sociedad Oceanográfica de Guipúzcoa fundada el 19 de septiembre de 1908.

Nueva cita tenemos el 20 de octubre de 1910 cuando quedó renovada la Junta Directiva, pasando a ser segundo presidente de la Sociedad don Ramón Seoane y Ferrer.

Aquel mismo año, para proveerse de agua y carbón, fondeó en la Concha el yate del príncipe Alberto de Mónaco que estaba realizando estudios oceanográficos, siendo la primera ocasión en la que la directiva de la Sociedad solicitó su colaboración debido a sus conocimientos sobre el tema y al hecho concreto de ser promotor del Aquarium de Mónaco.

Con motivo de las Fiestas del Centenario 1813-1913, la Sociedad Oceanográfica propuso la celebración de una Exposición Histórico Naval Oceanográfica «dedicada al mar» cuya inauguración tuvo lugar el 11 de agosto de 1913 en el edificio del Instituto Provincial de Guipúzcoa (calle de Urdaneta).

El éxito obtenido con esta Exposición conllevó a la idea de fundar un Museo Naval y al año siguiente se alquiló un local en la calle Aldamar con el fin de crear en él un Museo-Aquarium. Se inauguró el 13 de agosto de 1916 y los miles de personas que lo visitaron mientras permaneció abierto aconsejaron el pensar en la construcción de un Palacio del Mar.

También un mes de octubre, el 8 de 1916, en la Junta de Gobierno de la Sociedad Económica, su presidente, don Ramón Usabiaga, expuso la Memoria, planos y presupuesto para construir un Acuario «al borde del nuevo y hermoso paseo del Castillo, en una pequeña zona llana que queda entre el monte y el paseo, a unos trescientos metros del rompeolas (Paseo Nuevo)». Los planos estaban siendo realizados por el arquitecto don Ramón Cortázar y en el edificio destacaba tanto la parte baja destinada a los peces vivos como las dos plantas superiores en las que se ubicaría el Museo Naval.

El lugar elegido presentaba importantes dificultades tanto técnicas como burocráticas. El Paseo Nuevo estaba en fase de construcción y el espacio propuesto pertenecía a la autoridad militar. Antes de recibir una respuesta negativa al proyecto don Ramón Luis Camio, con fecha 27 de agosto de 1920, propuso construir el nuevo Palacio del Mar en lugar donde no tuviera que intervenir el Ministerio de la Guerra, proponiéndose, por ello, edificarlo al final del Muelle, junto a las rocas, allá donde comenzaría el citado paseo, encargándose los planos al arquitecto Juan Carlos Guerra (desde el año 1973 la ciudad dedica una calle a Juan Carlos Guerra en la zona de Bidebieta).

La compra del monte Urgull por el Ayuntamiento, al año siguiente, hizo se volviera a pensar en modificar el emplazamiento del nuevo Aquarium, aunque al final prevaleció la idea de construirlo aprovechando la parte del monte próxima al antiguo baluarte de Santa Clara.

El edificio se quería sencillo y elegante, de 90 metros de largo por 11 de ancho, capaz de albergar el Acuario, la Escuela de Pesca, las oficinas, Sala de Juntas, Museo y cinco laboratorios. El año 1925 se consiguieron las oportunas autorizaciones.

Tan intensamente vivieron los donostiarras la construcción del Palacio del Mar que hasta el señor obispo dijo que el Palacio del Mar sería una obra de cultura tan grande como lo es el propio Océano.