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«No temo al tiburón, es mi trabajo»
Sucesos

«No temo al tiburón, es mi trabajo»

El pescador del 'Gure Leire' atacado por un marrajo cuando faenaba en aguas del Golfo de Vizcaya recibe el alta tras estar a punto de perder el brazo derecho

MIRARI ARTIME , ONDARROA.

Miércoles, 28 de agosto 2013, 19:37

Al arrantzale Ramón Arufe, gallego afincado en Ondarroa, jamás se le pasó por la cabeza que lucharía con todas sus fuerzas contra un marrajo, un pariente del tiburón blanco aunque de menor tamaño, para librarse de los dientes que le hundió en su brazo derecho hasta provocarle una hemorragia que casi le cuesta la vida. «Creí que estaba muerto, incluso le había dado tres golpes y arrastrado por el suelo. Pero entonces se revolvió y me mordió en el bíceps», relataba ayer a este periódico, ya de regreso en Ondarroa. «Si no llega a ser por las protecciones que llevaba, me arranca el brazo. Los médicos dicen que eso me ha salvado, que si me pilla una arteria no lo cuento». Ramón dice, sin embargo, que regresará a faenar en cuanto se recupere de los ocho puntos que le han puesto. «No se le puede tener miedo. Trabajamos a diario con ellos, es lo que hay», indicó.

Aunque algunos científicos aseguran que los tiburones no se merecen la mala fama que les acompaña y que es más probable morir de un infarto en alta mar que por el ataque de un escualo, lo cierto es que pocos sobreviven a sus feroces embestidas. Para la tripulación del 'Gure Leire', un pesquero de bajura con base en Ondarroa de 22 metros de eslora, la captura de tiburones en aguas del Cantábrico es un modo de vida, no exento de sustos como el vivido la tarde del pasado lunes. «Perdía muchísima sangre y tuvimos miedo», reconoció José Luis Ouviña, patrón y armador de la embarcación.

El palangrero faenaba en su ruta habitual, en aguas francesas del Golfo de Vizcaya, debajo de Arcachon, a unas 15 millas de Las Landas y más de 70 del litoral español en busca de marrajos o 'kaela', una especie de escualo habitual de aguas frías y poco profundas (entre 100 y 2.000 metros), que se alimenta de pequeños peces y carroña, que puede alcanzar los 5 metros y pesar entre 25 y 30 kilos.

«Teníamos un anochecer muy tranquilo, hasta que una de las piezas atacó a Ramón -relató Ouviña-. Todo fue muy rápido». Los hechos sucedieron hacia las ocho y media de la tarde tras izar los aparejos a cubierta. La víctima, de 50 años, estaba centrado en su faena, consistente en rematar con una porra las piezas que se descargan vivas y coleando.

«Al parecer se enganchó con el anzuelo y el marrajo de más de metro y medio de largo le mordió en el brazo con tal fuerza que la sangre comenzó a brotar a chorros. En un momento, perdió más de litro y medio. Y nos asustamos», recordó el patrón. Arufe luchó contra las embestidas del tiburón durante varios minutos -«una eternidad», relataban ayer sus compañeros-, y cuando consiguió quitárselo de encima se desplomó, inconsciente, sobre la cubierta del barco. «Es habitual que el animal se defienda, hay que tener cuidado porque se mueven mucho y tienen los dientes afilados. Pero esta vez parecía que iba a por él, atacaba con una fuerza inusitada, le desgarró el brazo», añadió Ouviña.

Ocho puntos de recuerdo

Ante la gravedad de la herida, el armador activó el protocolo de actuación y alertó a las unidades de salvamento marítimo españolas y francesas. «La respuesta fue inmediata, hay que felicitar a todos los que nos ayudaron», recalcó. El personal de Salvamento Marítimo de Bizkaia movilizó el helicóptero Helimer Cantábrico para evacuar al herido que fue trasladado al hospital comarcal del Bidasoa con «desgarros muy aparatosos, aunque finalmente no revestían tanta gravedad», según fuentes médicas.

Mientras llegaba la ayuda, Ouviña puso en práctica las lecciones aprendidas a lo largo de una vida entera dedicada a la mar. «Son muchos años enfrentándote a situaciones difíciles, en las que tienes que tomar decisiones. Reconozco que estuve bastante sereno, pero tenía miedo, mucho miedo», manifestó. Tras reanimar al compañero herido, el patrón decidió practicarle un torniquete para taponar la hemorragia.

La radio se convirtió entonces en su mejor aliada. A través de las ondas, recibió los consejos médicos del buque de asistencia médica y logística 'Juan de la Cosa'. «Nos indicaron la manera de suministrarle un antibiótico que llevábamos en el botiquín de a bordo y nos detallaron cómo colocarle la mascarilla de oxigeno con la bombona para que fuera evacuado en condiciones», relató Ouviña. «Un barco con un médico nunca deja de atender a quien lo necesita y es de agradecer porque ayuda a salvar vidas», declaró. Tras pasar la noche en el centro hospitalario, Ramón recibió el alta médica.

Le quedan ocho puntos de recuerdo. «Tendré que esperar a que se cure, pero habrá que seguir. Es mi oficio. Miedo no le puedes tener, porque trabajas con ello y es lo que hay», declaró tras su llegada a la villa costera. «Estamos acostumbrados a pequeñas mordidas, a anzuelos clavados en las manos, pero este último ataque será difícil de olvidar», insistió Ouviña quien recalcó que el marrajo es una de los escualos más comunes en el Cantábrico.

«Se trata de una especie que está acostumbrada a nadar en mar abierto y a recorrer grandes distancias», detalló. De hecho, algunos ejemplares marcados por científicos en el Cantábrico han sido recuperados en Estados Unidos. Ocasionalmente, en el Golfo de Vizcaya también se avistan tiburones peregrinos, tal y como sucedió el pasado año cuando dos surfistas divisaron un ejemplar de tamaño considerable en las inmediaciones de San Juan de Gaztelugatxe. «Se alimentan de placton y acostumbran a rastrillar la superficie con la boca abierta y la característica aleta dorsal bien visible. Pueden asustar, pero generalmente no atacan».

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