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ALBERTO MOYANO
Lunes, 2 de enero 2017, 06:38
Después de un libro de relatos y dos novelas negras ambientadas en Donostia, Juan Velázquez (San Sebastián, 1964) cambia de registro en 'Algunos me llaman ... El Rubio' para narrar en primera persona el periplo vital de José Juan Martínez Gómez, el 'cerebro' del asalto al Banco Central que en mayo de 1981 mantuvo en vilo al país. De los reformatorios a las cárceles, de la paramilitar Organización Juvenil Española (OJE) a los grupúsculos anarquistas, pasando por el atraco como forma de vida, la narración de la vida de Martínez Gómez -«nunca he sido rubio, más bien tirando a pelirrojo»- resulta un relato trepidante que concluye con su última salida de prisión, el pasado 9 de enero al cruzar las puertas de Martutene.
¿Por qué decidió contar la historia de Martínez Gómez?
Me llamó la atención la época que había vivido y la idea era contar la cara B de la Transición y los primeros años de la democracia desde el punto de vista de un personaje que había jugado un papel importante en momentos determinados, aportando una versión diferente.
Es conocido por ser el 'cerebro' del asalto al Banco Central. ¿Cree que se sabe todo sobre aquel episodio?
No lo sé. Es verdad que así como el 23-F resucita continuamente, el asalto ha quedado en el olvido. No sé si se ha contado todo, pienso que había algo que más que un simple atraco. También es verdad que era una época en la que podía pasar de todo porque hoy en día un atraco con 200 rehenes retenidos dos noches en el banco, con salida negociada y con todos los políticos esperando a ver qué pasa -y declaraciones simultáneas de Aramburu Topete, Jordi Pujol, el delegado del Gobierno...- es algo que sólo pasa en una situación de absoluto descontrol como fueron los años ochenta. Luego vinieron otros episodios, como el atraco a Banesto en 1984, en el que se habló de un maletín de Adolfo Suárez.
Sostiene Martínez Gómez que el objetivo del asalto al Banco Central era sacar de la caja fuerte unos papeles que comprometerían en el 23-F a altas personalidades del Estado y de la sociedad. Y asegura que ése es su seguro de vida. ¿A qué teme?
No lo sé. Como cuenta el libro, dice que le ofrecieron un millón de dólares en una cuenta suiza, más lo que sacara del atraco, por realizar el asalto al Banco Central. Y cuenta que había una salida pactada de rehenes en la que da un maletín con unos papeles que ha sacado de una caja y que comprometían a alguien en el 23-F. Luego vio que los planos que le había facilitado la persona que le contrató no eran reales porque había una pared irrompible que les impidió escapar. Y con esa historia que cuenta él me he quedado.
¿No es una decisión demasiado arriesgada contar una historia ajena en primera persona?
Sí, después de pensar mucho cómo enfocar la historia, se me ocurrió enfocar el libro a partir del momento angustioso en el que está en pleno atraco en el Banco Central y se da cuenta de que le han dado unos planos falsos y no hay nada que hacer. A partir de ahí pensaba hacer un flashback y complementarlo con los años posteriores. En cuanto al uso de la tercera persona, no me convencía porque genera mucho desapego. Al final, me sentí más a gusto contándola a través de sus palabras, fue la decisión.
De su época anarquista, la prensa de la época aseguró que fue confidente de la Policía española y que se ofreció a la francesa...
Él tiene dos fases en su vida que le marcan: su paso por la OJE y por las Centurias Amarillas. Sobre estas últimas, la única documentación oficial que he encontrado es una pregunta de un diputado comunista en el diario de sesiones de las Cortes. Nadie respondió. Martínez militó en el anarquismo durante un tiempo, en el que pasó de robar máquinas de impresión, bancos... Siempre ha negado que fuera confidente, incluso asegura que le traicionaron un par de veces en los pasos de la frontera. Es verdad que hay una versión diferente de Xavier Vinader, pero Martínez siempre lo ha negado.
¿No cree que a través de su testimonio sale un retrato demasiado idealizado de sí mismo? Atracador de bancos casi inocuo, inquebrantable bajo las torturas, con un comportamiento recto en prisión...
Es curioso porque la vida que ha llevado tal y como la relata comienza con un niño que no fue nunca al colegio, que se escapaba de casa y que prácticamente pasaba en la calle muchos días, algo hoy impensable. Por lo que sea, adoptó esa vida de soledad y alejada de la normalidad. Si nos atenemos a su relato, en el que puede haber exageraciones, idealizaciones y demás, todo lo que cuenta le convierte en un personaje insólito.
Pero insisto, ¿no le genera su relato un problema de verosimilitud?
A fuerza de leer biografías, es muy difícil encontrar una, ni siquiera la de Churchill imagino, que se ciña estrictamente a la realidad. Siempre hay un punto de imaginación.
Pero en su caso, usted ha corrido un riesgo porque hace suyas las confesiones de Martínez...
Le tengo a él de testigo y él responde.
¿Ha podido comprobar su relato?
No tengo datos oficiales. Sé que existieron las Centurias Amarillas. El movimiento anarquista, también. Y el asalto al Banco Central sucedió y él estuvo ahí, como 'número uno', según los periódicos. A partir de ahí, me ciño a su relato, cuento lo que él cuenta. El libro tiene un punto de ficción, no es un periódico. ¿Puede haber datos matizables? Bueno, hay un documental sobre Martínez Gómez. Es un personaje hasta cierto punto enigmático. Si fuera un periódico habría que cotejar al 100% los datos, pero esto es literatura también.
Contrapone su vida a lo que supondría una existencia más convencional, de familia e hipoteca. Pero finalmente ha pasado 40 años en la cárcel. No deja de ser un balance desastroso, incluso como atracador.
Sí. Su victoria es que está vivo y al pie del cañón porque no habrá atracadores en activo que se conserven fuera de las enfermedades contraídas en prisión o de las droga, pero también sin integrarse del todo en la sociedad. Es lo que me llama la atención: o dudas de todo lo que cuenta o tienes que aceptar que resulta un personaje insólito.
Confiesa en el libro que en la cárcel ayuda a los jóvenes que ingresan por delitos menores, pero con su propio hijo ha fracasado.
Decía que la mayor pena que tenía era el ingreso en prisión de su hijo. Tiene tres, dos llevan una vida normal, pero el tercero sí. No hemos entrado mucho en ese tema.
¿Está definitivamente retirado de los atracos?
Hasta donde yo sé, sí. No le he preguntado sobre ese tema.
En todo caso, es un personaje ya fuera de su época.
Sí. La cárcel que ha vivido es muy diferente a la actual. La conoció incluso con traje de recluso. Ahora, según cuenta, las cárceles son lugares donde hay mucha gente por delitos que él no entiende: en su época había carteristas, proxenetas, asesinos y atracadores. Ahora hay una mezcla de gente encarcelada por conducir borrachos y otros delitos que han convertido las cárceles en guarderías, según su opinión. Por otro lado, en la calle se defiende bien: le gusta comer bien, pasear... No lo veo tan desubicado, se maneja bien, al menos hasta donde yo sé.
Después de 'Algunos me llaman El Rubio', ¿tiene previsto volver a la novela?
Sí, la época que más me gusta son los ochenta y la Transición. Quizás recupere a Ramírez, el policía de 'Algo que nunca debió pasar', lo que pasa es que ahora hay tal aluvión de relatos de esa época que no sé qué haré.
ALGUNOS ME LLAMAN EL RUBIO
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