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Claudio Carudel conversando con la familia Blasco, propietaria de la Cuadra Rosales, en el hipódromo de San Sebastián.
El legado de una cuadra de leyenda
CARRERAS DE CABALLOS

El legado de una cuadra de leyenda

La Rosales continúa representando la época más gloriosa del turf español

IMANOL ARRUTI

Jueves, 21 de agosto 2014, 07:41

Cuando uno escucha las historias de sus caballos, se sumerge en un mundo de fantasía, para rememorar gestas y batallas de otro tiempo, regadas de misticismo y heroicidad. La cuadra Rosales representa la época dorada del turf español, y de forma paralela, su adiós significó también el fin de los tiempos de vino y rosas. Durante 40 años, desde 1953 a 1993, la cuadra fundada por Antonio Blasco escribió las páginas más gloriosas de la historia de este deporte. Esas que todavía consiguen humedecer los ojos de los más veteranos.

Antonio Blasco hizo las cosas aún mejor de lo que era posible. Su gran hazaña fue precisamente hacer realidad lo imposible. Su afición a las carreras comenzó en Venezuela, donde acudía frecuentemente a los hipódromos junto a su mujer Marita Villalonga. Cuando se instaló definitivamente en Madrid, donde apenas había una cabaña de 500 caballos, decidió iniciar un proyecto que años después se convertiría en el eje sobre el que se mantuvo todo el turf español. Sólo un hombre como él, con enorme espíritu y visión empresarial, podía hacer realidad semejante milagro.

Su proyecto se fundamentó sobre la cría de purasangres, que inició en la Yeguada de Aranjuez. Tras permanecer posteriormente varios años en Arizabalo, la cuadra Rosales situó su centro de operaciones en la Venta de la Rubia a principios de los 70. A 10 kilómetros de Madrid, fue la pieza clave del proyecto de Blasco, además de su gran ilusión. Un hombre adelantado a su tiempo como él, construyó una yeguada con unas instalaciones que por aquel entonces no se podían ni soñar. En aquel idílico lugar empezaron a nacer los grandes campeones que escribirían más tarde las páginas más gloriosas de turf español, aunque para entonces ya había tenido a estrellas como 'Sultan el Yago'.

Con Carudel de la mano

Tras más de una década de trabajo, los primeros grandes resultados llegaron en los años 70. Aunque previamente había habido otros preparadores como Emilio Ceca, Antonio García Prieto o José Perelli, fue Fulgencio de Diego quien entrenó a la Rosales en su época más gloriosa, desde 1965 a 1982. Ceferino Carrasco, Paulino García y José Antonio Borrego habían vestido su chaquetilla, pero fue en 1972 cuando empezó una historia de éxitos sin parangón. Ese año Claudio Carudel firmó un contrato que le permitió ser el primer jockey de la cuadra hasta 1987. Posteriormente sería incluso su preparador hasta 1990, cuando en plena decadencia del establo, se rompió su relación por falta de resultados.

El proyecto de Antonio Blasco estuvo muy por encima de las personas, pero sus éxitos no se entienden sin Carudel. De la mano consiguieron que los sombreros volaran por los aires y las manos se rompieran de aplaudir. Los hipódromos se llenaban para verlos en acción. Juntos ganaron tres Copas de Oro y nueve Grandes Premios de Madrid. Con 'Chacal', 'Richal', 'Takala'... con 'Tucuman' y 'Teresa'. La gran 'Teresa' que enamoró a todo un país. Incluso en París demostró su tremenda clase siendo 5º del Vermeille y 7º del Arco del Triunfo. En el palmarés de la cuadra Rosales no falta ninguna gran carrera del circuito nacional.

También llegaron a ganar la millonaria Armada Cup. Se corrió en el hipódromo de Donostia únicamente en el año 1986, y la siempre recordada 'La Pantera Rosa' batió contra pronóstico a varios caballos ingleses que se desplazaron para la ocasión. Claudio Carudel recibió una calurosa ovación, tras vencer por el exterior en un campo de 17 participantes. El Rubio de Oro, como se le conocía, nunca fallaba en las grandes citas. En el extranjero los éxitos fueron pocos, pero muy selectivos. 'Dona Board' conquistó París para hacerse con el prestigioso Prix L'Opera (G1) y 'Pharly' hizo lo propio en el Prix de la Foret (G1).

El declive

Sin embargo, la repentina muerte de Antonio Blasco en 1978 fue el principio del fin de la Cuadra Rosales. A pesar de que su viuda prolongó los éxitos de la cuadra, sus cuatro hijos no heredaron la pasión de su padre por las carreras. El fallecimiento de Marita Villalonga en 1989 dejó al hijo menor Álvaro como responsable de la cuadra. A partir de ahí, la decadencia fue total. La marcha de la Rosales fue también un claro preludio de lo que pasaría con el hipódromo de La Zarzuela, que tras una desastrosa gestión de Enrique Sarasola, tuvo que cerrar sus puertas en 1996.

El 13 de junio de 1993, con el hipódromo de La Zarzuela descomponiéndose, 'Laguna' logró un triunfo que pasará a la historia como el último de la Rosales. Álvaro Blasco ni siquiera recogió el trofeo, al no querer recibirlo de manos de Enrique Sarasola, máximo accionista del hipódromo de Madrid. Dos semanas después, todos sus caballos pasaron a formar parte de la cuadra Alborada. Jorge Horcajada tuvo el honor de ser el último jockey en vestir unos colores de leyenda, siendo Miguel Alonso su último entrenador.

La cuadra Rosales fue una referencia para todos; mostró el camino de cómo debían hacerse las cosas. Consiguió que un turf tercermundista se convirtiese es un espectáculo de masas, con caballos que levantaban pasiones y podían competir con los mejores de Europa. La afición coreaba las victorias de la chaquetilla amarilla con Cruz de San Andrés roja. Blasco y Carudel fueron capaces de contagiar y generar entusiasmo a raudales. La Rosales ganó la estadística de propietarios en 15 ocasiones, desde 1971 hasta 1988. Pero sobre todo, consiguió que miles de personas se aficionasen a las carreras de caballos. Lograron que la gente fuese feliz en el hipódromo.

En una entrevista concedida a la Revista Hípica un año antes de su muerte, Antonio Blasco declaraba que el mejor purasangre que había visto en un hipódromo era 'Chacal', único caballo capaz de ganar el Oro en dos años consecutivos. Sin embargo reconocía que nunca un espectáculo le había impresionado tanto como la Copa de Oro que ganó su 'My Mourne' en 1972, cuando pudo con el teoría imbatible 'Music Man'.

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