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EMECÉ
Lunes, 18 de enero 2010, 04:21
Tal era la tensión -casi sacralizada- que había en la sala que cuando la batuta de Janowski marcó el último compás del acto 1º de la ópera 'La Walkiria' el respetable explosionó en una atronadora ovación de rotundos aplausos e inequívocos bravos. Era el reconocimiento donostiarra (unánime) a la gran calidad de un impactante concierto.
La rotunda formación musical que es la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín, superando la centena de maestros en el escenario, presentó un programa sumamente atractivo, en un viaje de ensoñación desde el romanticismo straussiano a la épica wagneriana. La interpretación del poema sinfónico 'Muerte y transfiguración (Tod und Verklärung)', Op.24 del muniqués Richard Strauss fue una permanente exposición de los sentimientos sublimados que encierra la partitura, presentando la orquesta todo su poder cromático, como fue el caso el tercero movimiento -Meno mosso, ma sempre a la breve-, donde la sutilezas alcanzaron su máxima intimidad. Tal fue así que la rectoría de Janowski hizo verdad la concepción del compositor cuando respecto a esta obra dijo que «el Arte intenta captar el momento de la muerte sin necesidad de morir».Cuando en los primeros compases del acto I de 'La Walkiria' ('Die Walküre') de Richard Wagner dejaron el disfrute de la magnífica cuerda grave de la orquesta, fue manifiesto que estábamos a punto de gozar de una interpretación fuera de serie. Se encargó de ello Janowski concertando con auténtica maestría el torrente que discurre entre las voces solistas y la grandeza armónica en los atriles.
El bajo neozelandés Snell en su breve participación como Hunding presentó una voz rotunda, muy cuidada, de generosa proyección y bien timbrada. Es Ricarda Merbeth una soprano de coloratura totalmente adecuada para desarrollar el papel de Sielinde, yendo in crecendo en su trabajo hasta llegar a la generosidad dramática que contiene el dúo de la escena tercera con el tenor.
Pletórico en facultades estuvo Robert Dean Smith, un auténtico heldentenor wagneriano en su cometido del weslungo Siegmund. Su expresividad fue generosa, así como su dominio de una técnica muy precisa que le permitió luchar frente a una orquestación tronante no dejándose superar. Resultó impactante el aria de la espada 'Ein Schwert verhiess mir der Vater 'con una dicción impecable y una proyección de voz en verdad exquisita.
¡Uff, qué barbaridad!.
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