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MANU ALVAREZ
Domingo, 15 de noviembre 2009, 02:45
Ha sido la guinda que puede hacer desmoronarse el pastel. El aumento de la fiscalidad de las Sicav -las sociedades de inversión que utilizan las grandes fortunas para obtener un mayor rendimiento de su patrimonio-, anunciado por las diputaciones forales para el próximo 1 de enero, puede tener importantes efectos colaterales. Las Sicav residenciadas en el País Vasco -hay registradas algo más de 210, aunque tan sólo tienen actividad real unas 70- trasladarán su domicilio fiscal fuera de Euskadi y, lo que es más importante, las gestoras que se ocupan de su administración deberán acompañarlas en este periplo. Es, al menos, lo que opinan todos los expertos consultados.
«Lo que la crisis financiera no ha conseguido, la eliminación de los distintos agentes financieros bilbaínos, lo va a efectuar -paradojas de la vida- una decisión de las administraciones tributarias vascas». La acusación directa a las diputaciones, como responsables de lo que se intuye ya como un paso más en el desmantelamiento de ese viejo concepto del 'Bilbao, plaza financiera', la lanzaba hace algunos días el subdirector de la Bolsa de Bilbao, Manuel Ardanza, en un artículo de prensa escrito a título individual. Los máximos responsables de la entidad, a pesar de las numerosas presiones que han recibido en las dos últimas semanas, han optado por mantenerse en silencio y mirar para otro lado. No hay sospecha alguna de que la crítica tenga alguna intencionalidad política, ya que el autor de la frase es un reconocido militante del PNV, formación que controla los ejecutivos forales de Vizcaya, Álava y Gipuzkoa.
El puzzle se desmonta
Hay varios signos que identifican una plaza financiera. Los principales son la existencia de cuarteles generales de banca; centros de decisión de compañías aseguradoras, dado que son instituciones que generan grandes volúmenes de compra de activos financieros; una actividad pujante en torno a la emisión de deuda pública y también privada; la ubicación de cientos de profesionales especializados en la materia y, por último, la existencia de un mercado de valores. La Bolsa es, además, un buen termómetro para medir la salud de esta ; y en el caso de Bilbao, la barra de mercurio hace ya tiempo que se mueve en temperaturas frías.
El desmantelamiento progresivo de esos signos de identidad es innegable. El centro de decisión del BBVA se ha desplazado, ya por completo, a Madrid. Tampoco existen los puestos de mando de las grandes aseguradoras como Aurora o Plus Ultra, y la Bolsa de Bilbao languidece tras unos años de esplendor. Lagun Aro es la única aseguradora que aún mantiene su estado mayor de inversiones en el País Vasco.
No hay que retroceder mucho en el tiempo para ver los evidentes signos de deterioro. Entre 1992 y 1998, la institución bursátil vizcaína ocupaba el segundo lugar en el ranking español por el volumen de operaciones que gestionaba, superada sólo por Madrid. En la actualidad, se mueve entre el tercer puesto y el furgón de cola, ya que la de Barcelona ha experimentado una senda acelerada de crecimiento, mientras la de Bilbao ha perdido incluso el pulso, durante varios años, con la de Valencia.
Un par de datos objetivos permiten apreciar con rotundidad la pérdida de peso del parqué vizcaíno. En 1990, recién estrenada la reforma del sistema de contratación bursátil -los agentes de Bolsa fueros sustituidos por sociedades y agencias de valores, y la contratación de viva voz dio paso a un mercado continuo informatizado-, la institución bilbaína gestionó operaciones por un valor casi cuatro veces superior al registrado en Valencia. En 2008 la proporción era de 1,3.
Pero no es sólo una cuestión de ranking, también de peso relativo. Si en 1998 la Bolsa de Bilbao llegó a concentrar casi el 17% del valor de todas las operaciones realizadas en el mercado español, una década más tarde ni siquiera llega al 10%; y en los últimos años se ha situado, incluso, en torno al 7%. En 2005 tocó fondo al registrar una cuota de tan sólo el 5,24%.
Parte de este proceso de pérdida de fuelle se debe también a la ausencia de emisiones de deuda pública del Gobierno Vasco, a lo que se suma la amortización acelerada que practicó el Gabinete de Juan José Ibarretxe en los últimos años de su gestión. Los euskobonos han desaparecido del escenario -el actual Ejecutivo va a verse obligado a relanzar esta opción para obtener recursos- y la Bolsa de Bilbao tampoco ha sido capaz de atraer otros activos de deuda ajenos a la comunidad autónoma.
