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Rodaje de 'Ocho apellidos vascos'.
Ocho formas de ver 'Ocho apellidos vascos'
Cine

Ocho formas de ver 'Ocho apellidos vascos'

¿Por qué la película sigue batiendo los récord de los records? Ocho cualificados espectadores intentan ‘destripar’ el éxito del filme y relatan su experiencia en la butaca del cine

Mitxel Ezquiaga

Viernes, 9 de mayo 2014, 17:23

¿Está ya harto del fenómeno 'Ocho apellidos vascos'? Pues paciencia: la marea sigue creciendo. La película más taquillera y más vista del cine español camina hacia los ocho millones de espectadores y los 50 millones de euros de recaudación.

¿Por qué esta comedia sobre encuentros y desencuentros entre vascos y andaluces se ha convertido en un histórico acontecimiento social? Ocho cualificados espectadores intentan destripar aquí el éxito del filme y cuentan su propia experiencia: dónde y cómo vieron la película.

Profesora de Lengua y Literatura en Sevilla, colaboradora de la cadena Ser y articulista de El País, esta andaluza se sorprendió esta semana al ver cómo su reflexión sobre la película era lo más visto en la web de su periódico. Ella, desde la perspectiva andaluza, ¿a qué achaca el éxito del filme? «Tenemos ganas de reírnos, tenemos ganas de reconciliarnos, tenemos necesidad de vernos en un espejo que no esté enturbiado, tenemos deseos de salir del Apocalipsis continuo. El País Vasco y Andalucía eran dos escenarios ideales, aparentemente contradictorios pero que tienen algo en común hemos aprendido a reírnos de nuestros problemas. En Andalucía, especialmente, tendemos a desdramatizar los conflictos. Sufre, pero no dramatices, nos decimos algunos en broma».

¿Cómo fue su experiencia en el cine? «Pensaba ir a verla porque todo el mundo me la recomendaba.. aun diciéndome que no se trataba de ninguna obra maestra. Pero en realidad fui a verla porque tenía que escribir mi artículo semanal para El País. No tenía tema y decidí hacerlo sobre Ocho apellidos vascos. Fui el jueves de Semana Santa, que en Sevilla es superfiesta en la calle. El cine estaba desierto. No había un alma en ninguna, sala pero la que proyectaba Ocho apellidos estaba a reventar. Y las carcajadas se escuchaban hasta en la calle».

¿Conoce el País Vasco? «Sí, pero no tan bien como me gustaría. Tengo varios amigos que son de vuestra tierra. Ya sé que los tópicos son una simplificación, pero hay un toque de autenticidad en los vascos que conozco que me resulta muy interesante. También una cierta ingenuidad, como de niños grandes».

El director del Zinenmaldi considera que «no es fácil explicar un éxito de estas dimensiones. La sociedad española en general, y la vasca en particular, tiene ganas de relajarse, de poder reírse un poco de sus problemas, de las cosas que le afectan directamente... de sí misma. Además, aunque la película sea modesta en lo cinematográfico, tiene unos cuantos gags muy brillantes, muy divertidos, y unos actores maravillosos. Todos los protagonistas hacen grandes trabajos, no sólo Karra Elejalde, del que se ha hablado mucho. Por cierto, resulta triste que parezca que con esta película se descubre a Karra, un tipo con un corazón inmenso y uno de nuestros mejores actores que lleva años haciéndonos disfrutar. Y es una película muy blanca, con un humor muy bonachón, que se ríe de sus personajes, pero que les quiere un montón».

Rebordinos vio la película «en los cines Príncipe, hace ya un par de semanas, con la sala abarrotada. La sesión fue increíble porque la gente se reía y se reía... A un señor, a mi lado, parecía que le iba a dar algo. Aparecía Karra... y ya se reía, sin que pasara nada especial. Alucinante. Y al terminar, hubo aplausos... No me lo podía creer».

La gerente de la cadena exhibidora Sade achaca el éxito de Ocho apellidos vascos a varios factores. «Mediaset promocionó muy bien el filme, pero eso se quedaría en nada si no hubiera un boca-oreja que permitió crecer a la película partir de la tercera semana de exhibición. Ha sido el público el que ha generado la corriente de convertir la película en un acontecimiento. En una temporada de cine marcada por grandes dramas el público necesitaba reírse y ésta ha sido la mejor medicina. Ha conectado con la gran mayoría del público, sobre todo con el que no va al cine, y la necesidad social del público español en estos tiempos de crisis es desconectar y reírse sin ningún tipo de esfuerzo intelectual. Por último se ha convertido en un tema social, todo el mundo habla de la película y el que no ha ido a verla siente la necesidad de hacerlo porque es de los pocos que no lo ha hecho».

Coro Odriozola agrega: «Fui de esas personas que no tenía prisa en verla, pero a medida que se iba generando el fenómeno sentí verdadera curiosidad . Me asombraba ver las sonrisas de la gente al salir del cine y los aplausos al término de las sesiones. Y también ha ayudado mucho que coincidiera con La Fiesta del Cine y con Los Miércoles al Cine, porque ha permitido acercarse a más gente».

La responsable de Sade estima que «tras un complicado 2013 en el que las noticias alrededor del cine eran trágicas, este fenómeno nos ha dado una gran alegría, y esto es bueno para nuestro cine y los que trabajamos en él».

Periodista donostiarra asentado desde hace años en Sevilla, José Luis Aguinaga asistió a la película «con unos amigos sevillanos, que estaban muy interesados en que fuéramos juntos, no sé si porque tenía un valor extra o porque querían contemplar mis reacciones».

«Me lo pasé bien, con risas en algunas escenas y una sonrisa continuada, aunque me pareció previsible en muchos momentos, también en los diálogos», explica Aguinaga.

