Humilde, religioso, trabajador y comprometido

Como muchos de sus coetáneos, al principio Regino decidió encerrar sus recuerdos para superar lo vivido, y no hablaba mucho de la guerra a su familia. Poco a poco empezó a compatirlos, casi siempre respondiendo al interés del entorno. «Siempre ha hablado con mucho cariño de las familias de Bermeo que les acogían en sus casas como hijos cuando bajaban del frente, y mantuvo relación con algunos de ellos largo tiempo», explican sus hijos. El ruido «ensordecedor» es aún hoy unos de sus recuerdos más presentes « nos poníamos palitos en la boca para que no se nos reventaran los tímpanos, también rezaba mucho para salir de allí», confiesa.

Quizá porque lo consiguió, Regino sigue siendo, a sus casi 99 años, de misa diaria. Su otra gran pasión ha sido la naturaleza, esas montañas en las que combatió y sufrió los embates más descarnizados de la guerra. «A los 84 años aún subía a Urbia, en cuya ermita fue monaguillo durante más de 20 años con Lasa, Villasante, Gandiaga, Letona y Etxebarria, y con 80 fue por última vez a Aizkorri», apostillan.

El voluntariado ha sido otra de las vocaciones de un hombre muy trabajador y comprometido, que fue homenajeado por San Martin Egoitza por los 36 años que ejerció como administrador de la residencia sin cobrar un duro. Empezó en el viejo hospital, siguió en Etxaluze, y terminó en San Martín. También participó activamente en la fundación de Eteo, es el afiliado decano del PNV oñatiarra, fundador de Perusaroi e integrante de la Adoración Nocturna. Laboralmente, Regino fue administrador de empresas, primero en la fábrica de carretillas y mangos de herramientas Txomin Galdos, luego en Nicolas Echave S.L, y durante 32 años en la fábrica de hachas y hazadas Onraita S.A».

Una intensa vida que espera le respete al menos hasta que cumpla la centuria el año que viene, porque el director de la Banda de Música, Inaxio Ibarrondo, le ha prometido ir a tocarle a casa. Que así sea.