Puestos de trabajo
Con estos datos sobre la evolución de los últimos años y el reciente anuncio de las diputaciones forales, el nerviosismo entre los 40 empleados de la Bolsa de Bilbao es palpable. La plantilla de la institución prefiere mantener silencio en público, pero en privado no oculta el temor a que su puesto tenga una fecha de caducidad «cercana». El propio subdirector de la entidad, Manuel Ardanza, daba ya alguna pista en su artículo. La eliminación de las Sicav del territorio vasco -apuntaba- «supondría la práctica desaparición de su entorno financiero, el vaciamiento del registro y actividad del Servicio de Compensación y Liquidación de Valores de la Bolsa de Bilbao en beneficio de otras plazas financieras, y una merma de actividad de la Agencia de Valores Bilbao Plaza Financiera de tal intensidad que prácticamente la haría inviable».
La advertencia tiene una base sólida. Según ha podido conocer este periódico, prácticamente el 50% de los valores que custodia la depositaría de la Bolsa de Bilbao corresponden a las Sicav administradas por gestoras vascas. La fuga de las sociedades de inversión llevaría aparejado el traspaso de este depósito a otra institución, fuera de la comunidad autónoma, y la propia depositaría «dejaría de tener sentido», apuntan fuentes del mercado.
Los empleados de la Bolsa vizcaína también saben que hay otros eslabones débiles en la cadena de actividad, cuya fractura puede precipitarse en breve plazo a rebufo de la marcha de las Sicav. El más evidente, señalan, es la operativa que todavía mantiene la sociedad de valores del BBVA, que aún introduce un alto porcentaje de sus órdenes de compra y venta de títulos a través del ordenador de Bilbao. El porcentaje de órdenes cursadas en él, subrayan conocedores de este mercado, se mantiene en torno al 70% de su volumen total.
El ciclo vital de la plaza financiera bilbaína está probablemente en su momento más bajo de las dos últimas décadas y ha dejado de ser una referencia nacional. Los más nostálgicos del pasado aún recuerdan que de su seno han nacido compañías hoy internacionales, e incluso que muchos inversores acudían a la Bolsa de Bilbao a la búsqueda de una sociedad que cotizase para emplear la plataforma como vehículo de crecimiento. Así se construyó el imperio de SOS, que utilizó como base la sociedad Maderas Arana; o Nefinsa, el actual holding de la familia valenciana Serratosa, que usó la ficha que poseía Nervión Financiera SA.
«Echar a los ricos»
La situación que se ha creado con la decisión de castigar a las Sicav -sus ganancias tributarán el 28% desde enero, frente al 1% actual-, hasta el punto de obligar a sus propietarios a emigrar fuera del País Vasco, tiene además su propia paradoja política. «El PNV está transmitiendo con esta decisión -apunta un alto responsable de una entidad financiera, que prefiere mantenerse en el anonimato- que es bueno echar a los ricos de Euskadi. Y no se da cuenta de que son personas que han aguantado aquí durante décadas, soportando y sobreviviendo al chantaje del terrorismo. Han mantenido su residencia en Euskadi a pesar de que ETA quería obligarles a marcharse, y ahora se encuentran con que son las instituciones públicas quienes les enseñan la puerta de salida».
Pero hay también algo de marcha atrás en la estrategia de las administraciones vascas respecto a la incentivación de la actividad económica. Lo que hace tan sólo unos años fue declarado abiertamente por el Gobierno Vasco como «sector estratégico» merecedor de importantes ayudas, hoy es castigado por las instituciones con el látigo de la indiferencia, cuando no del desprecio. A finales de la década de los 80 y principios de los 90, el gabinete de coalición PNV-PSE presidido por José Antonio Ardanza se volcó en el impulso del concepto . La clave, probablemente, hay que encontrarla en el papel determinante que jugó el entonces consejero de Hacienda del Gobierno Vasco, Alfonso Basagoiti, un auténtico apasionado del mundo financiero.
Eran momentos claves, en los que el País Vasco se jugaba la posibilidad de mantener un papel, aunque pequeño, en el entramado financiero español. La reforma de la Ley de Bolsas puso en peligro la subsistencia de los mercados y el Ejecutivo vasco se empeño no sólo en defender la posición, sino incluso en empujar el crecimiento. De aquella estrategia nacieron decisiones como la adquisición del edificio de la Bolsa de Bilbao por parte del Gobierno Vasco, la inyección de fondos en su sociedad promotora e incluso la creación de la sociedad que actúa como depositaría. Hoy, ninguna Administración pública vasca se atreve a considerar ya el sector financiero como estratégico en la actividad económica del territorio y la plaza comienza a quedarse vacía.
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