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Detalle del rostro del San Sebastián que gobierna la fachada de la basílica de Santa María. En el brazo puede apreciarse la 'herida' de una de las saetas. :: FOTOS: GONTZAL LARGO
Los porqués de San Sebastián
SAN SEBASTIÁN INSÓLITO

Los porqués de San Sebastián

La ciudad le debe su nombre a cierto santo francés que fue asaeteado y pataleado. Desgranamos qué hay detrás de esta relación secular entre tocayos.

GONTZAL LARGO INFO@GONTZALLARGO.COM

Sábado, 16 de enero 2010, 03:59

¿Por qué San Sebastián (la ciudad) se llama San Sebastián, como el santo?

Por el Fuero de Repoblación concedido por el Rey Sancho el Sabio de Navarra en 1180, donde se reconocía oficialmente -aunque ya había constancia de su existencia desde 1014- el nacimiento de la villa con el citado nombre. La razón de ser de éste es el monasterio consagrado a San Sebastián que se ubicaba en el Antiguo y del que hoy no queda resto alguno. Muchísimo más difusos son los orígenes del término Donostia, sobre cuyas raíces no hay una teoría unificada. ¿Proviene del romano 'dominus ostianus' o de una primitiva referencia vasca al santo, Done Sebastian?

¿Por qué se le atribuyen a San Sebastián (el santo) poderes contra la peste?

Tradicionalmente, las plagas eran representadas como una lluvia de flechas que emanaba de la mano de Dios. Así, nació la creencia de que aquel que había sobrevivido a un ataque de flechas -San Sebastián, en el primero de sus martirios- era capaz de proteger a los devotos de las calamidades que diezmaron a la población durante la Edad Media. San Sebastián fue el primero de los santos antipeste que se pusieron 'de moda' gracias, en parte, a los escritos del historiador Pablo el Diácono: éste afirmó que la enfermedad que asoló Roma en 680 había sido mitigada gracias a la 'intervención' del citado beato. Finalizada la Edad Media y domesticadas las diferentes epidemias, el culto a San Sebastián decreció en los siglos posteriores. La aparición de otros santos como San Roque o San Carlos Borromeo -con una mayor fama curativa- desplazó a San Sebastián del olimpo de los 'depulsor pestilatis'.

¿Por qué San Sebastián es el patrón de la Bella Easo?

Por su divina 'intervención' en la epidemia de peste del año 1596, contribuyendo a acabar con ella. La plaga asoló Pasajes y San Sebastián y cuando los efectos de ésta amainaron, los donostiarras atribuyeron el éxito a las oraciones -la medicina también tuvo algo que ver- dedicadas a San Sebastián y a San Roque, de ahí el compromiso perpetuo de celebrar la festividad del 20 de enero.

¿Qué iconografía de San Sebastián se puede apreciar en la ciudad?

Un hipotético recorrido comenzaría en la basílica de Santa María, gobernada por una efigie en piedra de más de dos metros en su fachada. En su interior está el cuadro de Luis Boccia de 1819, para cuya realización contó con un amarrador del puerto como modelo. En la cercana iglesia de San Vicente, hallaremos en su altar mayor del siglo XVI, obra de Ambrosio de Bengoechea, otra imagen de San Sebastián, convertido en, tal y como relata la leyenda, «una especie de erizo», con siete flechas incrustadas en piernas, tronco y brazo. En la iglesia de San Telmo, ahora cerrada con motivo de las obras de restauración, se guarda el lienzo de Sert 'Altar de la Raza', en el que puede distinguirse una tempestuosa representación de la pía figura. En el otro extremo de Donostia, en la Catedral del Buen Pastor, el altar oriental -acompañado del apóstol Santiago y una talla del Sagrado Corazón de dos metros y medio- acoge otro San Sebastián fiel a los cánones estéticos del Renacimiento -pletórico de sufrimiento, semidesnudo, con la mirada perdida.- fabricado en los talleres Serra de Barcelona, e instalado en la catedral en 1907. El último escalón de nuestra ruta es la iglesia de San Sebastián Mártir en el barrio del Antiguo, donde hay una talla de madera de fecha indeterminada y un gigantesco mural realizado hace unas cuatro décadas por un artista del barrio, Miguel Ángel Álvarez.

¿Se puede articular una ruta tras los pasos de San Sebastián, el Santo?

Por supuesto, pero esta no pasaría por Donostia, claro. Sebastián nació en el siglo III en la localidad francesa de Narbona -sobre cuya casa se erigió, posteriormente, una iglesia que todavía permanece en pie-, pasó parte de su vida en Milán y encontró la muerte en Roma, donde fueron enterrados sus restos en las catacumbas que llevan su nombre, situadas en la Via Appia Antica. Éstas pueden ser visitadas en la actualidad, aunque las reliquias del beato pululan por medio mundo. Por ejemplo, un diminuto fragmento óseo se guarda en nuestra basílica de Santa María. Rizando el rizo, se puede visitar el punto en el que, según la leyenda, tuvo lugar el primero de sus tormentos romanos, el famoso asaetamiento: la piazza de San Lorenzo in Lucina, donde antiguamente se ubicó el Campo de Marte. Tras la segunda tortura -la paliza- que le dio muerte, los romanos arrojaron su cuerpo a una cloaca para que no se pudieran venerar sus restos: sobre ésta se levanta, en la actualidad, la iglesia de Sant'Andrea Della Valle, muy cerca de la conocida piazza Navona.

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