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M. J. A.
Domingo, 7 de mayo 2017, 00:09
«...Alguien pide pan y le dan hambre,/alguien pide casa y le dan calle,/alguien pide luz y le dan noche,/alguien pide calor y le dan frío... La entropía crece a un ritmo delirante».
Estas cinco líneas forman parte de 'Entropía 1', otro de los poemas de 'Un punto de encuentro'. La preocupación social está en los libros y en la vida de Jesús Rodríguez. La semana pasada, sin ir más lejos, presentó el programa organizado en Irun por la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak, de la que es miembro. Sus cuatro últimos años como profesor (se jubiló el curso pasado) los ejerció en el Centro de Educación de Adultos, donde conoció de primera mano historias de inmigrantes de varios continentes.
¿Puede contarnos alguna?
Un día pregunté por un alumno que había faltado a clase. Un compañero suyo me dijo que estaba en Madrid. Había ido al juzgado para renovar la permanencia. Cuando salió de allí, la Policía le estaba esperando fuera. Le pidieron los papeles y él respondió que acababa de estar con el juez para renovarlos. Entonces, lo llevaron al Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche. Aquello es, literalmente, una cárcel. Los tienen allí tres meses y si en ese tiempo hay hueco en algún pasaje a su país, los deportan. Si no, los devuelven a la calle como ilegales para dejar sitio a otros. Es así como funciona. A través de una abogada de Cruz Roja, que me pareció una persona extraordinaria, pude saber de qué manera podía ayudarle. Ella me dijo que preparara un escrito, diciendo que yo era su profesor, que él era un alumno que asistía a las clases y que tenía ganas de integrarse.
¿No pudo hablar con él directamente?
Sí, en cuanto pude fui a verle un fin de semana. Llegas allí, te dan un número en una ventanilla y tienes que esperar a ver al interno a través de un cristal. Él no esperaba a nadie y al verme me dice: «Pero Jesús, ¿que haces tú aquí?». Y le digo: «Es que yo no doy un alumno por perdido de ninguna manera. Cuéntame cómo puedo ayudarte». Y me dice: «Si puedes, tráeme unos pantalones. No tengo». Afortunadamente, tengo dos hijos en Madrid y les pedí que fueran el lunes a llevarle algo de ropa.
¿Regresó el alumno a Irun?
Sí, hubo suerte. No había pasado un mes cuando pudimos abrazar al chaval en clase.
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