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MAÑU DE LA PUENTE MAÑU DE LA PUENTE manudelapuente@yahoo.es
Viernes, 29 de enero 2010, 04:24
Es un auténtico artista, en el amplio y llano sentido de la palabra. Da gusto conversar con él porque está en la 'movida', no sólo en la profesional sino también en la social. Habla de pintura como de deporte o de su misma ciudad natal, Hondarribia, de la que es un auténtico estudioso que no se pone límites. Javier Sagarzazu Garaikoetxea nació hace 63 años y, como quien dice, llegó a esta vida con un pincel debajo del brazo. Está soltero pero también casado. Como él mismo confiesa, «estoy casado con la pintura y con al arte». Estudió para delineante de construcción, pero se dedicó a lo suyo, a lo que más quería y le gustaba. Y le ha ido de cine. Es un auténtico enamorado de la música y, sobre todo, de la ópera. De hecho, cuando viaja por Europa o por cualquier continente, cuando llega a destino lo primero que hacer es consultar la agenda musical del lugar. Ha escrito, junto con el periodista Javier de Aranburu un libro sobre la historia ('Paseos por la ciudad') de Hondarribia. Ahora, la pareja vuelve sobre sus pasos, pero con Irun como objetivo. Es amable y próximo. Ofrece un titular en cada una de sus respuestas.
- Javier, háblame un poco de ti, de cuando eras un crío.
- Yo era un niño más. Eso sí, lo de dibujar me llegó muy pronto, a los seis años. Siempre pintaba cositas con lápiz o hacía figuritas con bustiña. Estaba en La Salle hasta que en 1958 me pasé a la Sindical. Guardo unos recuerdos geniales de dos profesores de dibujo como eran Manolo Berroa y Godofredo Buenos Aires. En ese tiempo, coincidí con Felipe Igiñiz, aunque era mayor que yo. Entonces, Felipe ya apuntaba como un dibujante de excepción. Bueno, con el tiempo, conocí a artistas de la categoría de Remigio Mendiburu, Enrique Albizu, Menchu Gal o José Gracenea, lo mismo que a Gaspar Montes Iturrioz en la academia municipal de dibujo de la Plaza Urdanibia.
-O ye, Javier, ¿cómo le da a uno por pintar?
- Pienso que el pintor, quizás como cualquier otro profesional de otro ramo, lo lleva dentro, lo desarrolla y lo saca fuera, lo manifiesta. Eso sí, tengo muy claro que uno pinta para sí mismo; y si, además, lo que haces le gusta a otras personas, pues mejor que mejor. La del pintor es una carrera que nunca termina.
- ¿El pintor nace o se hace? ¿O las dos cosas?
- Mira, ambas cosas. Seguro que nacemos artistas, pero luego nos vamos haciendo, porque hay que hacerse todos los días. Yo pinto a todas horas y la inspiración te llega con el pincel en la mano. Además, yo me examino en todo momento. Nunca hay que ser conformista. Hay veces que pinto unas acuarelas que no me acaban de gustar, entonces, cojo y las tiro. Hay amigos que me dicen que no las tire, que se las regale. Pero yo digo que no, las rompo y no las regalo. Es algo así como hacer justicia con la conciencia de uno mismo. Tú no puedes dar nada que no te guste.
- Pero siempre se aprende, ¿no?
- Eso es elemental, es como la formación continua. A mí me pasa que voy en coche, veo un paisaje y, como tengo las manos ocupadas, me da pena no registrarlo en un papel, en un esbozo. Los paisajes o el cielo son espacios que no dejan de inspirarte.
- ¿En qué genero te mueves mejor?
- En el estilo figurativo. No obstante, hay pintores abstractos que me atraen mucho. Pienso en Rotko, Zobel, en Antonio López o en Carmen Lafón. También, en Menchu Gal.
- ¿Se te puede encuadrar en alguna escuela determinada?
- Más que, como se suele decir, en la Escuela del Bidasoa, yo me veo en el elenco que formamos los 'Pintores del Bidasoa'. Uno de los artistas vivos más interesantes de este movimiento es José Gracenea, después de que Bienabe Artía, Gaspar Montes y Menchu Gal fallecieran.
- ¿Has tenido algún maestro?
- Yo soy autodidacta. Sólo he disfrutado de una beca en Madrid en 1967, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde representaba a Gipuzkoa. Fue un curso de un mes y logré el primer premio.
- No esta mal. Por cierto, ¿hoy y aquí se puede vivir de la pintura?
- Sí, pero ciertamente muy pocas personas tenemos ese privilegio. Bueno, yo al margen de mi aspecto creativo, también tengo una academia de pintura a la que asisten casi medio centenar de personas.
- ¿El arte tiene valor, tiene precio?
- Ahí me has dado. Desde luego, precio no tiene, pero, eso sí, tienes que comer. Y sí, estás metido en un ranking de precios. Yo trabajo para la galería Sokoa, de Madrid, y a tenor de las ventas, la cotización del autor va subiendo. Mira, quiero aprovechar la coyuntura para recordar la figura de María Luis Gurrea Pedrós, recientemente fallecida, que abrió Sokoa. Ahora la lleva su hija, también llamada María Luisa.
- Oye y qué se siente cuando vendes una obra...
- Siempre te da pena vender un cuadro, porque te estás despidiendo de algo tuyo, es como si fuera un hijo. Pero también te halaga el hecho de que lo tuyo guste y se compre.
- ¿Hay cantera en el Bidasoa?
- Sin duda, sí y muy buena, tanto en Irun como en Hondarribia. ¿Nombres? Por citar algunos, los de Aiert Alonso, Gracenea hijo, Judas Arrieta, Eduardo Larrasa y Xabi Sagarzazu. Son artistas muy interesantes. Ya de mi quinta, está Carmen Maura y Susana Zaldibar con quienes hago exposiciones colectivas. Otro gran artistazo es Jesús Montes Iribarren, lo mismo que Ana Izura, José Luis Noaian o Felipe Igiñiz. Seguro que se me queda alguien en el tintero, pero bueno.
-¿ Qué opinión te merece la apertura de la casa-museo de Menchu Gal? ¿Da juego, no?
-E s un hito muy importante y más, como futuro museo de Pintores del Bidasoa. Me gusta porque sí, por la idea en sí, y por su ubicación en la plaza Urdanibia, un espacio genial que se va a regenerar integralmente, algo que es más que una buena noticia para la ciudad.
- En tu opinión, ¿las instituciones están realmente implicadas con el arte?
- Todo es mejorable, pero, sinceramente, estimo que sí, lo tengo claro. Y eso, en estos tiempos tan difíciles para todos, para el artista, el fontanero o para el barero.
- El que está implicado con la pintura eres tú, ¿o no?
- Yo, siempre. El arte es mi vida, y cuando me preguntan cuándo me voy a jubilar, respondo que nunca. Lo mío es un hobby y trabajar en lo que te gusta es un privilegio.
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