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NURIA NUÑO
Martes, 12 de abril 2016, 00:14
Resulta curioso entrar a un aula y, tras un rápido vistazo, descubrir que sobre los pupitres no hay ni rastro de manuales, cuadernos, bolígrafos, lapiceros o una simple goma de borrar. En la escuela de hoy, el libro de texto es el iPad, los blocs tienen teclado y pantalla y las pizarras son electrónicas. Cada vez son más los centros educativos vascos que incorporan esas herramientas digitales a su actividad diaria. En la capital alavesa, el colegio Carmelitas Sagrado Corazón implantó el uso de tabletas para mejorar la enseñanza y las competencias que adquieren sus alumnos en el curso 2014-2015. Fue el pionero en Vitoria al introducir esta tecnología, pero ya no está solo. En septiembre, Paula Montal Escolapias sustituyó también los libros en papel por iPads entre los 75 alumnos que empezaron tercero y quinto de Primaria, así como aquellos matriculados en primero de Educación Secundaria Obligatoria (ESO).
Hace unos días, asistimos a un par de clases para ver sobre el terreno los retos que entraña vertebrar este tipo de dispositivos dentro del nuevo modelo pedagógico que ha adoptado el colegio. La cita fue en el aula que acoge a los alumnos del primer curso de ESO. A las 9.00 horas, toca Lengua Castellana y Literatura, materia que imparte Ana Cordero. Es una asignatura «compartida», por lo que la dan dos maestros al alimón. Así, ésta se reparte la tarea con Satur Vivas, profesor de Ciencias Sociales.
Al igual que sus alumnos, ellos y otros muchos docentes de Escolapias están «en plena fase de adaptación» al nuevo sistema, «aunque llevamos bastante tiempo preparando los materiales y aprendiendo a usar múltiples aplicaciones. Eso sí, los chavales ya se manejan con el iPad y los programas mucho mejor que nosotros», coinciden ambos.
Apenas bastan diez minutos de clase para comprobarlo. Los jóvenes estudiantes, de 12 años, parece que han nacido con una tableta -y no precisamente de chocolate- en la mano. Sus dedos se desplazan por el dispositivo con la destreza de un prestidigitador. Abren y cierran 'apps' en un abrir y cerrar de ojos. Mientras, su atención pasa de la pantalla del iPad a la pizarra digital donde cada alumno proyecta sus deberes -ese día les tocaba resumir en cinco líneas una noticia que hubiera llamado su atención y redactar una breve reseña de opinión- para que los profesores le hagan al instante las oportunas correcciones ortográficas y gramaticales ante el resto de compañeros.
«En estos meses, uno de los cambios más evidentes es que las clases resultan más ágiles, entretenidas e interactivas. Los niños están muy motivados. Se implican más en su autoaprendizaje y a la hora de completar sus ejercicios, con lo que mejora su rendimiento -indica Vivas. Todavía hay mucho margen de mejora y tenemos que explorar todas las posibilidades que nos brinda este proyecto, pero todos estamos muy contentos. Los iPads no son solo una herramienta para el aprendizaje de contenidos; también permiten fomentar la creatividad», explica el profesor.
Esa capacidad de inventiva queda patente en cómo realizan ahora sus deberes. «Cuando redactamos los ejercicios, podemos incluir en ese mismo archivo fotografías, gráficos, incluso emoticonos y enlaces para ver vídeos que no duren mucho», explican varios escolares. Los estudiantes dan también rienda suelta a su imaginación en otro de los proyectos que tienen que presentar esa mañana: un spot sobre el cambio climático. «Es un ejercicio de libertad absoluta. Luego, entre los mejores proyectos, elegimos dos y se los enviamos a todos como tutoriales», apunta Ana Cordero. Algunos alumnos se decantan por combinar el eslogan que han acuñado con una selección de fotos propias o localizadas en internet; otros optan por grabar un vídeo con la cámara de su iPad y lo mezclan con canciones y mensajes que editan gracias al iMovie, programa con el que ya se han familiarizado, como les ha ocurrido con el 'pages', 'numbers' o 'keynote'.
Repasando con Kahoot
El centro proporciona a cada uno una tableta mediante un sistema de 'renting', un alquiler a largo plazo que a los padres les supone el pago de una tarifa plana que incluye las licencias de los libros «virtuales» y un seguro de rotura, entre otras cuestiones. Cada dispositivo cuenta con aplicaciones sencillas de anotación y escritura. Además, las unidades didácticas están integradas en las tabletas y permiten a cada alumno estudiar, trabajar los contenidos y completar sus deberes sin la necesidad de otros elementos. Eso sí, los cuadernos y los libros en papel no se han desterrado por completo de las aulas, ya que aún se emplean en propuestas como las tertulias literarias, los grupos interactivos y algunos exámenes.
Precisamente, para preparar la prueba de ciencias sociales del día siguiente, los alumnos tienen una hora para repasar lo aprendido sobre la Antigua Grecia. Y lo hacen con Kahoot, una plataforma de aprendizaje que permite hacer test, de modo que parezca un juego y una competición por ver quién logra más aciertos. Esta vez son Iker y Julen los que han redactado las preguntas. Antes de arrancar, surge un problema técnico y su compañera Shakira explica al resto de la clase cómo sortearlo. ¡Cosas de las nuevas tecnologías!
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