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«No les importamos nada»
INUNDACIONES

«No les importamos nada»

Vecinos de Txomin y Martutene afectados por la riada se manifiestan para pedir ayuda. Decenas de personas cortaron anoche el tráfico entre Loiola y Martutene en señal de protesta

ARANTXA ALDAZ , SAN SEBASTIÁN

Miércoles, 9 de noviembre 2011, 13:50

Unos doscientos vecinos de Txomin Enea y Martutene, los dos barrios donostiarras más afectados por las inundaciones, se manifestaron anoche «cansados» de la situación de «abandono» que sufren. El desastre causado por la crecida del río Urumea, con cientos de damnificados sólo en la capital guipuzcoana, ha agotado su paciencia. «Sabemos que vivimos al lado del río y que el problema es difícil de solucionar, pero no podemos seguir así. Necesitamos ayuda, porque la gente está sufriendo. Vivimos una angustia continua y esto ha sido demasiado», relataba Vicente, vecino del paseo de Antzieta, una de las zonas más dañadas, cuyos vecinos tuvieron que ser rescatados en lanchas el pasado domingo.

El movimiento vecinal empezó por la mañana con una protesta espontánea. Afectados de Txomin Enea, rabiosos e impotentes tras perder sus coches, locales, casas y proyectos de vida bajo el agua, compartían su enfado en plena calle, el único lugar seco donde podían permanecer. «Hay que hacer algo. Esto no puede ser. No les importamos nada», dijo uno con barro hasta en las orejas después de varias horas de limpieza. «A mediodía protestamos, cortamos el tráfico o lo que haga falta», respondió otro.

Y así sucedió. Pasada la una del mediodía, una treintena de afectados volcó dos contenedores con la basura que acababan de recoger del barrizal que cubre las casas junto al río Urumea. Esparcieron la basura y cortaron el tráfico durante unos minutos. Fue su forma de hacerse ver y oír, porque se sienten invisibles a ojos de las autoridades municipales, «olvidados», a pesar de que acaban de padecer unas de las peores inundaciones que se recuerdan en Gipuzkoa en los últimos años. «La mayoría de vecinos estamos achicando agua con nuestros propios medios. Yo mismo tengo todavía el garaje inundado», aseguraba Ángel Blázquez.

La protesta matutina perdió fuerza en cuanto aparecieron cuatro patrullas de la Ertzaintza. Los agentes retiraron los desechos del asfalto e intentaron calmar los ánimos de los vecinos. No se llegó a multar a nadie. «Nos han dicho que no nos multaban porque entendían nuestro enfado», aseguraba uno de los manifestantes.

Lejos de suavizarse, el enfado fue a mayores. A las siete y media de la tarde, unos doscientos residentes, algunos venidos también del barrio vecino de Martutene, volvieron a cortar el tráfico. Esta vez de forma algo más organizada. Escoltado por motos de la Guardia Municipal, el grupo recorrió a pie la distancia entre su barrio y la rotonda que comunica con Martutene, unos metros en los que gritaron su enfado. «¡Solución a la inundación!», repitieron durante el recorrido en el que también se escuchó el ruido de varios tambores aporreados por vecinos.

«Los últimos monos»

Entre los manifestantes estaban Coro, Olatz y Larraitz, tres vecinas de Txomin Enea, cada una de las cuales dio cuenta de un 'parte' de daños particular: el coche destrozado, algún familiar damnificado, la casa encharcada... «No podemos más. Siempre somos los últimos monos», se quejaban. «Queremos denunciar la situación de abandono que padecemos», añade Jimmy, cuyo local donde ensaya con su grupo de música ha quedado destrozado. Junto a él está Mariví. «Que tomen medidas ya con el Urumea», reclamó.

Vicente, vecino de Antzieta, quiso dejar constancia del contraste entre los barrios más céntricos de la capital guipuzcoana y los de Loiola y Martutene, a las afueras. «Apenas nos separa un par de kilómetros, pero el contraste es excesivo, pero todos pagamos los mismos impuestos. Este es un ejemplo clarísimo de que vivimos en una sociedad de clases. Entendemos que vivimos a la orilla del río, pero se pueden y se deben hacer cosas». Dice que hace un par de semanas los vecinos insistieron en este punto al alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, en la reunión mantenida dentro de la ronda de encuentros del primer edil con los vecinos de los diferentes barrios.

En la protesta también estaba Mariló, vecina de Txomin Enea. «Nos hemos cansado de ser un barrio abandonado», aseguraba. Su madre, de 83 años, que vive en la cercana Colonia del Pilar en Martutene, tuvo que ser rescatada por la crecida del río. «Soy testigo de la diferencia de trato entre los dos barrios. Allí al menos hay algún municipal y bomberos. Aquí no ha venido nadie», denunciaba.

Ana López se quejaba también de «la falta de ayudas». Su bar, el Goizuetarra, a la entrada de Txomin, se ha convertido en la puerta de entrada a la 'zona cero' de las inundaciones. Ana no se hubiera imaginado hace seis meses que le tocaría atender a los periodistas para contarles la «catástrofe» que está sufriendo. «Nos hemos arruinados», resumía horas antes de participar en la manifestación, enfundada en un buzo de plástico, sin parar de moverse de aquí para allá, intentando recuperar algo, por poco que sea, del local destrozado. «Es una impotencia total ver cómo el agua se lo ha llevado todo», describe.

En su caso, además de las pérdidas materiales, la riada arrastró todo un proyecto de vida. «Hace seis meses estábamos en el paro y decidimos montar un bar con el poco dinero que teníamos. Ya ves, ahora nos quedamos sin nada. A ver quién le da la vuelta a esto ahora». Dice con semblante triste que si no fuera por la solidaridad de los amigos y vecinos «la situación sería mucho peor». «Aquí no viene nadie. Han pasado dos días y estamos solos. Nos sentimos abandonados. Esto es un desastre».

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