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BENITO URRABURU
Lunes, 14 de diciembre 2009, 02:46
Lo más sorprendente de los ocho casos de positivos con EPO que se han producido durante 2009 en el ciclismo español, dejando al margen otras situaciones de casos de dopaje por otro tipo de sustancias, que se pueden entender dentro de un deporte profesional, lo que más llama la atención es la falta de respuesta.
Organismos de los que debía de esperarse algún tipo de movimiento para conseguir que el deporte del que viven no siga ahogado, cada vez más, entre dudas, no dicen nada.
La Asociación Española de Ciclistas Profesionales, que hace poco ha tenido su asamblea anual, cuenta con un problema serio en el que están implicados algunos de sus asociados, y no ha movido un dedo por buscar una solución, no al menos que se conozca. Lo mismo podría decirse de la Asociación de Grupos Deportivos, o de la Federación Española e incluso de los organizadores. Todos terminan pagando, en mayor o menor medida, esa situación que se ha agravado de forma llamativa en 2009, llegando a un punto que sólo admite un calificativo: impresentable.
No hay un país que se nos acerque en ese apartado. También en eso batimos récords. El más cercano es Italia, con tres casos. ¿Suerte? ¿Persecución? A estas alturas no se pueden ir barajando esos conceptos, sobre todo después de la que lleva cayendo desde hace cuatro años.
Corredores y equipos saben que la UCI está persiguiendo a determinados corredores, algunos de ellos españoles, porque observan cosas raras en su pasaporte biológico. Y poco a poco han ido cayendo todos.
La UCI no tiene nada que ver en esos casos, pero tampoco actúa con claridad. No puede ser que a un corredor que da positivo con EPO, que tendría que cumplir una sanción de dos años, por colaborar con la justicia le reduzcan la pena. Se arrepienten, pero no devuelven el dinero que han ganado gracias a esos triunfos, ni se les restituye la gloria a los perjudicados.
Y no puede ser puesto que con la EPO no hay errores. Los hubo en el pasado. El que la usa o quien recomienda usarla sabe que lo que se busca es una mejora deportiva importante. Lo mismo sucede con las transfusiones sanguíneas o la hormona de crecimiento. Lo que no puede ser es que alguien se dope y luego involucre a otras personas, tenga una reducción de pena y deje en una situación cercana al abandono a su equipo y a sus compañeros, siempre y cuando el equipo no tenga nada que ver con el asunto, algo que tampoco está claro es muchos casos.
O se endurecen las penas en positivos con determinados productos, o la situación del ciclismo, al menos la del español, lleva camino de convertirse en un drama de consecuencias imprevisibles. Tenemos un gran escaparate, basado en cuatro grandes figuras y un grupo de buenos profesionales, pero la base está cada vez más abandonada, y en algunos casos carcomida, y no se toman medidas en asuntos de dopaje. Va a llegar un momento en el que nadie se crea nada sobre este deporte y la culpa no será de la Prensa, ni de la UCI, ni del maestro armero, sino de quienes dan positivo.
La doble moral en el ciclismo se ha terminado, o al menos eso parece de cara a la galería. Lo que no puede ser es que cerremos 2009 con una estadística que debería sonrojar a muchos de los que viven del ciclismo, que continúa fiel, en muchos de sus apartados, a una vieja teoría: vive el presente y olvídate del pasado. El futuro no existe.
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