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enrique echavarren
Domingo, 12 de marzo 2017, 23:59
Iker Irribarria y Beñat Rezusta comenzaron como se esperaba la liguilla de semifinales del Campeonato de Parejas. Sumaron el primer punto a costa de Danel Elezkano y José Javier Zabaleta. La derrota hubiese sido un bombazo. Avalados por las doce victorias conseguidas en cuartos sobre catorce posibles, la pareja de zurdos guipuzcoanos se presentaba en el Astelena de Eibar con las lógicas reservas. Enfrente estaban sus compañeros de empresa, con quienes han jugado y entrenado. Las sorpresas no tenían cabida.
Pero esas dudas iniciales se disiparon por completo en menos de cinco minutos. Pese a una salida explosiva de Elezkano II (0-3), pronto, quizás demasiado pronto, se vio que la diferencia en la cancha era muy clara. Zabaleta debía convertirse en el faro de su pareja. Por su experiencia, por el poder de su derecha, porque estaba obligado a hacerlo. El zaguero de Etxarren sabía perfectamente lo que le esperaba, incluso desde el mismo día de la elección de material. Los galones debían de ser suyos. Pero no lo hizo. Sus indecisiones, sus errores y la debilidad en el resto le convirtieron en una pieza cómoda de abatir. Solo bastaba con cargar la escopeta.
Y eso, pero en forma de brazos, es precisamente lo que hicieron Irribarria y Rezusta. No sorprendieron a nadie. A estas alturas de la película tampoco están por la labor de hacerlo. El asedio era constante. Si acababan con su resistencia, el partido era suyo. De ahí que mantuvieran el mismo y repetitivo guión. Pelotazo atrás como elemento de desgaste y aprovechar luego las pelotas que lleguen servidas. No es un jeroglífico. Tampoco hace falta ser un lumbreras para descifrarlo. Es bien sencillo. Para ponerlo en práctica hay que tener mucho poder en los brazos. Y eso es precisamente de lo que andan sobrados Irribarria y Rezusta. Cuando se ponen a darle, no hay muro que resista.
Zabaleta no pudo hacer otra cosa que comprobar cómo sus rivales adquirían una ventaja sustancial en el marcador (9-3, 12-5 y 15-8). Elezkano II, que reaparecía después de una semana de baja por mal de manos, trató de poner algo de cordura al partido, aunque solo lo consiguió a medias. Rezusta campaba a sus anchas, le sacudía a la pelota con ganas y no encontraba respuesta. Por si fuera poco, Irribarria también se apuntó al bombardeo el de Arama pegó dos rebotes y siguió haciendo daño con el disparo inicial.
Despertar del letargo
Pero Zabaleta despertó de su letargo. Salió de su madriguera. El de Etxarren se dio cuenta de que tenía que dar un paso hacia adelante porque de lo contrario el partido se les iba de las manos. Comenzó el zaguero de la Sakana a golpear la pelota con más criterio, a seleccionar mejor sus envíos, a medio frontis, donde más daño hace, y la decoración comenzó a cambiar. Se invirtieron los papeles. Entonado ya Zabaleta, con don de mando en plaza, fue cuando Elezkano II empezó a buscarle las cosquillas a Irribarria. El juego del delantero de Arama se atascó. Ya no tenía tantas facilidades para entrar al remate.
«No soy ningún artista acabando el tanto», se justificaba en vestuarios el campeón manomanista. Fue en esa fase del partido, del 15-8 al 17-14, cuando peor lo pasaron los guipuzcoanos. Irribarria cometió en este intervalo sus dos únicos errores y Rezusta ya no dominaba con tanta claridad a Zabaleta. Las fuerzas se habían equilibrado en la zaga.
Pero el de Etxarren volvió a las andadas. Aparecieron de nuevo los miedos, las prisas, los errores. La coraza había desaparecido. Volvía a ser un blanco fácil. Lo que tanto le había costado ganar con sufrimiento se quedó en nada. Al tanto siguiente, Danel Elezkano, que nunca perdió su olfato rematador, cometió el primer y único error de todo el partido al mandar la pelota al colchón inferior (18-14). El amago de remontada se quedó únicamente en eso. Alternaron después a errores los zagueros en los dos siguientes tantos, hasta que Irribarria logró el cuarto de sus saques (20-15). Elezkano II y Zabaleta bajaron los brazos.
El de Arama no quiso prolongar más la contienda. Mandó la pelota al rebote y después sumó su quinto saque. Se abrazó con Rezusta, el faro que le había llevado a la victoria. El faro en el que debió convertirse Zabaleta...
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