«Más me llamó la atención que durante semana y media todo el mundo, aquí en Sevilla, me preguntara qué me había parecido la película y si me había reído. Parece que mi respuesta daba un certificado de autenticidad a lo que ellos pensaban», bromea el periodista. «Sensación parecida tuve hace dieciséis años cuando todos querían que les contara qué pasaba en el País Vasco en relación con el terrorismo... y que fuera en tres minutos».

Aguinaga considera que «los vascos ya estamos acostumbrados a hacer bromas sobre nosotros mismos y nuestros vecinos, traspasando el viejo tópico de que somos muy serios y reservados. Es curioso que el tipico sevillano es menos dado a reírse de sí mismo, del mismo modo que es una falacia que sean gente abierta: una cosa es que te reciban amablemente, de forma divertida y que parezca que se han hecho amigos tuyos y, otra muy distinta la realidad», opina.

José Luis Aguinaga solo pone una pega: «Conociendo bien los tópicos sevillanos me parecieron fuera de lugar los dos camareros amigos del protagonista. Ni los diálogos ni las caracterizaciones estaban ajustadas: hay demasiado histrionismo. Yo recmiendo ver en Youtube los sketchs que protagonizan los propios actores como Los Compadres».

El testimonio de Aitor Gabilondo, donostiarra afincado en Madrid, es especialmente interesante. Ha sido guionista de éxito en numerosas series de televisión, triunfa ahora como productor de El Príncipe, la serie de television convertida en otro fenómeno popular, e inicia en septiembre el rodaje de una serie de humor para Antena 3... sobre un cocinero vasco en Cádiz que se llama Iñaki y es víctima del choque entre las dos culturas.

«Habrá quien piense que nos hemos subido a la ola del boom de Ocho apellidos vascos, pero estamos trabajando en el proyecto de la nueva serie desde 2011», dice Gabilondo. «Trabajamos desde entonces con Óscar Terol, presentamos un primer tratamiento a Antena 3 y nos dijeron que interesaba, pero que esperáramos». Ahora se ha reactivado el proyecto: el rodaje empieza en septiembre dirigido por otro realizador de ascendencia vasca, Iñaki Mercero. «Estamos en la fase de casting y preproducción», dice Gabilondo de una serie en uno de cuyos guiones también colabora Diego San José, coautor de Ocho apellidos e implicado en el nacimiento de Vaya semanita con Borja Cobeaga y Terol.

Pero más allá de la serie, Gabilondo se muestra encantado con la película. «Su éxito radica en jugar con el sentimiento de identidad, algo que todos compartimos, sea desde un club de fútbol, un barrio, una comunidad o un país». Al guionista donostiarra le gusta también «el desparpajo de la película, tan bien medido y sin autocensura: va más allá de lo ñoño pero sin resultar agresivo para nadie».

Director de la Filmoteca Vasca y responsable del comité rector del Festival de Cine de San Sebastián, Joxean Fernández considera que «la distancia entre lo que nos hemos reído en el cine de lo vasco y lo que nos habríamos podido reír es realmente enorme, así que había mucho terreno por recorrer. En la televisión ya se habían podido transitar algunos de estos caminos porque sus mecanismos de funcionamiento son muy diferentes».

Fernández recuerda que «hay numerosos ejemplos de películas en las que los estereotipos estirados hasta el absurdo han dado lugar a comedias con muy buenos resultados. La utilización inteligente de estereotipos como fuente de humor me parece muy sana; cuando son utilizados para favorecer los prejuicios me parecen detestables. Sobra decir que Diego San José y Borja Cobeaga, los guionistas, son muy inteligentes».

Para el director de la Filmoteca «la película ha sido en sí misma una reivindicación del cine; es decir, de ir al cine y compartir sentado junto a desconocidos risas o emociones. Yo la vi en los Príncipe de Donostia, entre muchas risas. Y, claro, nada más maravilloso que una sala de cine llena de espectadores riendo».

La película Ocho apellidos vascos es especial para la actriz guipuzcoana Nerea Garmendia por diferentes motivos. ¿Por ejemplo? «Mi novio es sevillano, detrás del filme está el equipo con el que trabajé en Vaya semanita... y yo también tuve que llevar por exigencias del guión el flequillo que luce Clara Lago».

«No quiero parecer pretenciosa, pero yo estaba segura desde el principio de que esta película iba a tener gran éxito», confiesa Nerea Garmendia. «Borja Cobeaga y Diego San José ya habían demostrado ser dos excelentes guionistas, y el cine español pedía ahora un proyecto así. En la historia están todos los tópicos, los giros son los esperados... pero funciona, porque está tocada por un halo especial y, además, a veces es lo más sencillo lo que triunfa».

Nerea Garmendia vio la película en la sala abarrotada de un centro comercial madrileño. Lo hizo con su novio, Jesús Olmedo, también actor... y sevillano. «Me siento muy identificada con la historia y el choque de mentalidades», dice la actriz, que el próximo fin de semana presenta en Donostia su primera colección propia como diseñadora en el evento Gipuzkoa de Moda.

Y para terminar, uno de los protagonistas. Dani Rovira, el malagueño afincado en Madrid que da vida al sevillano enamorado de vasca, confiesa que su vida ha cambiado. Sale en las portadas retratado en la playa por los paparazzis y se reivindica «más cómico que actor». Esta semana pasó por Bilbao y contó que el éxito de la película radica «en su buena factura y en las ganas que tiene la gente de divertirse». «Lo mejor es que han vuelto a aficionarse gente como mi madre, Juanita, o personas que no pisaban una sala hace veinte años», remata el actor.

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