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JUANMA VELASCO
Lunes, 30 de noviembre 2009, 08:26
«Buenos días, soy la madre de Diego Salvá. Desde el 30 de julio ostento un título que me gustaría mantener mucho, mucho tiempo. Soy la madre de la última persona asesinada por ETA». Mon-tse Lezaun, la madre de Diego Salvá, uno de los dos guardias civiles asesinados por la organización terrorista el pasado verano en Mallorca, no estaba anunciada en la lista de discursos de ayer. Su marido, Antonio Salvá, acababa de dirigirse al público pero ella quiso tomar la palabra. «He querido subir al escenario porque quería hablar de esperanza». Ése fue su mensaje. «Trabajando como él trabajo, preparándose como él lo hizo para servir podremos conseguir que yo sea la última, que Diego sea el último, porque una madre nunca se cansa de esperar»...
El auditorio del Teatro Principal de Vitoria rompió el silencio con el que escuchaba las palabras sinceras y serenas de esta madre para dedicarle una larga ovación. El de Montse Lezaun fue solo uno de los muchos momentos emotivos vividos ayer durante el III Acto Institucional de Homenaje y Reconocimiento a las Víctimas del Terrorismo, organizado por el Gobierno Vasco.
Alrededor de 700 familiares y víctimas del terrorismo acudieron al evento. Anteriormente, se habían celebrado otros dos grandes homenajes en Donostia y Bilbao, bajo la presidencia de Juan José Ibarretxe. Pero esta vez fue distinto. La de ayer fue la primera ocasión en que miembros de todos los colectivos y asociaciones de víctimas de toda España -incluidas la AVT y Covite- secundaban la convocatoria. Otros lo hicieron a título individual. Asimismo, acudieron a la cita víctimas de otros grupos terroristas como el GAL o el Batallón Vasco Español. El recinto se quedó pequeño y hubo familiares que tuvieron que seguir los discursos por televisión, desde una sala adyacente. Para quienes no pudieron acercarse a Vitoria, ETB lo ofreció en directo por su segundo canal.
El acto, presidido por el lehendakari Patxi López, contó con una nutrida presencia de representantes institucionales y de los principales dirigentes de los partidos políticos con representación. También acudieron los ex lehendakaris Ibarretxe, Ardanza y Garaikoetxea. Eso sí, todos ellos quedaron en un segundo plano. Los testimonios y la presencia de las víctimas monopolizaron el tiempo y, entre agradecimientos y críticas por «los años de olvido», con sus verdades hicieron temblar los cimientos del viejo teatro. Pocas veces unas voces entrecortadas lanzaron mensajes tan claros.
Se vivieron dos horas de reconocimiento y solidaridad. Dos horas en los que la palabra memoria campó a sus anchas entre gestos de emoción, abrazos y miradas cómplices. «Un pueblo sin memoria es un pueblo sin alma», comenzó diciendo la presentadora.
Tras los discursos de Maixabel Lasa, directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Gobierno Vasco, y del lingüista y ex rector de la UPV, Pello Salaburu, como representante de la sociedad civil, llegó el momento de reconocimiento a las víctimas del último año, en nombre de todo el colectivo. Entre fuertes aplausos, al escenario subieron familiares del guardia civil Juan Manuel Piñuel, asesinado el 14 de mayo de 2008 en el cuartel de Legutiano; del brigada Luis Conde, asesinado el 22 de septiembre de 2008 en Santoña; del empresario Inaxio Uria, asesinado el 3 de ciembre de 2008 en Azpeitia; de Eduardo Puelles, asesinado el 19 de junio en Bilbao; y de Diego Salvá, uno de los guardia civiles asesinados el 30 de julio en Mallorca.
Todos ellos recibieron un recuerdo del acto y semillas de 'siempreviva', la flor que de forma simbólica se ha elegido para recordar la memoria de las víctimas, y que muchos de ellos lucían en la solapa con orgullo, en forma de pin.
«Las ideas no se matan»
María Victoria Campos, viuda de Juan Manuel Piñuel, relató a los presentes el año y medio «de pena, rabia, injusticia e impotencia, pero también de esperanza y de fuerza» vivido desde la muerte de su marido. Lourdes Rodado, viuda de Luis Conde, pidió al lehendakari que con los terroristas «negociación cero». Emocionada, leyó unos versos dedicados a su marido: «se mata a los corderos, las ideas no se matan».
Jaione, hija de Inaxio Uria, realizó una breve intervención en euskera y castellano para agradecer «en nombre de toda la familia Uria» a todos los que «han hecho posible este acto y a todas las personas que han estado este año con nosotros apoyándonos».
La siguiente víctima en hablar fue la viuda de Eduardo Puelles, Paqui Hernández, quien pidió que se acabe con ETA, «último eslabón de la cadena que queda por romper para sentirnos en libertad».
Antonio Salvá, padre de Diego Salvá, reclamó a los jóvenes vascos que «se avergüencen del pasado» que heredan de ETA y que hagan posible un futuro del que puedan «estar orgullosos». A él le siguió la intervención de su mujer, Montse Lezaun.
Retirada de fotos de presos
Tras la interveción del lehendakari, Leonor Regaño, viuda del artificiero de la Policía Nacional Manuel Jódar, asesinado en mayo de 1989, fue la encargada de pronunciar un discurso cargado de dolor y esperanza. «Aquel día me dejaron muerta en vida», recordó. Quedó viuda con dos hijos de 11 y 9 años.
Su intervención estuvo plagada de verdades incómodas. Se mostró crítica con los políticos por el abandono sufrido por las víctimas cuando pasan los atentados. «Todos ustedes se sientan en los primeros banquillos del funeral. ¿Y qué hay del día siguiente?», se preguntó. «Ignoro si los asesinos de mi marido están en tercer grado porque nadie se ha molestado en comunicarnos nada», reveló.
«Todo lo tenemos que averiguar por nosotras mismas», explicó, haciendo cómplice a un auditorio copado por las mujeres, en su mayoría madres y viudas. «Pero los terroristas sí tienen derechos. Derecho a que les agrupen en centros penitenciarios. Y a que el Gobierno Vasco, al menos hasta ahora, haya subvencionado a sus familias cada vez que han ido a visitarlos a las distintas cárceles», explicó para preguntarse después: «¿quieren decirme por favor qué derechos tienen los que están bajo tierra?».
Regaño aplaudió que estén «todas las víctimas unidas en un acto como éste». Además, alabó la labor «contundente» de la Ertzaintza en la retirada de carteles de presos de ETA. «El día que se retiró la foto del asesino de mi marido fue una fecha emotiva y reconfortante».
«Lamentablemente, (...) para algunos, mostrar las fotos de los asesinos de nuestros seres queridos es lícito porque sirve para pedir el acercamiento de los presos. (...) Pero lo que se quiere decir es 'Estamos orgullosos de ti, eres un ejemplo a seguir'». Eso sí, Regaño se mostró dispuesta a rectificar estas palabras . «Bastaría que los familiares de los presos, exigieran a ETA el fin de la pesadilla». Por último, esta viuda pidió que se reconozca el sufrimiento de las víctimas «de grupos terroristas diferentes a ETA», algo que «debe contribuir a cerrar heridas que aún afectan a la convivencia entre los vascos».
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