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A. E.
Domingo, 3 de abril 2016, 00:43
José Luis Rodríguez Bouzas mantiene viva la memoria de aquella tragedia que afectó a su padre Facundo Rodríguez. José Luis había nacido en el municipio de Poedo Baños de Molgas (Ourense). Su padre Facundo logró sobrevivir al derrumbamiento de la calle Isasi. Con pico y pala realizaba las excavaciones de terreno, con el peligro de sufrir accidentes.
Y es que la inmigración gallega en Eibar ha dejado su huella en el paisaje humano, económico y social pero para José Luis, «todas aquellas miles de personas que vinieron a Eibar han contribuido a construir un pueblo mejor».
Todos ellos habían llegado a Eibar con el deseo y la ilusión de la prosperidad que no se les ofrecían en su pueblo natal. Triste destino para aquellos nueve trabajadores y para otros muchos más que sufrieron diferentes accidentes laborales en la reconstrucción de la antigua villa.
Estos obreros de la construcción, a cambio de su sudor, no pedían otra cosa que paz, trabajo y cierta holgura económica para salir adelante, que en estos casos se vió truncado en el transcurso de su cotidiano quehacer.
Grabado en la memoria
Los dos accidentes de 1956 y 1958, con un saldo de nueve personas muertes, quedaron grabadas para siempre en Eibar y en la comunidad gallega. «Eran jóvenes que desde las tierras de Galicia habían llegado a Eibar cargados de ilusión y ansias de trabajo habiéndose encontrado con la muerte a la hora del cumplimiento de su deber. Recuerdo que aquellos días fueron muy tristes en mi casa. A mi padre le costó mucho recuperarse».
El caso es que estos accidentes generaron toda una ola de hermandad y solidaridad con la comunidad inmigrante a quienes ni siquiera se les podrá pagar su encomiable trabajo desplegado a lo largo de tantas y tantas décadas.
Facundo Rodríguez era un ejemplo más de los muchos inmigrantes que buscó en Eibar un futuro mejor. Había nacido en Río de Janeiro en 1913. Poco después de participar en la Guerra Civil fue cuando realizó el primer viaje a Ermua, a la serrería de Eizaga de Zaldibar, conocida como Norteñas, para desempeñar otros trabajos, en la cantera de los Bergaretxe de Ermua. Fue posteriormente, cuando comenzó a trabajar en la construcción de viviendas con Construcciones Martín Churruca. Tras muchos años participando en el desarrollo urbanístico de Eibar decidió dejar el pico y la pala, para incorporarse a la industria que florecía en la ciudad. Facundo falleció en octubre del 2000 a la edad de 87 años.
La de los Rodríguez es la única familia de las que sufrieron aquella tragedia que sigue viviendo en Eibar. «Me gusta guardar crónicas periodísticas antiguas. De hecho, tengo material como para escribir un libro», decía José Luis.
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