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Las diez noticias clave de la jornada

«Antes sacerdote que organista»

Ejerció su labor pastoral durante el fascismo, la invasión nazi y la dura posguerra mundial

K.O.

Domingo, 15 de junio 2014, 00:06

Don Giuliano «decía que era antes sacerdote que organista» asegura José Antonio Azpiazu en su biografía de Julián Sagasta. De hecho, ejerció su labor pastoral en la parroquia de San Giuseppe, regida por los agustinos, en cuya iglesia tocaba el órgano y dirigía un coro de tiples. Pero su labor pastoral no se limitó a la música.

En la posguerra, Roma se hallaba en una situación desastrosa tras la caída de Mussolini. Cerca de la ciudad se abrieron grandes campos de refugiados, y Sagasta se desvivió para ayudar a quienes se habían amparado en ellos. Recogía comida y ropa y recorría unos diez kilómetros a pie para acercarse a los refugiados y aliviar las grandes necesidades que padecían. «Para entonces era ya un personaje famoso, y se apoyaba en ello para recorrer tiendas de la parroquia y pedir a sus propietarios materiales para los refugiados» cuenta el biógrafo de Sagasta.

Además de ropa y comida, se las ingeniaba para recoger medicinas, tan necesarias para las precarias condiciones sanitarias de los campos que visitaba asiduamente. Los médicos de la zona, sabedores de su labor, le suministraban grandes cantidades de medicinas, con las que formó una gran farmacia, de donde sacaba materiales para distribuirlos entre los enfermos y heridos. Como era cura, se le permitía acceder al campo de refugiados, cargado como iba de maletas y paquetes.

Huérfanos

En la propia parroquia, y a consecuencia de la guerra, abundaban los chicos huérfanos. Don Giuliano organizó campeonatos de fútbol, y para jugar fuera de casa pedía a los dueños de vehículos que hicieran de chóferes para trasladar a los muchachos a los campos donde debían jugar. Previamente se había encargado de pedir a los comerciantes bocadillos y bebidas para los chicos, de modo que los sacaba de la calle y les buscaba modos de vida sanos y agradables, dentro de las penurias que se sufrían tras la guerra.

Durante el nazismo, ayudó a muchas familias judías a esconderse en casas de gente romana conocida, jugándose en ello su prestigio y su seguridad, a la vez de la de quienes le ayudaban en tan humanitaria tarea.

La faceta humana de don Giuliano, resalta su biógrafo, quedó patente para cuantos modragoneses y vascos fueron a visitarle a Roma. «Les encontraba acomodo, les acompañaba a visitar la ciudad y sus alrededores, y les dedicaba el tiempo necesario para que se llevasen una buena impresión de su viaje» testimoniaba Azpiazu.

El año 1949 viajó a Roma el coro Maitea, de gran prestigio en la época. Fue Sagasta quien, además de ayudarles en el alojamiento, les facilitó conciertos y contactos, convirtiendo su estancia en Roma en una inolvidable experiencia, en la que incluso tuvieron acceso muy cercano al papa Pío XII.

Hombre de gran prestancia física, desprendido y siempre dispuesto a ayudar a los más necesitados, «su faceta de sacerdote prevaleció sobre la de músico y artista» asegura Azpiazu.

Como organista titular de la basílica de Santa María Maggiore, «algunos turistas vascos presentes en la misa pudieron oír en una ocasión, sorprendidos, sonidos de música popular vasca acoplada al órgano como el tan oñatiarra 'baxatoxak'».

Espléndido en todas las facetas, Sagasta «era capaz de deleitar con un concierto privado, en el propio órgano de la mencionada basílica, a una pareja de vascos recién casados que acudieron a Roma» añade su biógrafo.

Cuando venía a su localidad natal, le gustaba saludar a sus antiguos amigos, y muy especialmente a su íntimo amigo, quinto y colega organista David Arzamendi, fallecido e pasado mes de enero a la edad de 99 años.

Con ellos hacía excursiones, y se ponía al día de los acontecimientos que habían sucedido en su ausencia. «Un día llegó a Gasteiz, donde tomó el antiguo tren, ya desaparecido, para bajar a Arrasate, y una vez en Gatzaga, se emocionó al ver el Valle de Leintz, y entonó el 'Hara nun diran' a plena voz, para sorpresa y jolgorio de sus compañeros de viaje» cuenta Azpiazu.

«Este era Julián Sagasta Galdós, artista pero cercano, serio en sus cosas pero entregado a su sacerdocio, que ejerció una gran labor pastoral en Roma, a la vez que dejó muestras de su arte como organista y arreglista de obras de órgano» concluye su biógrafo.

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