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Recuperado. Horrillo podrá hacer una vida normal. :: EFE
Pedro Horrillo se aparta de la liturgia del dorsal
LA PRÓRROGA

Pedro Horrillo se aparta de la liturgia del dorsal

La caída sufrida en la octava etapa del Giro, que por poco le cuesta la vida, le ha dejado graves secuelas

BENITO URRABURU

Jueves, 14 de enero 2010, 09:35

Si se habla de Pedro Horillo, la primera imagen que se le viene a uno a la cabeza es la de un helicóptero izando una camilla en la que sabíamos que iba una persona, malherida, porque lo decía el pie de foto. Era el cuerpo del corredor de Ermua después de caerse en la octava etapa del Giro de Italia, en el descenso del puerto de Culmine San Pietro. Él no lo sabía, en realidad ni siquiera su mente era capaz de discernir si estaba vivo o muerto, pero aquella iba a ser su última carrera, el último dorsal que iba a llevar en su vida deportiva. Desde aquel 16 de mayo han pasado muchas cosas en su vida. Hoy en día sigue sin poder recordar muchas cosas de aquel día y, desde luego, ninguna de la caída. Ha escogido todo lo bueno que le ha quedado porque logró vivir, pudo seguir escribiendo y ha recibido ofertas, además de las que ya tiene, para ser relaciones públicas y jefe de Prensa de algún equipo.

Allí, en Italia, donde ha vuelto este invierno apara agradecer su ayuda a las personas que le rescataron y a las que le cuidaron y se desvelaron por él en el hospital, terminaba una trayectoria que se había iniciado en el mundo profesional en 1998 con el equipo Vitalicio de Javier Mínguez.

Llegó a profesionales después de pasar por el Café Baqué de Sabino Angoitia. A los 34 años, después de doce temporadas como profesional, Horrillo prefiere ser positivo: «Tengo la suerte de estar vivo después de lo que me pasó». Lo que le pasó es que se cayó por un barranco. Nadie le vio irse hacia el precipicio. Dice que se rompió 35 huesos, entre ellos las costillas, las cervicales, la rótula, algunas vértebras, el fémur por dieciocho sitios, los dos omoplatos, la clavícula... Lo más grave fue el neumotórax que sufrió, que le encharcó los dos pulmones y que hizo que su vida corriese peligro durante unos días

También perdió el 50% de su sangre: «Tuve suerte porque la postura en la que me fui arrastrando por el barranco permitió que no me desangrase totalmente. Todo jugó a mi favor y el dispositivo de emergencia funcionó perfectamente».

Él dice que hubo factores que le ayudaron a no perder la vida como su estado físico, el que la bicicleta se quedará en la carretera, lo que permitió ver a quienes venían detrás que allí se había producido una caída. También el que los golpes en la columna no fuesen de gravedad le ayudó a no verse hoy en día en una silla de ruedas.

Ocho meses después tenía que pasar otro trago amargo: el de tomar la decisión de abandonar el ciclismo. Volvió a subirse a una bicicleta, consultó con varios médicos, los que habían vigilado su recuperación, y todos le dijeron lo mismo: «No podrás volver a tener el mismo nivel que tenías antes del accidente». Ese nivel, en un equipo como el Rabobank, consistía en trabajar para Óscar Freire y para otros compañeros, trabajar en muchos momentos de la etapa, sobre todo en el llano y en las llegadas.

A pesar de que no se volverá a poner un dorsal, tendrá que seguir andando en bicicleta, «casi como si fuese a comenzar la temporada. Para las lesiones que he tenido es bueno que siga andando en bicicleta, que continúe haciendo deporte. Lo que no me veía es en condiciones de rendir como antes, de ser un profesional con todas las consecuencias. Por eso preferí dejarlo antes que no poder cumplir con mi trabajo».

Casado con Lorena, tiene dos hijos, Abai y Hori, a los que podrá dedicar más tiempo a partir de ahora. También podrá finalizar sus estudios de Filosofía, escribir artículos e incluso libros -ya ha publicado dos- y buscar nuevas aficiones, puesto que siempre ha sido una persona con muchas inquietudes. No era el final que esperaba para su carrera, deportiva pero salvó su vida, lo que le permitirá recordar su pasado encima de la bicicleta. Algo muy importante cuando se ha visto tan cerca la muerte.

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