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XABIER GALARTZA
Sábado, 28 de noviembre 2009, 02:35
El Arrate sabía de antemano que las opciones que tenía para coger desprevenido al Barcelona, un suceso que no ha ocurrido en la historia, era más que remoto. Además, el contexto bajo el que se desarrolló la contienda no era el ideal, tanto en el plano deportivo como extradeportivo. De ahí que haya prevalecido la dinámica de los dos últimos años en los que los eibartarras han sido vapuleados, frente a la brillante actuación completada hace tres ediciones, cuando acabó cediendo por la mínima diferencia (27-28).
Encajar estas tres últimas derrotas consecutivas en la Liga ante el Reale Ademar, Reyno de Navarra y el propio Barcelona entraba a formar parte de la lógica. De ahí,que su próximo duelo frente al Academia Octavio pase a cobrar un mayor relieve.
Por regla general, caer frente a la escuadra blaugrana no tiene por qué provocar ningún tipo de escozor. Otra cosa muy diferente es que se le den facilidades. Eso fue lo que ocurrió durante el primer cuarto en el que el Barcelona se encontró prácticamente sin ningún tipo de oposición. Durante los primeros compases del partido campó a sus anchas y sacó un gran rendimiento a la falta de intensidad de su rival, lo que le llevó a abrir en poco más de diez minutos tierra de por medio (4-10).
La reacción del Arrate se hizo esperar. Le costó bastante entrar de lleno en el partido. Básicamente, Cutura y Rédei fueron los únicos que mantuvieron la compostura en esta primera fase. Esto posibilitó que el equipo se recompusiera parcialmente hasta el extremo de llegar a hacer un serio amago de meterse de nuevo en el encuentro (10-14). Sin embargo, la escuadra que dirige Xavi Pascual recuperó para el descanso la renta perdida (11-18).
Dominio aplastante
En ningún momento se vieron visos de que el Arrate tuviera la intención o la capacidad para poder poner en entredicho el aplastante dominio blaugrana puesto de manifiesto sobre el parqué de la cancha eibartarra.
El meta Voncina se encontró en más de una ocasión vendido, sobre todo en los reiterativas situaciones de contraataque que se reprodujeron. Esta vez se quedó muy lejos de su media de paradas.
En la reanudación las diferencias se fueron ampliando de manera paulatina. Principalmente, fue el menudo extremo internacional Juanín, quien a través de los contragolpes y desde su posición natural, se encargó de perforar la portería de un Arrate totalmente entregado, con el norte perdido y rendido a la neta superioridad rival. El juego en bloque se diluyó por completo y como contrapartida pasaron a prevalecer sin éxito las individualidades. Una medida que no puede tener mucha salida ante un rival de la talla del Barcelona.
El partido evolucionó de tal manera que el Arrate corría el riesgo de terminar por encajar en Ipurua una de las mayores goleadas de la historia. El Barcelona se encontraba muy cómodo sobre la pista y en ningún momento parecía que tuviera ninguna intención de echar el freno. Al final la diferencia fue de doce goles.
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